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HISTORIAS DEL MUNDIAL

"¡Estúpido Petrovic!"

El 19 de julio de 1986, la Unión Soviética y Yugoslavia jugaron uno de los partidos más grandes de la historia del Mundial de baloncesto con un final absolutamente inesperado.

Actualizado a
Drazen Petrovic, durante un amistoso previo al Mundial contra Francia.
Dimitri IundtCorbis/VCG via Getty Images

El 19 de julio de 1986, la Unión Soviética y Yugoslavia jugaron uno de los partidos más grandes de la historia del Mundial de baloncesto con un final absolutamente inesperado y del que, si no han advertido su final por el titular de este artículo, es recomendable que pasen por YouTube y le echen un vistazo. La nómina de protagonistas hace temblar. Era la URSS de Sabonis, Tkachenko, Thikonenko, Homicius, Valters, Kurtinaitis, Tarakanov y Belostenny. Lo de Yugoslavia era de locos: los hermanos Petrovic, Dalipagic, Divac, Arapovic, Cvjeticanin, Arapovic, Cutura.

Petrovic, elegido luego en el quinteto ideal del Mundial, llevó el ritmo de un partido jugado en un contexto especial. La sede era el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid y ya sabemos qué cosas le había hecho Drazen al Madrid a principios de los 80 con la Cibona. Quién iba a decir que luego vestiría la camiseta blanca... Yugoslavia se vio ganadora del partido y Petrovic empezó su show, increpado por la grada del Palacio. El Genio de Sibenik se permitió el lujo incluso de recoger algún objeto que caía sobre el parqué y eso enervó todavía más al personal. Entonces sucedió lo increíble. Después del 81-72, que Petrovic celebró con un molinillo de brazos en señal de victoria, Cutura anotó el 85-76. El partido estaba liquidado, pero un triple a tablero de Sabonis, otro loco de Thikonenko después de una pérdida de Radovic y uno final de Valters casi sobre la bocina mandaron el partido a la prórroga. Todo esto después de que un jovencito Vlade Divac, 18 años, se muriese de miedo con 82-85 y cometiese unos dobles. El final del partido estaba escrito.

La Unión Soviética ganó en el tiempo extra, pero había más. El veterano Drazen Dalipagic, que había pasado por el Real Madrid, estuvo todo el torneo tratando de calmar a Drazen Petrovic, que en Tenerife había llegado a despedirse de la afición a base de cortes de manga, trató de defenderlo: "Fuera de la pista es un chico extraordinario, pero he intentado convencerle de que un gran jugador como él debe saber comportarse también en la pista". Petrovic estuvo más tranquilo en Oviedo, pero en Madrid volvió a las andadas. A sus 35 años, Dalipagic, consciente de que el ambiente hubiese sido mucho más favorable a Yugoslavia de no ser por las bravuconadas de Petrovic, le calificó de "estúpido". El Genio de Sibenik aprendería aquella lección.