Los dos (o tres) no descensos anteriores del Estudiantes
No es la primera vez que los colegiales bajan a la LEB. En 2012 y en 2016, el club se salvó en los despachos, y en 2020, la pandemia evitó lo que parecía inevitable.
El Movistar Estudiantes disputará la próxima temporada la LEB Oro. No hay más vuelta de hoja. Ni más jornadas ni más minutos por disputar en una Liga Endesa en la que los colegiales han encadenado nueve derrotas consecutivas en el último tramo del curso. Con una habría bastado. Y tuvieron opciones, con cuatro partidos en casa contra rivales directos por la salvación: UCAM Murcia, Coosur Betis, Urbas Fuenlabrada y Monbus Obradoiro.
El descenso, certificado por la victoria del Retabet Bilbao Basket contra el Joventut, provoca que por primera vez en la historia, los colegiales no arranquen entre los mejores la próxima campaña: desde 1957, con la creación de la Liga Nacional, hasta 2021 ya con la ACB, solo el Real Madrid, el Joventut y ellos han jugado todas las temporadas en Primera. En total, 65 cursos.
Sin embargo, esta no es la única vez que el Movistar cae al pozo de Segunda. En 2012 y en 2016, acabó penúltimo, pero la imposibilidad de los clubes de LEB Oro de pagar el canon de ascenso (unos 4 millones de euros), evitó pasar por el infierno. La temporada 2019-20 también se podría incluir, aunque con interrogantes: la pandemia paró una Liga Endesa en el que iba último con solo 5 victorias en 23 partidos. Quedaban 11 jornadas por delante con el Murcia, la línea entre la vida y la muerte, con 7 triunfos y un encuentro menos.
El descenso de 2012 – “Abajo, abajo”
La temporada 2011-12 es un punto de inflexión en la historia del Estudiantes. El fin de la era glorioso y el principio de la década negra. Arrancó entre problemas económicos (concurso de acreedores voluntario por la abultada deuda de 11 millones de euros) y la salida de Luis Casimiro del banquillo, el último entrenador que ha clasificado al equipo al playoff (2010). Pepu Hernández, leyenda de la institución, regresaba para coger las riendas… aunque con muy poca fortuna: fue destituido tras 22 jornadas (él lo deseaba mucho antes) después de perder en Gipuzkoa (coincidencia: Zamora salió esta temporada al perder también en San Sebastián).
Trifón Poch fue el encargado de enderezar el rumbo de una plantilla que arrancó fuerte, con un triunfo frente al Valencia Basket. Sin embargo, el tufillo de que algo no marchaba bien llegó rápido, con la derrota en el partido siguiente por 46 puntos frente al Barça y con un Antoine Wright de récord: -19 de valoración en 26 minutos en cancha. El alero estadounidense aterrizó con vitola NBA y se fue con solo 13 encuentros disputados y alguna que otra canción de la Demencia sobre su agitada vida nocturna.
Y como suele ocurrir, los malos resultados dieron paso al nerviosismo y este a la ficha indiscriminada de jugadores. Así, llegó un viejo conocido como Chris Lofton y un viejo canterano como Rodrigo de la Fuente. También Tariq Kirksay y Willie Deane. Y el último, el que más ampollas levantó entre los aficionados estudiantiles: Louis Bullock, leyenda madridista semiretirada, que a los 36 años fue recuperado tras casi un año seco para jugar los tres últimos partidos.
A pesar de todo, el Estu llegó a la última jornada con opciones de salvarse. Todo dependía de ellos. Esperaba el Murcia de Óscar Quintana, que durante semanas machacaron con una suerte de complot de la ACB para la salvación colegial y el descenso murciano que caló en medios, aficionados y jugadoras universitarios. El duelo se disputó en un WiZink Center llenó a reventar. El objetivo, ganar de 14 puntos para salvarse. Durante parte del tercer cuarto el sueño se tocaba, con ventajas de 11 tantos, que se esfumaron en el último bajo el gran nerviosismo de los locales, que acabaron derrotados por 80-86.
La desolación y los lloros de los aficionados azules se tornó en enfado cuando Ime Udoka (actual asistente de Brooklyn Nets) se paseaba por la cancha con los pulgares hacia abajo y gritando “abajo, abajo”. El fallecido Pedro Alarcón, jefe de seguridad del club durante 15 años, recriminó y trató de pararle los pies. Fue imposible. El estadounidense pintó una de las acciones más feas del baloncesto: humillar al rival caído cuando el balón ha dejado de botar. El descenso fue aún más triste al coincidir con el adiós de toda una leyenda como Carlos Jiménez, que regresó ese mismo verano al Estudiantes tras su paso por el Unicaja.
Descenso de 2016 – Cuando lo imposible se hizo realidad
El Estudiantes trató de reinventarse y se la pegó. Txus Vidorreta dejaba el banquillo tras tres temporadas de plácida existencia deportiva y aterrizaba Diego Campo. El gallego, con 39 años, llegaba con el aura de entrenador de y para jóvenes. Lo ideal para un club de cantera. El sueño se convirtió en pesadilla pronto: tres derrotas de arranque por 18 puntos de media en contra.
La plantilla contaba con jugadores jóvenes (muy jóvenes en esos momentos) que rápidamente tuvieron que coger galones como Juancho Hernangómez, Darío Brizuela y Édgar Vicedo. Veteranos como Nacho Martín y Javi Salgado tenían que exprimirse ante el fiasco de los dos estadounidenses: Zach Graham y Brandon Thomas. También Jaime Fernández, que se comió el marrón de dar la cara con la prensa día sí y día también. La debilidad del juego interior se apuntaló con Vladimir Stimac, que en tres partidos vio el percal y se fue a la Euroliga. No le dio tiempo ni a desempaquetar la ropa.
Las derrotas no hicieron más que acumularse y cuando se alcanzó la 13º en 16 partidos, Ocampo fue sacrificado a los dioses del baloncesto. Su sustituto, Sergio Valdeolmillos. El nazarí vio un nuevo desfile de refuerzos, desde los cinco partidos de Levon Kendall hasta la explosión inicial de Xavi Rey y su desaparición final de la rotación. Pavel Pumprla, el retorno de la sonrisa eterna de Diamon Simpson y la alegría anotadora de Nicolás Laprovittola fueron cayendo con el paso de los meses.
Un lavado de cara para un equipo que, por risas del destino, alcanzó la última jornada de Liga con opciones de salvación tras la imposible victoria al Barcelona en el Palacio y la incomprensible derrota en el último segundo del Manresa ante el descendido Gipuzkoa por un palmeo de Mikel Motos.
El partido decisivo era en San Sebastián, frente a ese GBC sin nada en juego, que había permitido tener una última oportunidad. Por su parte, los catalanes visitaban el Buesa Arena. Y las cuentas eran claras, los madrileños se mantendrían en la ACB si ganaban y el Baxi caía contra el Baskonia: ambos empatarían a triunfos, pero el basketaverage favorecía al Estu (+11).
Más de 500 alegres aficionados colegiales se desplazaron al San Sebastián Arena y todo era felicidad. Los dos partidos transcurrían por la vía prevista: el Estudiantes ganaban sin problemas; el Manresa luchaba, pero caía en Vitoria. Al arrancar el último cuarto, 52-59 para los visitantes, que a poco más de dos minutos del final, se cortocircuitaron. Fue increíble de ver. Todo parecía resuelto: 63-73 y todos a mirar lo que pasaba en el Buesa.
El parcial 9-0 aupado por Jordi Grimau (15 tantos para 21 de valoración) entumeció a los madrileños. Nadie sabía qué hacer. Los nervios crecieron y no se pensaba con claridad. A todo eso, llegó el contraataque brutal de Vrkic y su dos más uno (75-73). Sólo segundos quedaban. Juancho Hernangómez fallaba desde el triple y ahí todo acabó. Game Over.
Descenso de 2020 – La pandemia lo dejó en el aire
El Estudiantes dio otra vuelta de tuerca la pasada temporada. Tras el año de Berrocal, con malos resultados deportivos, ambiente turbio en el vestuario y una planificación mala a la carrera por la participación en las rondas previas de la Champions FIBA, se fichó a Aleksandar Dzikic. Entrenador serbio con experiencia Euroliga, pasado de peso y afición desmedida a la coca cola, que demostró su fuerte carácter en las ruedas de prensa, pero que ganó solo 3 de sus primeros 13 partidos. Sin embargo, no había excesiva preocupación. A pesar de los resultados, el equipo funcionaba más o menos bien. Solo faltaba algo. Un algo más para no pasar apuros, que nunca llegó.
Incluso se marchó una de las últimas banderas del club para hacer más extraño todo: Darío Brizuela. La salida del vasco al Unicaja se produjo en una ambiente enrarecido, con tiras y aflojas entre las partes. La carta de despedida por parte de un club necesitado de dinero fue demasiado lineal, seca e incluso fea para un jugador que había dado sus primeros pasos en el ACB con el Estudiantes y que se había dejado el alma cada partido.
La aventura Dzikic se cerró el 21 de enero, tres días después de una dolorosa derrota contra el Lenovo Tenerife por 17 puntos. Era la 14ª en 18 partidos. El agua llegaba, de nuevo, al cuello y se apostó por Javi Zamora, un hombre de la casa que conocía muy bien la institución y había liderado la prometedora Generación del 2000 de la cantera. Ganó en su estreno. Perdió los siguientes cuatro antes de que la pandemia lo parara todo el 13 de marzo de 2020 con los estudiantiles últimos y tan solo 5 triunfos en 23 encuentros.