El Avenida de Roberto Íñiguez afronta su reto de Estambul
El técnico, elegido el mejor de esta temporada, disputará su séptima Final Four en nueve años. ¿El secreto? "Siempre intento hacer mi mejor trabajo".
El Perfumerías Avenida vuelve a la Final Four de la Euroliga una década después y lo hace en el estreno de un técnico acostumbrado a terminar entre los cuatro primeros. Roberto Íñiguez se enroló en el megaproyecto del Ros Casares en el verano de 2011 (“Sentí que era el momento”), a pesar de que Carme Lluveras lo había intentado antes, y unos meses después levantó su primer, y hasta ahora, único título europeo. El entrenador vitoriano, que acaba de ser elegido el mejor del año por tercera vez, disputará su séptima Final Four (en nueve años), una cita a la que ha llegado con cinco equipos diferentes (Ros, Fenerbahçe, Nadezhda, Sopron y Avenida). "No sé cuál será el secreto, a lo mejor que siempre intento hacer mi mejor trabajo. Procuro que cada equipo juegue de la manera que más le conviene. Habrá cosas básicas, pero siempre me he adaptado a los equipos en los que he estado".
Íñiguez no será el único español en un banquillo en esta Final Four. Por cuarto año consecutivo serán tres. Aparte del entrenador del Avenida estarán Víctor Lapeña (Fenerbahçe) y Miguel Méndez (Ekaterimburgo), campeón en las últimas dos ediciones y el gran rival a batir. “La clave es el trabajo, la cultura de baloncesto, lo que nos han enseñado los mayores, el querer ser mejores... El baloncesto español tiene un gran prestigio y evidentemente estamos en un gran momento. Todo lo que nos está pasando es reflejo del trabajo”.
Aunque le hubiera gustado llegar mejor a la Final Four, ha intentado “afilar la sierra, pero con cuidado de que no se rompa”. “Llevamos toda la temporada centrándonos en el día a día. Eso ha sido parte de la buena dinámica del equipo y en eso seguimos”. Por lo tanto, ahora sólo existe Sopron (20:00, Teledeporte), un rival “complicado”, pero algo menos que Ekaterimburgo y Fenerbahçe, “que están a otro nivel”. “Si tenemos que elegir, nos hubiéramos quedado con Sopron, aunque eso no quiere decir que sea un mal equipo. Pero conozco bien al club; siguen con la misma esencia que intentamos trabajar los dos años en los que estuve”.
La clave para el Avenida está en no perder su esencia. “Somos un equipo al que le gusta jugar mucho en toda la pista, que intenta mantener un ritmo alto, que le gusta presionar el balón... Esas cosas que convierten a un equipo en porculero o incómodo. Esa es nuestra identidad, es la base de lo que somos. Eso es importante no perderlo. Tenemos que entender que lo más importante es ser nosotras. La mayor frustración aparece cuando no has sido lo que no eres, no perder o ganar. Eso me gustaría que no pasase”.
Su última experiencia en España fue en Girona (2015), aunque ahora ha vuelto a una Liga muy distinta. “Dejé una competición en la que existía un monopolio de Perfumerías Avenida y un candidato a romperlo, el Girona. La Liga había dado un bajón económico por la crisis, pero ahora estamos en otro paradigma. La Liga está creciendo y creo que junto a la francesa son las mejores de Europa”.
A pesar de la mayor competitividad, en estos meses el Avenida batió su récord de victorias consecutivas y lleva un balance de 40-2, sin ningún tropiezo en la Euroliga (8-0). “Me fijo poco en ganar o perder . Me fijo más en la opinión de mis jugadoras, en la conexión con mi staff... Ahí está el ejemplo del Valencia Basket. Ha ganado la Eurocup y todo el mundo habla del éxito de haberlo conseguido, pero si ese balón no hubiera llegado a Raquel Carrera, si no pitan la falta o si falla los tiros libres no hubiese sido un éxito. Que me nombren entrenador del año no me puede importar menos. Ya lo hicieron otros dos años y creo que fui muchísimo mejor entrenador otras temporadas. El trabajo del día a día es lo que de verdad valoro, el resto dejó de importarme hace mucho tiempo”.
Insiste en que “no hay diferencia entre baloncesto masculino y femenino, sólo baloncesto en mayúsculas” y que se mueve “por retos”. “Para mí venir a Avenida lo era: cambiar la dinámica en Europa, entrenar a un equipo tan joven, los problemas económicos de su patrocinador con sus tiendas cerradas... Me entraron incluso más ganas. No he venido aquí por un tema económico, he ganado más dinero en los últimos años. Más del doble o el triple. Vengo aquí por un reto. Tengo ya 53 años y me muevo por eso. En Sopron me ofrecieron un contrato vitalicio. Cualquier otro lo hubiese cogido, pero yo no. En la vida hay que ir para adelante, asumir retos porque eso es lo que te hace mejorar”.
Compañero de pupitre de Pablo Laso, Iñiguez recuerda sus años en el San Viator. “Pablo era talento puro, con una cultura de baloncesto inculcada por su padre y sigue siendo así. Era y es muy inteligente: leía muy bien el baloncesto. Va a ser imposible que alguien iguale lo que está haciendo en el Madrid. El último Whatsapp que le envié fue cuando se clasificó para los playoffs de la Euroliga, porque tiene muchísimo mérito. Igual nos encontramos este verano en la conmemoración del colegio San Viator por los 50 años, ojalá”.
Tras poner punto final a su carrera como jugador (Valencia, Baskonia, Murcia, Gran Canaria...), tuvo que decidir qué quería hacer. “No lo tenía claro. No tenía ni idea de qué hacer. Quería alejarme del baloncesto para ver si lo echaba de menos. Y empecé a hacerlo muy rápido. Comencé a entrenar pequeñitos en Alboraia y a partir de ahí el cuerpo y la mente empezó a pedirme más".
Entre aquellos que más le han influido, dos nombres: Iñaki Iriarte y Miki Vukovic. “Iñaki marcó la diferencia. Con 18-19 años él me hizo entender que el baloncesto tenía que ser mi vida. De Miki, me quedo más con los parámetros personales que con los profesionales, aunque en Valencia hablábamos mucho de baloncesto. Era una figura extraordinaria y me sigo emocionando cada vez que hablo de él”.