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La última oportunidad para Bol Bol

"Es como un unicornio" dice P.J. Dozier del pívot, hijo de Manute, que tiene todavía 21 años pero estaba desapareciendo del mapa en Denver. Malone dice que ahora tiene la actitud correcta.

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La última oportunidad para Bol Bol
ELSAAFP

Para los viejos aficionados a la NBA, no había jugador más significado en el Draft 2019 de la NBA que Bol Bol, el hijo de Manute Bol, el gigante sudanés de 2,31 que dejaba a todo el mundo con la boca abierta cuando (Bullets, Warriors...) la NBA de Magic Johnson y Larry Bird, y después de Michael Jordan, empezó a colarse en todas las casas del mundo. En un primer vistazo, Bol Bol llegaba desde la Universidad de Oregon una réplica de su padre. Medía 2,18 (algo menos, pero no mucho), apenas pesaba 94 kilos (hacía parecer corpulento hasta al primer Kevin Durant...) y tenía una envergadura absolutamente temible (2,34).

No solo eso: un vistazo un poco más atento a su único año con los Ducks enseñaba a una especie de evolución 2.0, hacia el jugador total, de los que fue Manute: tenía un tiro de tres letal (52% en ese curso en College) aunque con una mecánica algo lenta para la NBA, y era desde luego un intimidador por genética que además era capaz de manejar la bola, correr en transición y anotar con un reverso letal desde la media distancia. A priori, armas de extraordinario jugador.

Pero las dudas también eran muy fundadas, y por eso cayó hasta el número 44. Solo enseñó esas virtudes en nueve partidos en Oregon, antes de una lesión en el pie izquierdo. Promedió 21 puntos y casi 10 rebotes con ese citado 52% en triples, pero la muestra era escasa y, además, muchos analistas dudaban de su capacidad para trasladar su superioridad física a una NBA de jugadores más bajos pero más fuertes y a un tipo de juego en el que los interiores cada vez son más apreciados si pueden salir de debajo del aro (el lugar natural de Bol Bol) y manejarse con los exteriores en los cambios tras bloqueo. En Oregon parecía no necesitar esforzarse para producir, así que tampoco se sabía cómo de sacrificado iba a ser ante los tremendos cuerpos de las zonas NBA, ni cuánto aguantaría un físico como el suyo en una Liga en la que se jugaba a mucha más velocidad de acción que en la de su padre.

Tanto el techo como el riesgo eran muy altos, así que finalmente cayó hasta el número 44 y hasta Denver Nuggets, donde se asumió el reto de trabajar en su adaptación. Merecía la pena, por un pívot de 2,18 que metía triples. Era la oportunidad para el hijo del legendario Manute (murió en 2010), nacido en Sudán y establecido en Estados Unidos tras salir su familia vía Egipto y como refugiados cuando Manute fue acusado de ser un espía de EE UU en plena guerra civil sudanesa. Con el nombre de su bisabuelo, jefe de la tribu Dinka, Bol Bol (que medía 1,96 a los 13 años) llegó a la NBA con la intención de demostrar que era mucho más que la versión 2.0 de su padre. Pero por ahora, no ha sido así: en dos temporadas ha jugado 32 partidos con una media de seis minutos que además ha ido a menos (12,4 como rookie, 5 como sophomore). Sus promedios son de 2,8 puntos, 1,1 rebotes y un 39% en triples. Y, básicamente, ha desparecido del primer plano de los Nuggets, uno de los equipos más competitivos de la NBA, y parecía perdido para la causa. Le queda solo este año de contrato, a cambio de 2,1 millones de dólares.

Pero las cosas pueden apuntar mejor para la tercera temporada del pívot, que tiene todavía 21 años. En la pretemporada del equipo en la Costa Oeste, en las instalaciones de la Universidad de California San Diego, se ha convertido en la gran sorpresa que todos citan después de los primeros días de entrenamiento. Su entrenador, Michael Malone, es uno de los más satisfechos, y ha dejado claro que hasta ahora ha habido asuntos de adaptación y aptitud que han lastrado al jugador, que ahora parece mucho más comprometido: “Creo que Bol Bol está a un gran nivel, muy consistente. Cuando me preguntan por él... Nunca ha sido una cuestión de si tiene el talento suficiente. Con él se trata de si está dispuesto a hacer las pequeñas cosas, a ser consistente en su esfuerzo. Y ahora, después de estos primeros días, su nivel de esfuerzo ha sido buenísimo”.

La prensa de Denver habla de una segunda unidad, la de los petos blancos, que está superando a la primera en los primeros partidillos. En ella están Bol Bol, un Bones Hyland con el que dice que el pívot está desarrollando una notable química (número 26 del pasado draft), Austin Rivers, el Facu Campazzo... Sus compañeros también han notado el cambio en Bol Bol: “Es como un unicornio, no ves muchos jugadores como él”, dice P.J. Dozier. Y Jeff Green se ha tomado como algo personal que por fin explote sus virtudes y está encima de él en cada entrenamiento: “Este año lo va a conseguir. Y ese es mi empeño, porque le necesitamos”. Veremos si funciona.