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FINALES NBA | WARRIORS - CAVALIERS (3-1)

Lunes de déjà vu para Warriors: anillo o pesadilla en la Bahía

La Bahía de San Francisco nunca ha celebrado un título en casa de los Warriors. Será esta noche… o volverán todos los fantasmas de 2016.

Oakland
LeBron James discute con Kevin Durant durante el cuarto partido de las Finales.
Jason MillerAFP

También era lunes, hace un año menos un día: 13 de junio de 2016. Los Warriors habían ganado el cuarto partido en Cleveland y parecían a punto de cerrar su segundo título consecutivo, el que habría de sumarse al 73-9 en Regular Season para completar la mejor temporada de un equipo en toda la historia. Pero entonces, en ese traslado de Ohio a la Bahía aparentemente feliz, comenzó el colapso que anticipó la mayor remontada en toda la historia de las Finales: Draymond Green supo nada más aterrizar en California que su patada en la entrepierna a LeBron James le dejaría fuera de un quinto partido que Kyrie Irving y el propio LeBron gobernaron a su antojo: 97-112. Esta noche, un año menos un día después, Warriors y Cavaliers vuelen a jugar en el Oracle con 3-1 para los locales, a los que las casas de apuestas dan el triunfo por un margen de 8,5 puntos. Desde luego, son muy favoritos si se deja a un lado la cabalística y se relativiza el cuarto partido, una conjunción de lo mejor de un equipo y lo peor de otro muy difícil de repetir. ¿O no?

Ese es el problema de los Warriors: por un lado tienen que olvidarse de 2016, cuya sombra se ha alargado sobre la Bahía al primer contratiempo, así de grande es el trauma que perdura (tal vez, hasta esta noche). Y tienen que manejar un 3-1 que es una ventaja enorme pero inestable: se trata de este partido o el 3-2 les meterá en una vorágine de nervios que puede facilitar lo impensable: el 3-1 de hace un año no se había remontado nunca en unas Finales. El 3-0 de hace cinco días no ha invertido jamás en ninguna ronda de playoffs. En las doce veces anteriores que se dio en la lucha por el anillo, ocho acabó en 4-0 y solo una en 4-3: los Knicks de 1951 forzaron el séptimo, y perdieron contra Rochester Royals.

Sólo una victoria más

Pero, por otro lado, y este es el asunto mollar para los que tienen que salir a jugar, los Warriors tienen que hacer un buen partido. Un gran partido, solo uno más. Y recuperar una inercia que han ido perdiendo a favor de unos Cavaliers que han sido progresivamente mejores según ha avanzado la Final: el primer cuarto del primer partido, el primer tiempo completo del segundo, tres cuartos en el tercero… y el último de principio a fin. Salen de The Q, donde han metido un nivel físico que quizá no se les consienta en el Oracle, y saben que este año sí estará Draymond Green y que Kevin Durant no es Harrison Barnes. Pero no tienen nada que ver y manejarán, mientras los Warriors lo permitan, el factor miedo: hace un año menos un día… Eso sí, LeBron se ha tomado casi con humor la sugerencia de que su equipo esté justo donde quería: “No, ellos nos tienen justo donde querían…”. Un 3-1, por mucho 2016 que se le ponga a las horas previas, debería ser ventaja suficiente. Y más para estos Warriors. Pero…

Pero los Warriors tienen que volver a defender a unos Cavaliers que a medida que pasan los partidos mejoran sus cifras en pases por posesión, asistencias secundarias (pases que conducen a asistencia) y tiro de tres, claro. No solo convertidos: ganan el 75% de los partidos en los que intentan al menos 40 y en las Finales lanzaron 60 en los dos primeros encuentros y 89 en los dos jugados en The Q. El rating defensivo de los Warriors por partido no deja lugar a la duda: 89,2, 105,3, 109,7 y 136,1, esta última de largo su peor cifra de los playoffs. Kyrie Irving ha encontrado la forma de liberarse de Klay Thompson (el año pasado ya no tuvo vuelta atrás: veremos ahora), LeBron está dando otra lección de adaptación y lectura acelerada según avanza una eliminatoria (31+,8+11,8+10,5 por partido) y Kevin Love está, de forma más silenciosa que cuando era un coladero, jugando a un notable nivel competitivo. Así que los Cavs no están donde querían pero sí saben que tienen una oportunidad. Y tratarán de no dejar que los Warriors cojan ventajas que les permitan recuperar sensaciones para rociar el Oracle con aroma a 2016. “Tenemos que volver a Ohio de todas maneras el martes, así que intentemos hacerlo con un partido de baloncesto más por jugar”, dijo LeBron.

Los Warriors celebrarían su primer título (el quinto de la franquicia) en la Bahía desde la mudanza en 1962. En 1975 lo cerraron en Washington y hace dos años, en Cleveland. Mientras que a Kevin Durant se le considera una certeza, Kerr habla de igualar el reto físico de los Cavs, el entorno del equipo tiene los nervios a flor de piel con el arbitraje de los últimos dos partidos (atención al ambiente, que promete) y los focos se centran en Stephen Curry y Draymond Green. El base solo metió cuatro canastas (cifra más baja en playoffs) y se quedó en 14 puntos (su menor anotación desde el 15 de febrero) en un partido en el que estuvo desconcentrado y desenchufado desde el principio. Los Cavaliers basan su defensa en impedirle (al límite o más allá en sus intentos de superar bloqueos) volver a recibir una vez que suelta la pelota, y el estilo de los Warriors no tiende a dejarle jugar en uno contra uno como sí hace el de los Cavs con Kyrie. Green, por su parte, ha estado en problemas de faltas durante casi todas las Finales y el estado de nervios en el que se ha metido en los partidos de Cleveland le ha impedido dirigir la defensa como acostumbra. Además, está en un 25% en triples tras su 55% de la primera ronda ante los Blazers.

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Con Curry y Green a un nivel normal (no digamos a su mejor nivel) los Warriors creen que manejarían este quinto partido y cerrarían el título ante un rival que le ha frustrado las últimas cuatro veces que ha tenido un campeonato a tiro (tres en 2016 y el pasado viernes). En el cuarto partido hubo factores (acierto anormalmente alto de los Cavs, arbitraje…) que tal vez no se repitan, pero la Final ha seguido una inercia en la que los Warriors sí tienen que concentrarse para recuperar sus virtudes, tratar de evitar que las del todavía campeón no aparezcan en avalancha y cerrar por fin un anillo que se les lleva cayendo de las manos un año menos un día. Será hoy, en el segundo match ball para los Warriors, o nos iremos de vuelta a Ohio con la Final sembrada de cartuchos de dinamita.