HISTORIA DE LA NBA

Los Pistons 2003-04: de un error histórico a tumbar a Kobe y Shaq

La elección de Milicic en el segundo puesto del draft 2003 por delante de Carmelo no fue aplaudida, pero los Pistons, excepcionalmente reconstruidos, regresaron a la élite.

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Los Detroit Pistons celebran el título conseguido en 2004 tras batir en las Finales de la NBA a Los Ángeles Lakers
LUCY NICHOLSON REUTERS

El 19 de febrero del 2004, los Pistons harían el movimiento definitivo en el proceso de construcción de un equipo campeón. Joe Dumars, que había llegado en el año 2000 a la franquicia para rescatarla de la travesía en el desierto en la que vivía desde la disolución de los Bad Boys originales y el adiós de Chuck Daly hacía casi una década, realizaba un traspaso a tres bandas junto con Celtics y Hawks. El directivo se desprendía de jugadores como Željko Rebrača, Bob Sura y Chuky Atkins y recibía a Mike James y, sobre todo, Rasheed Wallace. La joya de la corona para Larry Brown, uno de los mejores ala-pívots de la historia y la pieza clave que le faltaba a una franquicia que quería volver a conquistar la NBA después de haber sumado su último título en 1990.

Antes de eso, el sufrimiento había sido notorio. Desde 1992 hasta 2001, los Pistons se habían ausentado en cinco ocasiones de los playoffs y en otras cuatro se habían quedado en primera ronda. Esa promesa tan bien representada por un Grant Hill que era el favorito en ocupar el espacio que iba a dejar Michal Jordan, no dio réditos al equipo, que no daba con la tecla y era una sombra de aquel que había sumado cinco finales del Este consecutivas, tres de la NBA y dos títulos apenas un lustro antes. La llegada de Dumars, un histórico de esos Bad Boys, en el 2000, daba un rayo de esperanza a la ciudad, que veía nostálgica como una cara conocida llegaba a los despachos y empezaba a encadenar buenas decisiones. Entre ellas y nada más llegar, la de traspasar a Hill a los Magic a cambio de Atkins y Ben Wallace, un pívot con mimbres pero en el que Dumars vio algo más que el resto y que luego se convertiría en una pieza fundamental del título que estaba por venir.

El polémico movimiento pronto fue acallado por la inmediata lesión del alero, que en su última temporada en Detroit había promediado 25,8 puntos, 6,6 rebotes y 5,2 asistencias, siendo elegido en el segundo mejor quinteto y disputando el All Star. La siguiente campaña apenas disputaría cuatro encuentros, y sus crónicos problemas físicos, unidos al nivel de un Wallace que promedió 6,4 puntos, 13,2 rebotes  y 2,3 tapones en su primera temporada con los Pistons, dieron la razón a Dummars, que demostró con presteza su deseo de trasladar a la pista la misma cultura con la que él, junto con Isaiah Thomas, Dennis Rodman y compañía habían conquistado dos anillos en una época llena de equipos históricos (Los Lakers de Magic, los Celtics de Bird y los Bulls de Jordan, entre otros).

Joe Dumars fue el principal responsable de la reconstrucción de los Pistons

Con un récord de apenas 32-50 en un año de transición, George Irving era despedido del banquillo, que ocuparía Rick Carlisle. El cambio de entrenador no fue el único movimiento que se realizó ese verano, ya que Chauncey Billups llegaba como agente libre tras dejar unos Wolves muy centrados en Kevin Garnett y Tayshaun Prince era elegido en el puesto 23 de la primera ronda del draft. De un plumazo y sin dar nada a cambio, Dumars firmaba a otras dos piezas clave camino de un récord de 50-32 que le daba a Carlisle el premio a Entrenador del Año. Además, Wallace quedaba máximo reboteador (13) y taponador (3,5) de una temporada que acabaría en semifinales del Este, con una derrota por 4-1 ante los Celtics. Todo ello sin Jerry Stackhouse, que también había sido traspasado de forma controvertida a los Wizards (de Jordan), un movimiento que permitió que Richard Hamilton llegara a esos Bad Boys 2.0 en los que se empezaban a parecer. Carlisle sería cesado al año siguiente tras ser derrotados los Pistons en las finales del Este ante los Nets (4-0), que volaban hacia su segundo subcampeonato consecutivo. Esa ronda, la última de su conferencia, sería una de la que Detroit tardaría mucho en bajarse.

Larry Brown... y Darko Milicic

Dumars, en su afán por convertir al equipo en un verdadero aspirante, hizo dos movimientos contradictorios en cuanto al nivel de sus protagonistas, pero que le salieron bien. Para los banquillos trajo a Larry Brown, un nómada que venía de pasar la etapa más larga de su carrera con los Sixers de Iverson (6 temporadas) y que contaba con más de 60 años de edad y de 30 de experiencia en los banquillos, empezando en la ABA y pasando luego a la NBA. Brown era un buen tipo, afable y cercano a los jugadores, al que le gustaba el esfuerzo y la resiliencia, valorando esas carreras hasta la extenuación que sus pupilos hacían para competir bajo lesiones o finalizar una transición defensiva. Activo y defensivo, supo ser pragmático en Philadelphia, donde dejó a Iverson libertad para producir en ataque mientras construía un muro en defensa con Mutombo y compañía, lo que le permitió llegar a las Finales del 2001 y ser nombrado Entrenador del Año en la mejor temporada de la historia reciente de los Sixers. El año anterior, el último junto a un Iverson con el que tuvo una constante relación de amor-odio, cayó precisamente ante los Pistons en semifinales del Este (4-2), en lo que fue el último equipo (más o menos) competitivo que pudo juntar el proyecto que juntó al entrenador y a su talentoso pupilo.

Brown, fácilmente estresable por el ritmo de vida al que te obliga la NBA y con problemas cardiacos y médicos que le aconsejaban (junto a su familia) un descanso o incluso la retirada, solo aceptó el proyecto al estar hecho a su medida. Una plantilla entregada, competitiva, con un pívot poderoso y fuerte en defensa como a él le gustaba (antes David Robinson, Mutombo...) y donde podría desarrollar un estilo de juego construido desde atrás. Un fichaje ideal que fue ensombrecido por el prudente carácter del técnico y uno de los mejores drafts de la historia, ese en el que  LeBron James era elegido en la primera posición.

Por aquel entonces, el alero era ya era una estrella del instituto que había copado las portadas de algunas de las revistas del país (Sports Illustrated a la cabeza), aunque su influencia hoy ha llegado incluso más allá de lo que preveían los analistas más optimistas. Con él llegaron, en los puestos 3, 4 y 5, Carmelo Anthony (Denver Nuggets), Chris Bosh (Toronto Raptors) y Dwayne Wade (Miami Heat). Tres figuras entre las que se coló una de manera inopinada y, a la larga, inmerecida. Fue Darko Milicic, estrella del baloncesto serbio que se había proclamado campeón del mundo cadete en 2001 y sub 20 en 2002, mismo año en el que había promediado en la Euroliga 14 puntos y 7 rebotes con el Hemofarm Vrsac. Dumars, que tuvo una ingente cantidad de decisiones acertadas, se la jugó con un muchacho de brazos largos, teórica progresión para muchos ojeadores (tenía 18 años) y un futurible dominador de la zona si conseguía controlar su peso y fortalecerse de cintura para abajo.

La elección de Darko Milicic por delante de Carmelo, Bosh y Wade fue muy controvertida

Si por aquel entonces hubieramos sabido solo como se iban a desarrollar las carreras de Carmelo, Wade y Bosh, Dumars sería tachado de loco. Y es evidente que el error es histórico se mire por donde se mire, sobre todo si tenemos en cuenta que el siguiente en la lista era otra estrella del instituto, la única que había conseguido plantar cara a LeBron y salir indemne. Un Carmelo Anthony que tiene hoy ganas de reivindicarse afirmando que con él habrían ganado más anillos, algo con lo que no todo el mundo (Ben Wallace), está de acuerdo. Más adelante hablaremos de esto.

De una forma u otra Milicic se incorporaba a una plantilla en la que tendría un papel irrisorio, con menos de 5 minutos de promedio en 34 partidos y 1,4 puntos de media. Nunca encajó con Larry Brown, ya fuera por sus actitudes en los entrenamientos o sus aptitudes defensivas, y apenas jugó 71 partidos con el técnico, 2 de ellos de titular, en dos temporadas, siendo traspasado a la siguiente, ya con Flip Saunders en el banquillos, e iniciando un sainete de carrera mansa y floja donde las haya. De hecho, el serbio es considerado una de las peores elecciones del draft de la historia sea o no Carmelo Anthony la otra opción. Una carrera ínfima, poco productiva, con quejas de sus entrenadores (Rick Adelman en los Wolves) y sin encajar allí donde iba. Y excesivamente larga, ya que duró nueve temporadas, diez si contamos la última, en la que disputó un solitario partido (con los Celtics, el último de su carrera). En definitiva, una elección errónea. Pero claro, los Pistons ganaron. Y, ya se sabe, los errores cuando se gana no se tienen tan en cuenta. Solo faltaba acordarse de un tal Milicic cuando la temporada acabó en anillo.

Para eso, los Pistons tuvieron que hacer el consabido y mencionado traspaso en el que consiguieron a Wallace en el mercado de febrero, donde Dumars hizo magia por última vez pudiendo incluso mantener a Lindsey Hunter, incluido en el traspaso pero al que volvió a firmar tras ser cortado por los Celtics. Rasheed por su parte, terminó con una etapa de siete temporadas y media en los Blazers con un traspaso que le llevó a los Hawks, donde disputó un solo partido (y 20 puntos, 6 rebotes, 2 asistencias y 5 tapones) antes de poner rumbo a un nuevo destino. Pareció como si las dos piezas encajaran a la perfección. Un cuatro agresivo, excepcional defensor, gran lanzador de tres, que puede posstear o jugar abierto en ataque y que puede ayudar en defensa al otro Wallace (icónica pareja la que formaron), y emparejarse con rivales duros como Tim Duncan, Kevin Garnett o Dirk Nowitzki, dominadores de la posición por aquel entonces y tres de los mejores en su posición de siempre (igual incluso los tres mejores). Su carácter duro y protestón (primer y segundo récord de técnicas en una sola temporada con 40 y 38 respectivamente) gustaba a Brown, que quería agresividad, dureza y defensa en pista. Y la tuvo. Vaya que si la tuvo.

Las Finales contra los Lakers: el retorno de los Bad Boys

Los Pistons finalizaron la temporada con un récord de 20-6 desde la llegada de Wallace, incluida una racha de 8 victorias seguidas. Los Pistons fueron, con 84,3 puntos, la mejor defensa de la NBA empatada con los Spurs, consiguiendo además su mejor rating defensivo desde 1974. Y el sexto peor ataque, marca de Larry Brown. Además, fueron primeros en tapones y undécimos en rebotes, datos que refuerzan el estilo y que podemos sumar a las estadísticas que indican que eran el cuarto equipo que menos tiros de campo intentaba, misma posición que ocupaba en triples. Y con el sexto pace (ritmo de juego) más bajo de toda la Liga. Sobran las palabras. Richard Hamilton, que a mitad de temporada se tuvo que poner una máscara que ya nunca se quitó, era el máximo anotador con 17,6 puntos, Billups llegaba a 16,9, Wallace superaba los 13 y Prince los 10. El otro Wallace se fue a 9,5+12,4, con 3 tapones (el año anterior había promediado 15,4 rebotes, una cifra bestial). Y los hombres importantes de banquillo eran Hunter y Mehmet Okur, parcialmente utilizados por un entrenador que exprimía a sus titulares (todos por encima de los 30 minutos con Ben Wallace, Hamilton y Billups superando los 35). Ah y el récord, 54-28, fue el mejor del Este tras el de los Pacers.

Detroit superó a Milwaukee en 5 partidos en primera ronda, y se salvó de la ignominiosa situación de ser eliminado en semifinales tras tener match ball en contra en Nueva Jersey, donde ganaron dejando a los Nets en 75 puntos, 15 menos de los que promedió en regular season, antes de resolver en el séptimo. En la última ronda del Este superaron a Indiana en el sexto encuentro, histórico para ellos tras firmar sus primeras Finales desde 1990. Y con un resultado de, atención, 69-65. Es decir, que los Pacers, en el último equipo competitivo de un ya veterano Reggie Miller, anotaron 26 puntos menos que su promedio de la temporada con el escolta, ya en el final de su carrrera, en apenas 6 puntos y 2 de 8 en tiros. Indiana se quedó en un 36% en tiros de campo y un 29 en triples, además de perder 13 balones. Desde luego, Larry Brown había hecho su trabajo.

Ni aun así, la gente consideraba favoritos a los Pistons. En la final se enfrentarían a los imbatibles Lakers, esos que habían ganado los anillos de 2000, 2001 y 2002 y que parecían haber superado la eliminación de 2003 vengándose de los Spurs en semifinales con ese tiro milagroso de Fisher a 0,4 del final del encuentro y superando a los Wolves para llegar a las Finales por cuarta vez en cinco temporadas. Nada volvería a ser igual. El ataque de los Pistons funcionó al máximo y la defensa, más todavía. Los Lakers parecieron resucitar en el segundo partido, cuando un triple de Kobe forzó la prórroga sobre la bocina y evitó un 0-2 en casa que nunca se había remontado en las Finales, aumentando la creencia de que eran inmortales y sumando un nuevo aprobado en un examen estudiado el último día. Sin embargo y a pesar del empate, nada pudieron hacer los angelinos en el Palace, abandonado hace unos años para seguir esa tradición de pabellones que son mucho más que pabellones. Los de Phil Jackson, en un año fatídico por la guerra entre Shaq y Kobe en la que el técnico siempre había sido favorable al pívot, habían promediado 98 puntos por partido, solo superaron esa cifra en el game 2... con prórroga. Y en el tercero se quedaron en 68, una cifra bochornosa. La lesión de Malone en el cuarto, único que contó con algo más de oposición de los disputados en Detroit, acabó por finiquitar una serie sin historia y un proyecto, el de la adimensional pareja de los Lakers, que había llegado hasta donde el carácter de ambos había soportado.

La relación entre Shaquille O'Neal y Kobe Bryant se rompió definitivamente en la temporada 2003-04

La lucha de egos y el relato hollywoodense dieron mucha bola a esa derrota, pero al final, la realidad era que los Pistons volvieron a conquistar la NBA con Billups de MVP y dejando a Kobe, magistralmente defendido por Prince y sus largos brazos, en 22,6 puntos con un 38% en tiros. Y 11 tantos en el tercer encuentro, su mínimo en unas Finales. El quinto encuentro, en el que Ben Wallace se comió a O'Neal (26+10, buenos números) con 18 puntos y 22 (¡!) rebotes, representó la derrota de los Lakers, pero también el retorno de los Bad Boys, que volvía a dominar la NBA con una cultura creada desde arriba por Dumars, uno de los representantes de la anterior. Fue el final del proyecto en torno a Kobe y Shaq, poniendo el pívot rumbo a los Heat y perdiendo los angelinos por el camino a un Phil Jackson que regresaría tras una tempora de descanso para poner las primeras piedras en la última era dorada del mítico equipo. Y el cúlmen de la carrera de Larry Brown, que cumpliría con su naturaleza de nómada manteniéndose solo un año más en Detroit, no sin antes llegando a otras Finales, esta vez con derrota ante los Spurs (4-3). El mismo año en el que, por cierto, tuvo lugar la famosa pelea del Palace contra los Pacers, que alimentó la leyenda sobre el especial carácter de gente como los Wallace (especialmente Rasheed) y supuso multas históricas, sobre todo para los visitantes (y en concreto para Ron Artest).

La última ronda del Este sería el tope de los Pistons con Flip Saunders hasta 2008, año en el que Ben Wallace ya formaba parte del roster de los Cavs y Antonio McDyess era el pívot titular. En 2009 llegaron por última vez a playoffs, ya sin Billups, cuyo traspaso a los Nuggets por un Iverson que no llegó a funcionar supuso el fin definitivo de un proyecto que desde 2002 no se bajaba de las 50 victorias y que desde el primer año de Larry Brown hasta el último de Flip Saunders logró 54, 54, 64, 53 y 59 victorias. Dumars, el gran responsable la última etapa dorada de la franquicia, aguantó hasta 2014 cuando el quinto año consecutivo de playoffs forzó su salida. Los Pistons ficharon entonces a Stan Van Gundy en un camino al averno que habían iniciado años antes, que ya todo el mundo conoce y del que poco más queda por decir.

Como lo prometido es deuda y hay que hablar de Carmelo, diremos que es imposible vivir de los condicionantes. Nadie sabe qué habría pasado con él. Es cierto que habría dado un empujón ofensivo tremendo al equipo y que podría haber tenido un buen desarrollo en manos de un entrenador cercano como Larry Brown. Pero es difícil ver su encaje en un perfil defensivo que nunca ha dominado. Milicic disputó cuatro minutos combinados en todas las Finales, algo más de 10 en todos los playoffs. Pero los Pistons ganaron un anillo que Carmelo no ha podido ni ver de cerca. Los condicionales, por muchos que generen debate, sirven de poco. La 2003-04 supuso el retorno de los Bad Boys. Tiempos añorados por una franquicia que, sobra decirlo, no es más que una sombra de lo que en su día fue.