NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

CLEVELAND CAVALIERS

Kevin Love: de Ricky a Ricky pasando por Curry y la depresión

De los Wolves a los Cavs, Kevin Love ha pasado del estrellato al ostracismo, pero todavía tiene ramalazos de talento. Una carrera marcada por Ricky Rubio y el anillo con LeBron.

De los Wolves a los Cavs, Kevin Love ha pasado del estrellato al ostracismo, pero todavía tiene ramalazos de talento. Una carrera marcada por Ricky Rubio y el anillo con LeBron.
Maddie MeyerGetty Images

La salud mental es algo que no se cuida demasiado en el deporte. Al menos, no con la intensidad en el que se debería hacer. Y es en el nivel más bajo en el que más se sufre: deportes que reportan pocos ingresos económicos, que no tienen una visibilidad demasiado grande o que no cuentan con el favor de la opinión pública, más centrada en los deportes rey, esas prácticas que mueven miles de millones de dólares y que están en todas las tertulias, periódicos, radios y televisiones. Sin embargo, el hecho de que este tipo de enfermedades estén más presentes en los estamentos más bajos del deporte y también, claro, en la vida diaria, generalizan la opinión de que las grandes estrellas son inmunes a estos problemas. Y ellos, como todos, también son vulnerables a sufrir sus enormes consecuencias y a pasar por momentos pésimos a pesar de tener una vida rodeada de lujos y comodidades. Al menos, más lujos y comodidades que el resto del mundo.

Kevin Love rompió en 2018 una lanza por este tema. Comentó públicamente que sufrió depresión en 2012 y en 2020 confesó que llegó a tener pensamientos suicidas. "No puedes pasar de encenderlo a apagarlo. Hay días que son muy duros", aseguró. En 2018, en una carta escrita para The Players Tribune, el ala-pívot de los Cavs reveló su pelea contra esos demonios internos que venían atormentándolo durante los últimos años de su vida. "El futuro empezó a dejar de tener sentido. Y cuando pierdes la esperanza, lo único en lo que puedes pensar es, '¿cómo puedo hacer que este dolor desaparezca?'. No creo que tenga que decir mucho más que eso".

Son solo algunas palabras de Kevin Love, que habló entonces, y mucho, de sus tendencias a acabar con su vida. Pero el ala-pívot no solo es famoso por haber sido uno de los pioneros contra esta lucha y por poner su debate en el centro mediático. Natural de Santa Mónica, California, su familia se mudó a Oregón cuando era niño. Allí acudió al el Lake Oswego High School, donde batió un récord con más de 50 años de vigencia: el de máxima anotación para un jugador masculino de baloncesto universitario en el estado, con 2628 puntos. Y lo hizo a pesar de perderse más de media temporada sophomore a causa de una lesión. Tras varios años triunfando en el instituto dio el salto a los Bruins de la UCLA. Recibió el permiso de una leyenda como Walt Hazzard para llevar el número 42, que estaba retirado, a la espalda. Y triunfó.

Mientras se codeaba con John Wooden o Bill Walton, Love recibió la animadversión de la Universidad de Oregón, alma máter de su padre. Incluso recibió amenazas de muerte que le llegaron a un móvil que se había conseguido de forma fraudulenta. Pero eso no impidió que, tras finalizar la temporada 2007-08, fuera nombrado mejor novato del año y mejor jugador de la Pacific Ten Conference, además de ser elegido en el primer equipo All-American. También ayudó a su universidad a ganar el título y la temporada regular de su conferencia, llegando a la fase final de la NCAA, cayendo en las semifinales de la Final Four ante la Universidad de Memphis. Un buen paso por el baloncesto que le dio el currículum suficiente como para presentarse al draft de la NBA de ese mismo año.

De Wolves a Cavs y de Ricky a Ricky

Kevin Love fue elegido en el puesto número 5 de la NBA en 2008, pero se vio envuelto en un traspaso múltiple que le llevó a Minnesota Timberwolves. Allí empezó a fraguar lo que parecía una carrera de leyenda, pero que luego no fue tanto. 11,1 puntos y 9,1 rebotes en su año rookie, 14+11 al siguiente, y explosión en la 2010-11: 20 puntos y 15 rebotes de promedio y un 31+31 ante los Knicks que nadie conseguía en la NBA desde Moses Malone, allá por 1986; 15 años atrás, Charles Barkley llegaría a los 33 rebotes en un duelo. El tercer dígito en la primera cifra lo lograría el mejor Andrew Bynum al año siguiente. Y, en la 2017-18, Dwight Howard hacía 32 puntos y 30 rebotes con los Hornets. Entre tanto, los pasos de Love iban hacia delante: el 8 de marzo de 2011, contra los Jazz, se fue a 24 puntos y 12 rebotes, igualando así los 53 dobles-dobles consecutivos de Moses Malone, que es la segunda racha más larga de dobles-dobles consecutivos en la historia de la NBA. Solo le supera Elvin Hayes, que llegó a 55 en la 1973-74, casi la prehistoria de la Liga. Al siguiente partido contra los Warriors capturó 12 rebotes pero solo anotó 6 puntos, viendo rota una racha que parecía de videojuego.

Ese año, Love ganó el premio a Jugador Más Mejorado y fue a un All Star al que acudiría en cinco ocasiones. En 2012, venció en el Concurso de Triples, superando en la final a Kevin Durant. Tanto ese año como en 2014 estuvo en el Segundo Mejor Quinteto de la NBA. Ese último año fue el mejor para él a nivel estadístico: 26 puntos y 12,5 rebotes  (con 4,4 asistencias, demostrando una meejora significativa en esta faceta) por duelo en 77 partidos sin premio. Rick Adelman, en su último gran proyecto, se vio asediado por las lesiones y no pisó los playoffs. Y los Wolves se quedaron con el recuerdo de las finales de la Conferencia Oeste que disputaron con Kevin Garnett de líder, en 2004. Desde entonces, una sola participación en playoffs (2018) en 17 años, que sumarán 18 cuando finalice esta temporada, en la que no parece que las cosas vayan a cambiar para una franquicia de mercado pequeño, poca base social, y desmanes en los despachos y en los banquillos. Y también oportunidades perdidas, con nombres más o menos importantes (Love, Wiggins, Towns, D'Angelo, Butler...) que se han quedado por el camino.

Love cambió los Wolves por los Cavs en 2014 y dijo adiós a Ricky Rubio, uno de esos compañeros que le nutrían canastas y estadísticas. Allí bajó sus promedios y se le relegó a una esquina, renunciando así a las situaciones de pick and pop y al posteo que le caracterizaban. Al lado de LeBron James y Kyrie Irving, Love siempre estuvo entre los 16 y los 19 puntos, y entre los 9 y los 11 rebotes, sumando dos nuevos All Stars y una ingente cantidad de dobles-dobles, además de no renunciar al pase de campo a campo, con esa facilidad innata para encontrar al compañero en transición nada más atrapar el rebote. Jugó menos cerca del aro y no pudo aprovechar su capacidad para el rebote ofensivo, pero fue consciente de que se luchaba por algo más. Que lanzara entre 5 y 6 triples por partido, muchos de ellos liberado, fue una constante. Que defendiera a Stephen Curry en la jugada clave del anillo de 2016, una rareza. Love apenas promedió 8,5 puntos y 6,8 rebotes en las Finales, con un pobre 26% en triples. Pero asumió su rol y trabajó en el séptimo partido: 9+14+3. Y esa famosa defensa, tras el triple de Kyrie, con el intento desesperado de Curry por empatar y forzar una prórroga que nunca llegó. "Excelent defense of Love", decía Mark Jackson, analista junto a Jeff Van Gundy de la TNT. Ambos acompañan a Mike Breen en la naracción de los partidos. No era como el big three de LeBron, Kyrie y Love. Pero casi.

Así es Kevin Love, que cuando habló en 2018 también inició una paulatina caída a los infiernos, mezclada con una multitud de lesiones y un equipo apático que se hundió en el pozo más profundo tras la salida del hijo pródigo, un LeBron James con un aura mayor que la de cualquier otro. Y ahora, años después, se vuelve a cruzar con Ricky Rubio, al que jalea desde un banquillo que ocupa más tiempo que la pista sin ningún tipo de queja por su parte. El año pasado, plagado de innumerables problemas físicos, se quedó en 12,9 puntos por noche. Este curso está en el mínimo de su carrera, 9,9. Ahora, está de nuevo en el dique seco, pero con 33 años es un líder nato y sse encarga de que la química no fluctúe con un contrato, todo hay que decirlo, extraordinario (se embolsará 31 millones este año y casi 29 el que viene). Y, como último reducto del anillo de 2016, enlaza una carrera meteórica que tiene como punto álgido un campeonato. Eso, y el hecho de haber puesto en boca de todos un problema tabú que él convirtió en tangible y real: la salud mental.