BALONCESTO | CORONAVIRUS

"Quiero hablar de un jugador de baloncesto, mi hermano"

Luis Pérez Suárez es el primer médico del Summa 112 fallecido a causa del virus. Jugó en la selección júnior con Romay y Llorente. Su hija, Marta, milita en el Barakaldo.

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Luis Antonio Pérez Suáre posa con la preselección júnior de 1976. Arriba, en el cento, José Luis Llorente. Justo debajo, Indio Díaz y Fernando Romay.
Diario AS

Luis Antonio Pérez Suárez tenía 61 años y falleció el pasado domingo a causa del coronavirus. Fue el primer doctor del Servicio de Urgencias Médicas de Madrid (SUMMA) en perder la vida a causa del virus. Trabajaba en el Hospital Vallés de Alcalá de Henares y lo compaginaba con la atención domiciliaria del Summa 112 de El Molar (Madrid). Después de más de 30 años de carrera médica, se le consideraba uno de los pioneros en la atención de emergencias en Madrid.

Deja mujer, que ejerce como ginecóloga, y tres hijos, uno de ellos traumatólogo y la mediana, Marta Pérez, de 25 años, futura MIR y jugadora de baloncesto en el Barakaldo de la Liga Femenina 2. Como lo había sido su padre, un prometedor base que llegó a entrar en la convocatoria de la selección júnior junto con Romay, José Luis Llorente, Indio Díaz... Luego militó en la Primera B con el Complutense de Alcalá de Henares, el germen del Cajamadrid de la ACB.

Luis Pérez Suárez, el primero por la izquierda de la fila de abajo, con el Complutense de Alcalá de Henares que jugó en Primera B.

"Tenía una alteración congénita en el corazón y lo mandaron a trincheras", explica su hija, que recuerda lo que su padre le escribió antes de morir: "Algo he hecho mal para infectarme. He fracasado. No puedo ayudar y he arriesgado a mi familia". Marta le lanza esta promesa: "Voy a ser tu voz y la de todos los enfermos que se han ido".

Enrique, hermano de Luis, lo recuerda con este artículo: "Quiero hablar de un jugador de baloncesto, mi hermano".

El artículo de Enrique Pérez Suárez dedicado a su hermano Luis

Quiero hablar de un jugador de baloncesto, mi hermano, Luis Antonio Pérez Suárez, médico del Summa 112 de la unidad de atención domiciliaria de El Molar, que falleció este pasado domingo 5 de abril de Covid-19.

Imaginen hace 43 años a un joven de 18, a un base de 1,92 m que manejaba el balón como si midiera 1,50, con una visión del juego que recuerda al mejor Magic Johnson "sin florituras". Tenía muchos argumentos. Su facilidad en el dribling y su asombroso cambio de ritmo nos dejaban a todos con la boca abierta y a sus rivales yendo siempre a su rebufo. Su visión en la distribución del juego era prodigiosa. Hacía que hasta los compañeros más despistados se colocaran en su sitio.

Se prodigaba poco con los tiros a larga distancia, que entonces no sumaban tres puntos, pero con una efectividad que asombraba. "Pero tira tú", le decíamos desde la grada. Su punto fuerte en ataque era el pase. Colocaba el balón donde nadie lo esperaba. Hasta sus pívots se sorprendían con aquellos balones imposibles, con aquellas asistencias que por sí solas valían dos puntos. Sus pases eran dirigidos por tecnología digital y tenían una trayectoria tan oculta e impensable, que siempre provocaba la misma expresión: "¿Por dónde lo ha colado?".

Imaginen a un chaval de complexión asténica y de unos brazos tan largos que en su sombra se proyectaba la imagen de un extraterrestre. En su posición defensiva era un gran muro. Con los brazos como un pulpo incomodaba tanto a los bases rivales que les obligaba a dar su primer pase desde el mediocampo. Su balance defensivo era muy bueno y siempre bloqueaba el rebote para secar a sus oponentes.

Otra buena faceta de su juego era su transición. Pedía la pelota y rápidamente se colocaba en campo contrario. Súmenle a todo esto una elegancia en el correr y en el jugar que recordaba a la del futbolista Laudrup.

Mi hermano estuvo en la selección júnior en una convocatoria con Romay, López Iturriaga, Sibilio y en una preselección con Llorente, Arcega, Indio Díaz. Jugó torneos con la selección española júnior e incluso recuerdo un partido en nuestra ciudad, Alcalá de Henares. Finalmente, fue descartado por el seleccionador y entones decidió ir cambiando el baloncesto por la medicina.

A mi hermano le ocurrió como al futbolista argentino Trinche Carlovich, que no pasó de la segunda división y del que se decía: "El que no lo vio se lo perdió". Siempre me enseñó que es más bello un buen pase, una buena asistencia, que apoyarse en el tablero a medio metro y sumar dos puntos. La estética de un buen pase por encima de la efectividad. Nunca ha estado bien valorada la discreción. Era muy callado.

Mi hermano, además, era muy buena persona y un gran médico, pero esto merece un capítulo aparte. DEP.

Enrique Pérez Suárez