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Los Lakers 2019-20: la última oportunidad para una nueva era

Proyectos fracasados, jugadores desperdiciados, caos en la directiva... Los Lakers, ante su última oportunidad de iniciar una nueva era y salir de la mayor crisis de su historia.

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Anthony Davis señala al cielo antes de un partido

Empieza la temporada soñada para los Lakers. La que puede abrir una nueva era. Lo dicen las apuestas deportivas, la plantilla que tienen, los aficionados que sangran púrpura y oro y los que no. También los expertos deportivos, los analistas cercanos y los que están al otro lado del Atlántico, contemplando de lejos el inicio de una de las campañas más revolucionarias y atractivas de los últimos tiempos. Todo el mundo coincide. Y que nadie se apunte luego el tanto si el proyecto fracasa ni que lea lo que no se ha escrito: nadie dice que el anillo sea suyo, pero sí que van a pelear por él. Al menos, esa es la intención de la franquicia más glamurosa, carismática y (casi, los Celtics tienen un anillo más) ganadora de la historia.

Motivos hay para pensarlo y para creerlo. El talento está ahí, no cabe duda. Está en jugadores que se encuentran en el mejor momento de su carrera y que tienen todas las armas para ser los dominadores de la NBA. También está, más o menos escondido, en baloncestistas que vivieron su mejor momento hace ya una década pero que quieren la reinvención y/o la redención. O ambas cosas. Y está en promesas jóvenes que se mantienen en un proyecto que ha dejado por el camino un reguero de víctimas que, en forma de rondas del draft , directivos y entrenadores, han ido a parar a otros equipos (o no) para demostrar a los angelinos que se equivocaban.

No hemos visto en los Lakers la tradicional progresión que otros equipos han tenido para construir un proyecto ganador. Estamos hablando de una franquicia acostumbrada a todo y que se ha visto reducida a la nada desde que pisó los playoffs por última vez hace seis años. La marcha de Howard tras el proyecto fallido de la 2012-13 y la confirmación de que Nash no daba para más dejó las puertas abiertas a una reconstrucción eternamente postergada. Del 'probemos con Pau y Kobe' del 2014 pasamos al 'firmemos a Kobe una extensión millonaria' porque sí y porque se lo merece. De ahí, paulatinamente, camino al averno: proyecto con Luke Walton, rondas del draft, llegada de LeBron... y al final, Walton como chivo expiatorio y rondas del draft mal gestionadas y luego traspasadas mientras LeBron se daba un choque de realidad con un Oeste ultracompetitivo y con un cuerpo que camino de los 35 años no se comportaba igual que con 25. Ni que con 33.

Kobe ha sido el último ídolo de los angelinos

Y todo esto sin una sola oportunidad real de ser siquiera aspirantes para el campeonato. Nadie duda de que Kobe y sus cinco campeonatos lo han sido todo para una franquicia histórica. Tampoco que su sombra es alargada y que los Lakers tardarán en encontrar y sobre todo en aceptar a un nuevo héroe. LeBron, por edad, no tiene tiempo para tener la misma trascendencia y Davis aún no tiene asegurado un futuro de púrpura y oro que dependerá y mucho de lo que pase este año por mucho que diga que quiere pasar la vida en el Staples. Pero tampoco nadie duda de que la directiva hipotecó a la franquicia con un último contrato multimillonario regalado a un Kobe que jugó 6 partidos en la 2013-14, y 35 y 66 en sus dos últimas campañas (las del contrato), que le sirvieron para despedirse con 50 millones más en el bolsillo y una leyenda imborrable que le dejó como uno de los mejores jugadores de todos los tiempos.

Ahora ha llegado una oportunidad real. Una de verdad. Pero una oportunidad que hay que ganarse y trabajarse. Un verano muy movido ha dejado a una plantilla prácticamente nueva de la que han terminado de salir las selecciones de draft que los Lakers parecían no querer. Lonzo, Ingram y Hart se unen a Clarkson, Nance Jr. y Randle en esa vorágine de jóvenes promesas que no interesaban a una entidad acostumbrada al éxito inmediato pero que se ha dado cuenta de una realidad tan incómoda como objetiva: ganar no es fácil. Nunca lo es. Proyectos construidos desde abajo como los Warriors o los Thunder sobrepasaban a los angelinos, que no han tenido paciencia ni con sus selecciones de draft ni con sus entrenadores y han buscado el camino más rápido, que no por ello inmoral. Los traspasos forman parte de la legalidad de la Liga y gracias a ellos Anthony Davis ha acabado en Los Ángeles. Y no para jugar en el hermano ya no tan malo, como ha hecho Kawhi. Este ha acabado en el equipo grande (por historia, anillos y legado). En el que quería acabar.

Y en el que estuvo apunto de acabar en febrero sino fuera por la inoperancia mostrada por Magic Johnson en los despachos. El sainete de Davis, que pidió el traspaso cuando quedaban pocos días para el cierre del mercado de fichajes, desmadejó a los Lakers, que no supieron gestionar una negociaciones que tuvieron muchos cadáveres como consecuencia. Dell Demps, General Manager de los Pelicans, era despedido tras la fracasada operación. Peor fue lo de Magic, que se fue en mayo diciendo a todo el que quisiera escucharle eso de las 'puñaladas por la espalda' que había recibido de Jeannie Buss, favorable a Walton, o de Rob Pelinka, su teórico aliado en los despachos.

La mencionada inoperancia es subjetiva, pero fue un argumento que cobró fuerza cuando se vio como Pelinka cerraba en junio lo que Johnson, otro hombre con un legado eterno en la NBA y en los Lakers, no fue capaz de cerrar meses antes. Y quedándose a Kuzma, el último reducto de esa camada de rondas del draft que les queda a los angelinos. Magic también quería meterle en el traspaso. A él y a todos. Las filtraciones con los nombres concretos que se incluían en el traspaso acabaron minando la moral herida de un equipo a la deriva en la última parte de la temporada y aquejado por las lesiones durante su totalidad.

La última oportunidad

El desastre de la 2018-19 acabó con Walton despedido (y fichado por los Kings) después de no contar con el apoyo del entorno de LeBron (un clásico) ni de Magic. Jeannie Buss, que ya había ganado su juego de tronos particular haciéndose con el control de la franqucia a pesar de los intentos de golpe de estado de sus hermanos, no se opuso. Tampoco hizo nada para detener la marcha de Magic, al que ella misma puso al mando. Pelinka funcionó en los despachos y trajo no sólo a Davis, sino a Green, Cousins (y Howard tras su lesión), Norwell, Dudley, Bradley... un equipo prometedor y dirigido en los banquillos por la improbable elección de Frank Vogel.

Magic, Pelinka y Jeannie Buss iniciaron una alianza que ha acabado rota y con el ex jugador fuera de la franquicia

Improbable por inesperada, no porque sea mal entrenador. De hecho ha sido el entrenador de uno de los equipos que más cerca estuvo de acabar con el dominio de LeBron en el Este. Fue cuando entrenó a los Pacers. Hoy tendrá un papel (papelón) totalmente distinto. Tendrá que dominar un hervidero de egos (Rondo, Howard) y sacar lo mejor de Davis mientras gestiona el trato con LeBron, con el que hay que ir con pies de plomo si no quieres meterte en problemas. Y además tendrá un arma de doble filo a su espalda: Jason Kidd, que sonó mucho como técnico principal pero que finalmente y para alivio de muchos acabó de asistente.

La otra gran duda es el propio LeBron. Camino de los 35 años, después de quedarse sin playoffs por primera vez desde 2005 y perdiéndose más partidos que nunca en temporada regular tiene que tomar una decisión. O se echa a un lado o sigue siendo la primera referencia en ataque. Será lo que él quiera. Porque sí y porque se lo merece. Igual que Kobe se merecía esos 50 millones. Su legado en el baloncesto es un hecho que nadie discute y ni Davis ni Vogel tomarán la decisión por un alero que sigue siendo una bestia sobrehumana que podría seguir produciendo como primera espada. No le sorprendería a nadie. Al fin y al cabo, está jugando por algo más. Por ser el mejor jugador de la historia. Ya ocupa, no por unanimidad pero si por amplio consenso, el pódium junto a Jordan y Jabbar. Y hay gente que le pone por delante del pívot. Retirarse con un nuevo anillo podría ayudarle a escalar dónde algunos ya le ponen. A la cima.

Y luego está Davis. Es una bestia humana, un jugador capaz de producir en ataque y en defensa. En las últimas tres campañas ha hecho 28+12+2, 28+11+2 y 26+13+4. Ésta última se la pasó lesionado y con restricción de minutos. La franquicia no quería negociar con una estrella rota. Antes de esa lesión sus números eran de escándalo: más de 29 puntos, 13,5 rebotes, más de 4 asistencias, casi 2 robos y 2,6 tapones. Sencillamente impresionante. Un baloncestista que puede convertirse en la cara de una de las mejores franquicias de la historia (sino la mejor) y de paso asaltar un anillo que le ha sido esquivo en el diminuto mercado de Nueva Orleans. Es lo que le falta por experimentar. Los emoción de los playoffs. De momento, su techo es la segunda ronda. Poca cosa para un hombre de su dimensión.

Puede convertirse en la cara de una de las mejores franquicias de la historia... o no. Es el peor escenario, el que nadie maneja y del que nadie quiere oír hablar. Pero por esto precisamente estamos hablando de la última oportunidad de los 'nuevos Lakers'. Se la están jugando. Davis, que es agente libre el próximo verano, ha jurado y ha prejurado que renovará con los los angelinos, pero en un año pueden pasar muchas cosas. Irving también aseguró su renovación con los Celtics y ya sabemos cómo acabó el culebrón. Si Davis se va en 2020 te quedas con un LeBron camino de los 36 años y sin la base que conformaban todas las rondas del draft de las que te has ido deshaciendo... el proyecto se quedaría en nada.

LeBron, camino de los 35 años, puede estar ante su última gran oportunidad de luchar por el anillo

Evidentemente, es una posibilidad pero no (ni mucho menos) una certeza. Tampoco sería el fin de una franquicia que encontraría la manera y los millones para recuperarse antes o después. Pero no deja de ser una posibilidad que los Lakers tendrán que tener en cuenta y saber gestionar en toda su estructura. Desde la cúpula hasta el más humilde peón. 

Eso sí, nos estamos poniendo en lo peor. Algo que nadie imagina en una Liga en la que, recordemos, ocurren cosas inimaginables. Pero algo improbable al fin y al cabo. El talento está ahí. Si la salud acompaña a LeBron y a Davis el equipo debería meterse en playoffs. Si Howard parece tan renovado como dice, Bradley mete tiros liberados, Rondo responde y Caruso muestra el buen nivel que ya dejó ver en fases de la campaña pasada (y que no ha tenido en pretemporada) estamos hablando de un equipo serio, con profundidad de banquillo (Dudley, ¿Norwell?) y gente con experiencia en playoffs (Danny Green).

Que nadie se apunte un tanto luego. El talento existe y todo el mundo, con la voz más o menos alta, tiene en cuenta a los Lakers este año. Porque lo dicen las apuestas, los General Managers, los analistas y los jugadores. Porque tienen a Anthony Davis. Porque tienen a LeBron. Y porque son los Lakers. Una franquicia histórica que tiene sed de títulos y hambre de victorias. Un equipo al que solo le vale ganar. Una entidad que vuelve a pensar en el anillo.

Hay una cosa que está clara: los Lakers van a estar ahí... lo que no sabemos es dónde