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Bayat: "En la cancha me olvido del terror talibán"

La deportista afgana, huida de su país por la represión, se ha asentado en Bilbao y cuenta con una propuesta del Bidaideak para jugar en el equipo vizcaíno de baloncesto en silla de ruedas.

Bilbao
Bayat, en Bilbao hoy
ANDER GILLENEA

Nilofar Bayat y su marido Ramish estrenan vida en Bilbao. Tras escapar del horror talibán en Afganistán, tratan de rehacer su existencia en la capital vizcaína, donde han recibido una oferta para jugar a baloncesto en silla de ruedas en el Bidaideak. Residen en un piso de CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado). No se puede revelar la ubicación de la vivienda, pero sí se sabe que está en un barrio alto de la capital vizcaína, donde la vista se pierde en el horizonte. Un confín en el que quizá se adivine su querido país, destruido ahora por el terror. “Esta ciudad es muy bonita, hay muchas montañas y domina el verde, pero lo mejor es el calor de su gente”, se sincera a As la activista eternamente pegada a una sonrisa ejemplar tras la agonía vivida. A Euskadi han llegado nueve refugiados afganos como ellos. En total, el Gobierno vasco financia, a través de organizaciones como CEAR o Cruz roja, 516 plazas, de las que actualmente están libres 160, aunque no todas ellas serán necesariamente ocupadas por ciudadanos afganos.

Han sido muchos días de tensión, una vorágine de acontecimientos.

Sí, casi no nos ha dado tiempo a reposar un poco y pensar en todo lo que ha sucedido. Ahora mi marido y yo estamos bien, un poco desubicados, pero contentos por haber podido salir de Afganistán y estar en esta casa de Bilbao, nos gusta mucho y aprovechamos para agradecer toda la ayuda que nos están prestando.

Debe ser muy difícil de asimilar que hace cuatro días temían por su vida y ahora están felizmente asentados a más de seis mil kilómetros, en un país del que apenas conocen nada.

Imagínate. Nunca en mi vida había pasado por algo parecido, el miedo te paraliza. Era un caos, tratábamos de escapar de los talibanes. Ahora siento un alivio inmenso. Poder pasear sin miedo, expresarte con libertad y adivinar un nuevo futuro es como volver a nacer. Siento como que he comprado una vida llena de esperanza. Pero no olvidas a los seres queridos que dejaste allí.

¿Cómo vivió esas horas angustiosas de la salida?

Antonio [Pampliega] consiguió los papeles para salir, pero el aeropuerto era un caos, resultaba peligroso aparecer por allí. Te adentrabas en un polvorín. Los talibanes disparan todo el tiempo para asustar a todo el que aparece por allí. Nos golpearon a mi marido y a mí, nos temíamos lo peor. Nos arrebataron el equipaje y mi esposo sentía un gran dolor en la pierna. Notas que ahí se puede acabar todo. Los soldados alemanes nos dejaron pasar al interior del aeropuerto y nos querían llevar a su país. Al final nos localizaron de la Embajada de España, preferíamos esa opción porque nos daban acogida en un equipo de baloncesto. Estábamos agotados por la tensión, sin dormir dos noches ni poder llevarnos nada a la boca. El segundo día pudimos volar y se acabó la pesadilla.

Cuando despegó aquel avión sentiría el mayor alivio de su vida...

¡Imagínate! Dejas atrás tu país, tu familia, los amigos... y te embarcas en lo desconocido, pero sabes que va a ser mejor seguro, porque sales de un infierno. Mi hermana es activista como yo, ayuda a niños de la calle y ahora me temo lo peor. Ayer pude hablar con ella para ver si podía salir, y me dijo que los talibanes habían matado a ocho personas en el aeropuerto. La vida en Afganistán no vale nada, los talibanes van casa por casa sin piedad, es una tragedia. 

Su valentía ha emocionado al mundo. Es un ejemplo. ¿Siente que su mensaje puede cambiar el curso de la historia?

No sé si es para tanto, hay muchos vídeos míos criticando a los talibanes. Soy la capitana del equipo de baloncesto en silla de ruedas y sé que llego a más sitios que muchas mujeres que no tienen esa voz. Los talibanes iban a matarme, eso lo tengo muy claro. Su llegada al poder es una catástrofe. Respirábamos porque hace veinte años que habían desaparecido del poder y el país avanzaba gracias a esa ausencia. Las mujeres pudimos levantar un poco cabeza. Pero todo se quebró. En esta vuelta al pasado, me prometí a mí misma que no participaría, no estaba dispuesta a vivir el horror de los talibanes nunca más.

¿Se precipitó al abandonar la zona Estados Unidos?

Son cuestiones políticas, tanto Estados Unidos como el resto de países se fueron de un día para otro y nos dejaron abandonados a nuestra suerte. Nos vimos como algo insignificante para el mundo. Los talibanes avanzan a toda velocidad y entraron en Kabul muy rápido, nadie esperaba que tardaran tan poco. Teníamos un ejército fuerte, pero llegaron demasiado fácil al Gobierno, de repente nos encontramos con esa situación inesperada.

¿Qué pediría a la comunidad internacional?

Pediría desde aquí a la Organización de Naciones Unidas (ONU) que no abandone a los afganos, que mis compatriotas necesitan la ayuda internacional, que se imaginen lo que es volver en el tiempo 20 años atrás. Es triste ver cómo otros países están avanzando mientras Afganistán solo retrocede. Yo estoy aquí contando mi experiencia, pero hay miles y miles de afganos que han muerto en el intento y necesitan la colaboración del mundo.

¿Qué futuro les espera a las mujeres en su país?

Son borradas de la esfera pública las mujeres y niñas. Es un infierno, ahora los talibanes tratan de maquillar sus métodos, pero son peores que antes, más crueles. Los días oscuros de Afganistán vuelven. No hay futuro para las mujeres.

El baloncesto le abrió esa puerta a la esperanza.

Es parte de mi vida. Yo jugaba al baloncesto con total libertad. Mi marido, también Estudié y me licencié en Derecho… Sentía que todo eso se fue al cubo de la basura. Tantos años borrados de golpe. No va a ser fácil continuar con el baloncesto, pero no lo voy a dejar. Cuando estoy en la cancha, me olvido de lo que está pasando, del terror talibán. Llegó la opción de fichar por el Bidaideak y aceptaré su oferta cuanto antes. Sé que en Albacete y Melilla también se interesaron, y en otros sitios. El baloncesto me otorgaba esa nueva vida que soñaba. Me ha sacado de las garras del terror. Sé que es un equipo más profesional que en el que estaba, les ayudaré en lo que pueda. Me emociona poder seguir mi carrera. Pero también quiero trabajar, no voy a ser una carga para nadie, no me quedaré en casa esperando las subvenciones de este país, trataré de ser útil, devolver todo lo que me están dando. En Afganistán yo mantenía a mi familia. Mi marido también podrá entrenar, lo celebro.

El Bidaideak ha tenido la mano a más jugadores, Latifa Sakhizadeh y Sayed Wasim.

Estaremos eternamente agradecidos a este club. Reitero desde aquí esas gracias al Bidaideak y a España por su generosidad, por acogernos.

Se quedó en puertas de ir a los Juegos Paralímpicos de Tokio ¿no?

Sí, ahora sueño con estar con Afganistán en París, vivirlo con mis compañeras. Sería algo muy positivo, de que todo se ha arreglado en estos tres años que quedan.

¿Prefiere ni recordar el episodio que le dejó postrada en una silla de ruedas?

Soy fuerte, lo tengo asimilado. Era una niña y cayó un misil en nuestra casa en la guerra civil en 1992. La Cruz Roja no se separó de mí en todo el tratamiento. Uno de mis hermanos murió, y mi padre y yo resultamos heridos. Me afectó a la médula espinal. Desde entonces no puedo caminar con normalidad, es duro.

¿Cree que en un futuro podrá volver a su país?

Ojalá, pero ahora no me imagino que vaya a ser a corto plazo. Creo que soy la prueba de la situación allí. No hay futuro, ni esperanza ni nada por lo que volver. Cuando llegaron a mi casa destruyeron todo y tenía pánico por mí y por mi familia. La llamada de España fue una bendición.

¿El periodista Antonio Pampliega ha sido un poco como el ángel de la guarda?

Ha salvado mi vida y la de mi marido. Ha movido todo lo que ha podido para que salgamos de allí. Y ahora lo intenta con otras personas que tratan de huir.

¿Qué más quiere apuntar?

Que la vida es maravillosa, que nos aferremos a ella y que no quiero ser ejemplo de nada, solo un pequeño grano de arena para gritar ‘libertad’.