Los tres mejores momentos del Madrid y… los tres peores
De la paliza histórica al Barcelona en el Palau a la mala racha fuera de casa en diciembre con derrotas amplias. El triunfo ante el CSKA el día de Reyes resultó clave.
A la Euroliga le queda la guinda, la Final Four de Estambul el 19 y el 21 de mayo. Decidirá el campeón de un curso especial, el primero del nuevo formato y las licencias fijas por contrato a largo plazo. El primer todos contra todos continental en una fase liguera a gran escala. Cuatro supervivientes, y uno de ellos el Madrid, que lideró la fase liguera desde la jornada 19 hasta el final, doce en total. En las 18 primeras mando el CSKA. En estos 34 partidos, incluimos ahí los del playoff (3-1 para los blancos ante el Darussafaka), ha habido de todo. Para repasar el camino del Madrid hasta la Final Four recordamos tres de sus mejores momentos en esta Euroliga y tres de los peores. Y lo hacemos como lo contamos en su día.
Lo mejor
1. Paliza histórica al Barcelona en el Palau: 63-102 (18 de noviembre)
En doce días el Madrid pasó de ser bailado a bailarín. De convidado en la fiesta azulgrana a poner la música a todo trapo y dar lecciones de zapateo. De la peor actuación del año a la mejor de siempre. Porque hasta ese 18 de noviembre el Real solo había vencido una vez en la Euroliga en el Palau: con Messina en 2010. Pero esta vez más que a un triunfo asistimos a una demostración de orgullo suprema. Un golpe en la mesa colosal, un desquite en toda regla tras el 85-75 de dos semanas antes en la Liga Endesa.
La mayor victoria del Madrid en territorio comanche en toda la historia del Clásico: +39 (63-102). La mayor de siempre, decimos. Por encima del +23 de febrero de 1968 (67-90) con don Pedro Ferrándiz en el banco. Otra muesca en el revólver de Pablo Laso y sus chicos, otra línea rotulada con letras de oro en el libro de los récords. Contemplamos una actuación descomunal de Sergio Llull, pero no fue eso. Fue mucho más. Fue el Madrid concentrado, duro de mente y ambicioso que ha ganado tanto en tan poco tiempo. Físico y duende, defensa y pegada. El tapón de altos vuelos de Anthony Randolph a Dorsey es el jugadón de la temporada.
2. Victoria clave ante el ogro CSKA el día de Reyes: 95-85 (6 de enero)
Los Reyes Magos no le fallaron al niño Doncic y le trajeron lo que había pedido, lo que esperaba con entusiasmo: un triunfo de prestigio ante el campeón de Europa, ante el ogro CSKA, el enemigo que más veces ha ganado a los blancos en la historia continental. 17-26 es ahora el balance tras 54 años de batallas.
El Madrid sacó músculo en un día grande. Se levantó en casa, ante su gente, tras perder cinco de sus últimos once encuentros. Y lo hizo de nuevo con un Llull decisivo, puntos clave (24) e influencia total en el juego. Encestó además cuatro triples, tres de ellos lejanísimos aunque ejecutados con enorme determinación, e igualó a Alberto Herreros como el máximo triplista de la historia del club con 961. Gran actuación de Maciulis (20 tantos y sostén ofensivo en la primera parte) y de un incisivo Ayón (pases, robos y penetraciones), y buenos minutos de Doncic y de un intermitente Randolph.
3. El amanecer de Doncic ante el Efes: 78-80 (29 de diciembre)
Hasta esa jornada solo dos jugadores en el Madrid promediaban más de nueve puntos en la Euroliga. Ninguno de los dos estuvo aquel día en el partido. Llull por lesión en la rodilla izquierda tras jugar 17 minutos tocado en la segunda parte ante el Betis. Y Randolph. Presente en cuerpo, no en alma. Ido en ataque, incluso sin querer jugárselas (elocuente 1 de 7). Pero ganó el Madrid, y lo hizo en la mejor actuación de Luka Doncic en la élite hasta entonces.
No fueron sus escandalosos números (17 puntos, 5 rebotes, 9 asistencias, 4 faltas recibidas y solo una pérdida para 31 de valoración en 23 minutos), sino el peso que tuvo en el devenir del partido. Sensaciones puras de dominio. Encadenó en los últimos dos minutos y medio cinco puntos (entrada a lo Bodiroga y un triple) y una asistencia mágica para Ayón, pero de las de verdad, no de esas que regala la estadística. Acababa de entrar en pista fresco como una lechuga para cambiarle el paso a su equipo tras la exhibición previa del tercer periodo donde agrupó 9 tantos, 5 pases y 15 de valoración.
Un triunfo fuera de casa tras cuatro traspiés en las cinco salidas anteriores en la Euroliga. Y un triunfo también para estrenarse en Turquía en la tercera visita del mes tras recibir tres técnicas, tres antideportivas y seis faltas más cometidas (o pitadas). El Desafío Estambul, sede de la Final Four, lo ganó Doncic con inteligencia y talento.
Lo peor
1. Muy mal partido en el Pionir y tres derrota seguida fuera: 82-70 (22 de diciembre)
Era la quinta derrota del Madrid en la Euroliga. La cuarta en sus cinco últimas salidas, la tercera consecutiva. Ante el CSKA y el Fenerbahçe había dado la cara, pero en Belgrado firmó una pésima actuación. Como ante el Darussafaka una semana antes. Del peor partido de la temporada a uno que se le pareció mucho. Desarbolado por la energía del Pionir, del Estrella Roja y de su entregada afición. Siempre a contracorriente, como el que lee en clase y va una línea por detrás, incapaz de agruparse y entender la magnitud del desafío. Un déficit de atención multiplicado por encarar dos partidos y un viaje en 48 horas.
2. El 1-1 ante el Darussafaka y la impotencia de Doncic: 80-84 (21 de abril)
El tapado se destapó. El Darussafaka, ese equipo que tiene plantilla para ir a más, dio el zarpazo en Madrid obligando a los blancos a vencer en Estambul para volver a la Final Four. Un parcial de 0-9 a caballo entre el tercer y el cuarto periodo frenó en seco la inercia blanca: 68-72. Doncic, desacertado, se iba al banco y, tras una charla cariñosa de Laso, se tapó la cara con una toalla. Cuando se la quitó mostraba los ojos rojos por la frustración; querer y no poder. Simbólica imagen de la impotencia.
3. Baskonia fue el único en ganar en la liguilla en el WiZink Center: 87-91 (25 de octubre)
Que el Baskonia saliera guerrero entraba en el guion. Pero que hiciera semejante demostración de carácter, derroche físico, ambición y talento sin dos de sus mascarones de proa (Bargnani y Beaubois, ambos lesionados) epató a cualquiera que viera el espectáculo. Sus jugadores salieron a comerse el partido a dentelladas de tiburón. A compensar las ausencias con determinación y a exprimir toda su calidad, aún muy elevada pese a las bajas. En el último cuarto pintaba que no alcanzaría la orilla en tiempo y forma tras la reacción del Madrid, que primero había remontado 17 puntos (28-45) y después se había puesto ocho arriba a falta de cinco minutos (81-73). Oro parece plata no es. Los blancos se hundieron al final y perdieron el único partido en casa de la fase liguera.