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NBA | ANÁLISIS

Los Suns de Ricky ven la luz: de hazmerreír a promesa de la NBA

Más allá de lo que pase en la burbuja, los Suns ven la luz al final de su eternizado proceso de reconstrucción y miran al futuro con optimismo.

Ricky Rubio, durante un partido de la NBA de Phoenix Suns
Christian PetersenAFP

Cuando los Suns cayeron en el sexto partido de las finales de la Conferencia Oeste de 2010, nadie se imaginaba lo que se avecinaba. Toda una década de una sequía tan asfixiante como pantagruélica, con una crisis que ha venido acompañada de una directiva a la deriva, malas decisiones y hasta ocho entrenadores en diez años. Y eso, después de contar con Mike D'Antoni por cuatro temporadas y media en la que soñaron con un anillo que nunca llegó, con Steve Nash como santo y seña y el Seven Seconds or Less como el guion de una película que revolucionó los cimientos de la NBA, estableció la era del pick and roll, traspasó fronteras y cambió el mundo del baloncesto. Esa época dorada que concluyó sin campeonato no tuvo relevo alguno, y la crisis que se avecinaba era un hecho inapelable para un equipo que se movía peligrosamente por aguas pantanosas, con un Nash de 37 años que seguía produciendo en ataque pero cuya presencia te impedía entrar de lleno en una reconstrucción eternamente postergada.

Ahora, años después de esas finales del Oeste que supusieron la última oportunidad de ese fantástico equipo, los Suns ven la luz. Es algo que venimos anunciando toda la temporada y que se ha constatado en una reanudación en las que le van a faltar partidos para llegar a esos ansiados playoffs. Están a solo 2,5 victorias del octavo puesto que ocupan los Grizzlies, pero tienen por delante a tres equipos (Blazers, Spurs y Pelicans) que mucho tienen que fallar para que sean ellos los que jueguen el play-in. Sin embargo, más allá de que alcancen o no los playoffs, los Suns tienen motivos para ser optimistas. Tras una temporada irregular, lo que sí han demostrado es que tienen mimbres y talento para seguir evolucionando, que una parte de su base joven no tiene techo y que, tras muchos años, pueden mirar a corto plazo con una sonrisa y con un entrenador, Monty Williams, que sonó para los Lakers y llegó a Arizona para quedarse, haciéndose con el vestuario de manera inmediata y sabiendo corregir la anarquía que Igor Kokoskov nunca supo gestionar.

Los Suns cuentan ahora con un base con garantías, Ricky Rubio, que con 29 años está ya en el mejor momento de su carrera. Los 13,3 puntos y 8,8 asistencias de esta temporada dan buena muestra de ello, como también el temple con el que maneja el ataque de su equipo. Además, el MVP del pasado Mundial de China es el segundo jugador más veterano de la plantilla tras Aaron Baynes, que es el único que supera la treintena. Los Suns son el séptimo equipo más joven (24,7 años de media) de una competición llena de promesas, muchas de ellas concentradas en el equipo que dirige Monty Williams. Buena prueba de ellos son los 23 años con los que cuenta Devin Booker, que en su quita temporada en la NBA está en 26,3 puntos por partido, tirando mejor que nunca y mejorando en el clutch time, en el que actúa de base muchos minutos y consigue tomar las decisiones correctas en los momentos adecuados. El tiro ganador de los Mavericks da buena muestra de ello.

Un desastre en el draft del que se salvan Booker y Ayton

Una de las cosas que más ha lastrado a los Suns en la última década, ha sido la mala capacidad para elegir correctamente en el draft. El despido de Ryan McDonough días antes de empezar la temporada 2018-19 fue un acierto de Robert Saver, que estaba harto de ver perder al equipo con el que se había hecho en 2004 (también es el accionista mayoritario del Mallorca, apostando por D'Antoni pero sin tener la misma suerte desde la salida de Alvin Gentry, un buen tiro con grandes ideas, gasta la llegada de Monty Williams. Hubo esperanzas con Jeff Hornacek, que llevó al equipo a conseguir 48 victorias y rozar los playoffs en la 2013-14, con un juego vistoso y ofensivo que le permitió quedar segundo en las votaciones para Mejor Entrenador detrás de un Gregg Popovich que iba camino de su quinto anillo. Ahí se quedaron las aspiraciones de unos Suns que tuvieron ese año su mejor temporada en 10 años, incluido además su último récord positivo.

La gestión de McDonough, que llegó en 2013, ha distado mucho de ser correcta. Antes de su llegada, los Suns habían seleccionado a Markieff Morris y a Kendall Marshall en el puesto 13 de la primera ronda del draft. El primero está hoy en los Lakers, y el segundo dejó destellos en el peor momento de la misma franquicia antes de pasar por pena ni gloria por cuatro equipos en tres temporadas, aventura italiana incluida. Tras la llegada de McDonough, el rumbo no cambió especialmente, por mucho que en su primera campaña se rozaran los playoffs. Las primeras rondas sucesivas fueron Alex Len (puesto 5 en 2013), el hoy heroico T.J Warren (14, en 2014), Devin Booker (13, 2015), Dragan Bender (4, 2016), Josh Jackson (4, 2017) y DeAndre Ayton (1, 2018) la última elección de McDonough y, a la postre, la más acertada junto con el ya mencionado Booker.

Y todo esto, sin contar que en 2014 seleccionaron también a Tyler Ennis (18), Bogdan Bogdanovic (27) y Alec Brown (50) y que desde 2013 disfrutan de más de una selección de draft, aunque todas ellas desaprovechadas. El merecido despido de McDonough vino acompañado de la llegada de James Jones, que se hacía con el puesto de General Manager (antes ya trabajaba para la franquicia) tras ser el inseparable (y casi desconocido) compañero de LeBron James durante su carrera (de hecho, tiene los mismos tres anillo que él). Jones tuvo paciencia y esperó a que acabara la temporada para despedir a Kokoskov tras ese 19-63 de hace un año. Y tras este movimiento, empezó a mover hilos: traspasó a Jarrett Culver nada más seleccionarle en el draft y fichó a un Darío Saric que se maneja en 10 puntos por partido y ha cumplido con su papel. También intercambió a T.J. Warren (mesías en Indiana últimamente), no le ofreció la renovación de contrato a Dragan Bender y transfirió a Josh Jackson. Es decir, se quitó toda la morralla de los últimos años e intentó compensar una gestión que, además de todo lo mencionado, ha dejado escapar en el mismo periodo de tiempo a jugadores como Gerald Green, Goran Dragic, Isaiah Thomas o Eric Bledsoe. Casi nada.

La llegada de Ricky Rubio, la paulatina mejora de Devin Booker y la demostración de que Ayton es mucho más que un hombre al que sancionar, han dado alas a los Suns, envalentonados en el inicio, con una crisis intermedia que les va a acabar costando muy cara y en forma ahora. Tarde, seguramente, para este año, pero con un futuro prometedor. Ayton se mueve en 18,8 puntos y 11,7 rebotes, habiendo pívot para rato en Arizona si mejora su consistencia defensiva y gana fuerza en el tren inferior de su cuerpo. Kelly Oubre apunta a las nubes (18,7 puntos), y Mikal Bridges es un sostén defensivo lleno de intangibles que puede ser una pieza valiolísima de cara al futuro. Y tienen, los tres últimos mencionados, 21, 24  y 23 años. Una juventud que se muestra en las desconexiones puntuales que sufren durante los partidos pero que les da margen de una mejora que ya se está notando, sobre todo en esos finales de partido, Booker mediante.

En definitiva, tenemos Suns para rato. Con mucho por mejorar, han encontrado un mentor con el que crecer (Monty Williams) y que tiene la confianza de una directiva (con James Jones a la cabeza) que parece tener la cabeza más amueblada desde que Steve Kerr se marchara (en 2010) de la desértica Arizona a la clandestinidad y luego a los Warriors. Con Booker establecido como estrella y Ayton siendo una promesa en ciernes, la dupla que se pueda completar con intangibles que ya tienen puede ser muy interesante. Solo Booker tiene una gran cantidad de dinero por cobrar (158 millones para las cinco próximas temporadas) y Aaron Baynes, Darío Saric y Jevon Carter son los únicos que acaban contrato tras la burbuja. Una década después, los Suns ven la luz. Con mimbres, buenas bases, un entrenador en crecimiento y un proyecto que quiere hacer honor a Steve Nash, Charles Barkely y compañía. Y con Ricky Rubio, claro.