La gran prueba de fuego para este renacido Gipuzkoa cuyo estado de euforia no acababa de tocar techo era el Kirolbet Baskonia, y qué Baskonia, un equipo aún con opciones de liderato. Eso sí, el conjunto de Perasovic comparecía con solo un base, Vildoza, por la lesión a última hora de Huertas, con molestias en los isquios, y la ya sabida baja de Granger. El equipo vitoriano minimizó errores por ahí con la ayuda de Shields; entre él y el argentino sumaron 62 minutos, pero su físico es tan portentoso que apenas tuvo incidencia en un derbi que solo existió en un cuarto y medio. Fue una exhibición, un abuso tras el descanso. Las antípodas de la ACB arden. Por arriba no hay un jefe definido y por abajo el Murcia decidió abrir un intenso debate por quiénes se van a la LEB Oro.

Los donostiarras, a pesar de su excelente rendimiento en los dos últimos meses, jamás tuvieron claro que podían sacar el gran reto de este periplo hacia el milagro. Lanzaron su juego de pequeños pero enfrente tenían a rivales más altos, más rápidos, más fuertes... La pintura era un campo de minas con Poirier y un Voigtmann que es un tipo muy frío, nada egoísta... resulta un primor verle correr el campo con 2,11 o pasar por la espalda o salir de un bloqueo para lanzar un triple como si fuera un escolta. Desde el inicio los baskonistas empezando marcando terreno y sus torres obligaron al Gipuzkoa a jugárselo todo desde el perímetro. Dani Pérez sufrió el desgaste de Garino y los alaveses daban tirones con Shengelia. Shields mostró su enorme gama de recursos en el tiro y en el uno contra uno. Al principio el equipo calcó las jugadas por fuera en cortes rápidos hacia canasta.

No obstante los donostiarras nunca acaban de desengancharse, hacen la goma como los ciclistas, aunque un 0-11 (más un 0-2 que venía previo al parón largo) en la salida tras el descanso acabó por lanzarles a la cuneta. Zeisloft se vio muy huérfano. Shengelia, inmenso ante su compatriota Burjanadze, forzó la tercera personal de Barro, el único capaz de combatir el físico visitante, y dejaba muy libre el espacio aéreo para los colosos del Kirolbet. Aunque todo se veía de color baskonista, el choque tuvo su pique, con técnicas a cada entrenador y una deportiva a Diop (Shengelia recibió antes un manotazo en la lucha por un rebote). La diferencia se estiró hasta los 18 y ambos equipos parecieron pactar un último cuarto tranquilo. Normal: los donostiarras, que vuelven a descenso por el averaje (empatados con Murcia y Estudiantes, así que solo han estado una semana fuera de la quema); estos debían reservarse cara a la próxima final en Fuenlabrada y Baskonia necesitaba tomarse un respiro antes de seguir su pelea por el liderato, a la espera de recuperar a Huertas.