Scariolo: "Como Cenicienta, mi permiso caduca en Tokio"
El técnico hace balance de este mes mágico en el que calcula que tuvo dos horas libres. Una, para pasear por Venice en Los Ángeles. Otra, para comer con Orenga en Guangzhou.
En Estados Unidos decía que hay victorias que no duraban ni una noche. ¿Cuánto va a durar este título?
Pues poco y mucho. Poco, porque sinceramente el 95 por ciento de mi cerebro está ocupado en lo que viene. La organización y la planificación de la temporada con la cantera y con el primer equipo porque ya se plantean fechas... Y mucho, porque yo espero y cuento con que un acontecimiento tan extraordinario, los que tienen la oportunidad y el fantástico oficio y responsabilidad de hacer que sus efectos a medio y largo plazo sean positivos y gratificantes para el baloncesto español, lo hagan bien. Es como cuando a nosotros nos entregan a un equipo que ha ganado. Entonces hay que mantenerlo ganador. Ahora les hemos puesto un listón alto y es tarea suya que este grandísimo éxito pueda tener un efecto o una serie de efectos de todo tipo. La pasión de la gente, el reclutamiento, el interés mediático, de los patrocinadores. Hay ejemplos colaterales positivos que no hay que dejar escapar.
Esa imagen suya, con los técnicos bailando alrededor suya después de acabar la final. ¿Eso es la felicidad?
Sí. Es un momento de gran felicidad porque has compartido tantas horas, codo a codo con algunos y con otros con un contacto menos directo pero muy frecuente, porque son los que me dan el pulso de la evolución física y anímica de los jugadores, hora a hora más que día a día. Y los que tienen una tarea física muy exigente. Estar pendiente de la salud de los jugadores y de unos horarios de trabajo que a veces son inhumanos. Siempre son los que menos gratificación mediática y de escaparate tienen y sé que ellos tampoco la necesitan para hacer bien su trabajo, pero sí es correcto dársela porque la merecen.
Por la duración que ha tenido este proceso, dos años desde que empezó a construir el equipo en Benahavís, ¿diría que esta es su obra maestra?
Sinceramente, no. Ni lo diría ni me pondría a evaluarme a mí mismo. No soy capaz de hacer eso en esos términos. No soy el que me tiene que evaluar así como soy el único que debe valorar mi trabajo, porque soy el que más herramientas tiene para hacerlo y soy el juez más severo con nuestras decisiones. Pero de cara al exterior y al resultado en sí, creo que no tengo que perder ni un segundo ni una palabra para evaluarme. Que cada uno haga lo que considere correcto. Valoro más la evaluación interna.
¿Pero siente el reconocimiento?
Esto es curioso (risas). A veces, ganas un partido con una decisión de riesgo y parece que eres un genio cuando sin embargo es cien veces más importante todo el trabajo de construcción del equipo: el establecimiento de los roles, las rotaciones, la preparación de los partidos. Hay cosas que pesan mucho más, que reconozco que es difícil detectar desde fuera. Y luego, se te evalúa en función de una decisión o de un momento de un partido que no ha tenido el peso que puede parecer desde fuera. Vuelvo a lo mismo. Igual que hay que estar tirando a cero pendientes de las opiniones externas cuando son críticas, hay que ser coherentes y estar bastante ajenos cuando son entusiastas. Hay que mantener un equilibrio interno en el que es uno quien tiene que ser objetivo consigo mismo. SI los datos que tenías a priori hacían lógica y acertada la decisión y luego la pelota no ha entrado; o si la evaluación de los datos no era correcta. Ahí es donde va el análisis y la autovaloración. Tus referentes son tus colaboradores y tus jugadores. Y luego hay un jefe que es la FEB. Pero la evaluación del trabajo sólo te la puede dar tu gente, sobre todo cuando tienes jugadores con tanta experiencia, tanto conocimiento del juego y tantos entrenadores buenos durante su carrera, que saben detectar cuándo se están haciendo bien las cosas.
¿Cómo gestiona su tiempo? Da la sensación de que es capaz de llegar a todo: seleccionador, director deportivo de la FEB, ayudante de los Raptors...
Con organización y sacrificio. Organización por no dedicar nada de tiempo a lo que no merece la pena y dedicársela a lo que lo merece pero sin darle cinco vueltas extra que normalmente no te llevan a nada. Y sacrificio, porque algo tienes que dejar al margen y casi siempre son las cosas que te gustan más como pasatiempo y tu familia, que tiene que estar preparada de salida y dispuesta a vivirlo para que puedan aguantar tus ausencias y no te lo hagan pesar, porque eso sería una carga emocional complicada de soportar.
Habla de la familia. ¿El hecho de que la traslade este año a Canadá significa que su plan es quedarse en Norteamérica algunos años?
Es una decisión que tiene distintas raíces. Una, es que un año separados es mucho. Y no queríamos encadenar otro. Dos, que nuestro hijo se ha trasladado a Nueva York, y eso está a una hora de vuelo. Y tres, que queríamos que nuestra hija, que ya ha vivido en España, Italia y Rusia, tenga una experiencia en Norteamérica porque creo que es enriquecedora para un adolescente. La decisión es a un año vista. Es un año de decisiones importantes. No tanto de la NBA porque tengo un año más de contrato y tengo intención de cumplirlo, sino porque mi hija termina el instituto, termino mi contrato con la FEB. Habrá que tirar las sumas y ver dónde estaremos.
¿Cuándo se sentará con la FEB para hablar de su futuro? ¿Su plan es seguir?
No hay una fecha porque la comunicación es diaria. Hay una sintonía que hace que ninguna de las dos partes tenga la necesidad de imponer deadlines a la otra. Si fuera sólo cuestión de sentarse, sería lo de menos. Hay componentes importantes como la familia y el equipo, porque el permiso, como Cenicienta, caduca a medianoche del último partido de los Juegos de Tokio. Ahí la carroza se convierte en calabaza. Y a partir de ahí, si los otros componentes están convencidos hay que contar con ellos. Han sido el factor decisivo para que pudiese estar, y lo serían por un lado o por el otro de cara al año que viene.
No sé si le han llegado inputs de cómo ha vivido el universo NBA el éxito de la Selección.
Han sido dos días en los que hemos estado más con la cabeza aquí. Me han llegado muchos mensajes, incluso durante la competición, de Masai (Ujiri), de Nick (Nurse) y les he notado sinceramente felices porque es una razón de prestigio para los Raptors. Aparte, ellos han sido parte importante de que esta situación se pudiera dar. El mundo de la NBA, en general, está más pendiente del USA Team que de otra cosa. Es su característica, su idiosincrasia. A nivel de información, los profesionales tienen información detallada de todo y estoy convencido de que han apreciado y valorado lo que hemos hecho. A nivel mediático la atención está proyectada sobre la decepción que ha conllevado el séptimo puesto de Estados Unidos y cómo evitar que en los Juegos pueda repetirse esto.
¿En su mente está ahora mismo ser primer entrenador de una franquicia NBA?
No está en mi mente en el sentido de que yo no estoy pensando en ello y activándome o planteando un discurso con mi agente para eso. Estoy cómodo en el rol en el que estoy. Somos tres segundos entrenadores con el mismo peso y la misma importancia. Siento el respeto del front office, del primer entrenador y de los jugadores. Tengo una función operativa y de ser escuchado que me gratifica. No le puedo decir hipócritamente que dentro de dos años, si surgiera algo, no lo escucharía. Eso no tendría ningún sentido. Pero tú a veces vuelas en el tiempo y te pones dónde estarás. Y, francamente, a mí no me importaría verme donde estoy ahora. Realmente es algo que me gratifica y que me da nivel de respuesta del juego que es lo que buscaba y lo que quería encontrar. Una profundización del análisis del juego con tantas herramientas y con los grandes talentos del mundo a lo que tienes que entrenar o intentar frenar.
Pero usted siempre ha dicho que quiere huir de zonas de confort. Esa aspiración de ser primer entrenador de NBA podría ser un nuevo motor para usted con 58 años.
Primero sería con 60... Porque si tengo 58 y tengo que sumar dos temporadas, eso ya serían 60. No es una cosa imposible porque el entrenador de Cleveland tiene más y no había entrenado incluso en la NBA. Pero sinceramente no lo veo como algo probable. Es más probable que no pase. Aunque hay otra gente con conocimiento del tema y Warren Legarie, que es mi agente desde hace 30 años y que ahora coincide con ser el más poderoso, sí lo ve. Pero a mí me cuesta verlo. Y sobre todo, le desvelo un ejemplo. Este año, una franquicia me ha llamado para el cargo de associated coach. Si le digo la verdad, al minuto dos de la llamada de Warren para decirme que habían pedido permiso a los Raptors para hablar, me hablé a mí mismo. Es como esas veces que uno mismo se manda una señal. A los dos minutos me dije: "quédate donde estás porque no es lo que buscas en este momento, incluso a nivel familiar". Así que le dejé terminar educadamente y le dije que a quién le tenía que dar las gracias, que lo he hecho luego. Pero que le dijese a los Raptors que no estaba interesado en esa entrevista porque sería hacerle perder el tiempo a unos y otros.
¿Cómo cree que ha cambiado su manera de convencer a los jugadores de aquel técnico que empezó en Pésaro comparado al que ahora siguen como a un gurú?
Es cierto que al inicio era muy impulsivo. Incluso esa podía ser la forma de expresar tanto entusiasmo y tanta locura, que podía ser incluso positiva en una época en la que en el baloncesto no había ni la centésima parte de las posibilidades de análisis que hay ahora. Ahora no tiene ningún sentido. Ahora cuando veo a compañeros volverse locos en un banquillo en la línea de banda digo: hostias, estos tíos tienen que ser unos fenómenos. Porque estar ahí bailando, saltando, gritando, y acertando en la toma de decisiones... Porque tu trabajo no es hacer el payaso en una línea de banda. Es tomar decisiones. Igual son muy buenos y mejores que yo pero, francamente, ponerme a hacer de cheerleader y a la vez acertar cuando tengo que hacer un cambio de defensa, de mandar un sistema... no sería capaz. Y no creo que los jugadores necesiten a un animador del tifo en la línea de banda, un hooligan. Necesitan a alguien que les transmita tranquilidad.
El poso de los años.
Es la evolución de una persona. Todos somos revolucionarios con 20 años y luego entendemos que las revoluciones a veces no se hacen con la bandera y la escopeta sino cambiando poco a poco las cosas en las sedes que hay que cambiarlas.
¿Qué es importante que la gente entienda con vistas a Tokio? Porque ahora las expectativas se van a desatar... y ¿qué ha pensado respecto a Pau y su rol en el equipo? Será un jugador de 40 años entonces.
Es muy pronto. Yo creo que todo el mundo es consciente de que este Copa del Mundo ha sido algo inesperado, que no casual, porque ha sido fruto de muchísimo trabajo y mucho esfuerzo por parte de mucha gente, pero que ese no es el resultado de referencia. Nadie que tenga dos dedos de frente puede pensarlo. Pero a la vez, este campeonato ha demostrado cómo es este equipo. Que el corazón, que es muy grande, mueve sus piernas y el cerebro de estos jugadores es capaz de encontrar recursos de competitividad donde no los hay. Repetir no puede ser clasificado como objetivo. Pero ojalá podamos dar este último baile manteniendo una competitividad que nos haga luchar para pelear por subir al podio. Eso sería un colofón extraordinario de este otro ciclo que se va cerrado.
¿Y Pau?
Dependerá de sus condiciones físicas y de su temporada en Portland. Es un discurso que hay que hacer con honestidad hacia todo el mundo. Hacia Pau, hacia sus compañeros. Hacia los aficionados. Creo que sería igual de injusto hacia todos decir que Pau tiene un puesto garantizado en el equipo aunque no pueda jugar. Eso sería una injusticia hacia el propio Pau que sería el primero en no quererlo. Pero yo soy optimista en que, él, como me decía este lunes, esté bien, bien recuperado. Que pueda hacer una temporada en la que pueda ayudar a su equipo y que pueda tener la recuperación física tras un año de inactividad para poder ayudarnos como. No con las mismas expectativas y el mismo rol que tenía antes porque eso sería una estupidez decirlo. Pero para complementar en la cancha el trabajo de sus compañeros con el valor añadido de lo que puede aportar fuera de la cancha. Eso no se pierde. La figura del capitán-no jugador es una figura del tenis, no del baloncesto. Nosotros tenemos doce plazas, doce jugadores. Y todos tienen que aportar. Luego uno puede jugar más y otro menos. Pero tiene que ser jugador, entrenar, llevar el ritmo de entrenamiento de los demás. Conociendo la motivación de Pau para conseguirlo y su capacidad de esfuerzo y sufrimiento cuando se pone un objetivo, soy optimista en que lo pueda conseguir.
En Wuhan, Djordjevic hizo un corrillo con los periodistas españoles y dijo: "A mí no me engañáis, España siempre hace lo mismo". ¿Estaban engañando a todos?
Es que parece que no nos hacen caso y siempre es la misma película. Nosotros no nos engañamos. Estaba viendo la previsión que una web muy acreditada y que hace trabajos para medios de nivel internacional hizo antes del Mundial y, en paralelo, lo que ha pasado. Antes del Mundial, los periodistas de todo el mundo nos veía como equipo decepción del Mundial. Y yo me preguntaba: ¿Por qué decepción? Porque si te falta medio equipo... La decepción es cuando las expectativas se frustran, no cuando tú no consigues hacer lo que hacías hace cinco años en una situación diferente. Entiendo que la evaluación del roster, si la haces mirando el talento, te hace a ver que éramos el quinto o sexto equipo. Pero a la vez, creo que este equipo ha demostrado durante años que tiene más recursos que el talento individual de los jugadores. En Lille, aparte de esa exhibición de Pau, ya no tenía la suma del talento individual como primer plano. Lo que hace especial a este equipo ya era y es su química, su capacidad competitiva, su capacidad de luchar. De no bajar los brazos cuando las cosas se ponen complicadas. De cerrarse en sí mismo y aislarse. Era difícil. Yo mismo, y es lo que me da optimismo de cara al futuro, me decía "tenemos menos talento pero otros valores. ¿Por qué tienen que desaparecer? No veía la razón. Porque habiendo sido tan buenos en esto, ¿por qué no pensar que podremos exprimir lo máximo de todo? Me pareció fuerte que, siguiendo nuestra trayectoria, no íbamos a traicionarnos. Nosotros no nos hemos traicionado nunca. La única vez que no hemos ganado una medalla ha sido porque un tío nos ha metido un triple de nueve metros y nos ha eliminado en cuartos. Siempre hemos demostrado que hemos sido muy buenos en ser equipo. Otra cosa es que llegues al éxtasis. Tú puedes dudar del talento, o constatarlo. Pero dudar de los valores de este equipo, eso sí que es fuerte. Te hace pensar que la gente no hace bien su trabajo cuando nos evalúa.
Después de ser manteado en Colón por los jugadores, ¿qué fue lo último que les dijo antes de despedirse?
Que no me soltaran (risas). No, me despedí después del partido porque sabía cómo son estas cosas y que luego se dispersan. Mi momento de despedida fue antes de que me ducharan. Les di las gracias, agradecí la labor de las personas que está detrás del escenario y que han puesto no granitos, sino ladrillos para que sólo nos concentrásemos en jugar.