BALONCESTO | ESPAÑA 64 - TURQUÍA 62
Anna Cruz hace magia y mete en semis a España sobre la bocina
La Selección tiró de épica ante Turquía para clasificarse por primera vez en su historia para unas semifinales de los Juegos. Serbia será el rival por las medallas.
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A Anna Cruz le llaman Crunchelito (“no puedo contar por qué, son cosas de vestuario”) por su facilidad para anotar canastas en momentos decisivos. Lucas Mondelo desveló que, siendo el entrenador del Olesa Espanyol, jugaron seis prórrogas un año y ganaron los seis partidos con seis canastas de Anna Cruz. El año pasado, la nueva alero del Dynamo Kursk clasificó a España para semifinales del Eurobasket en Hungría contra Montenegro con un dos más uno al límite. En el grandioso Carioca Arena, en la inmensidad de unos Juegos Olímpicos, hizo una más. No una más. La más importante de su carrera. Anna Cruz, que tiene todo el sabor a baloncesto que te otorga haber nacido en Badalona, ya está en los libros de historia del baloncesto español. Su canasta sobre la bocina en una carrera agónica contra el reloj tumbó a Turquía (64-62) y clasificó a la selección femenina para una semifinal de los Juegos por primera vez en su historia. Laura Nicholls empezó a llorar en mitad de la pista, Alba Torrens se puso a gritar sin saber muy bien qué decir y todas se agarraron a Crunchelito. Los árbitros, que nos habían dado bien poquito, le añadieron suspense a la acción porque fueron a revisarla al instant replay. Pero esta canasta no se la pudieron quitar a España, que sudó sangre para estar en las semifinales pero que demostró un amor propio que lo dice todo del equipo. Ahora le espera en semifinales Serbia (jueves, sin horario aún), sorprendente ganador de su cruce con Australia.
A 3:44 del final en el Carioca Arena, 52-60 y malas sensaciones porque a España se le había encogido la muñeca durante el partido. Lucas Mondelo pidió tiempo muerto. “Os va la marcha, empujad como nunca”, les dijo en una mezcla de reproche y súplica. Laura Gil les pidió a sus compañeras que fueran ellas mismas, que se dejasen todo. No era el día de España, algo agarrotada y sin referentes ofensivos hasta la aparición de Cruz. Pero sus últimos cuatro minutos fueron un ejercicio de superación y corazón. Ganadoras, y pese a que los árbitros no regalaron nada, fueron limando punto a punto la ventaja de las turcas, que tenían a Sanders haciendo estragos en la zona mitad por su talento y mitad por las concesiones de los árbitros. Con 60-60 después de un canastón de la infatigable y admirable Laura Nicholls, Alba Torrens robó, inteligentísima, un balón de oro y Anna Cruz, que ya estaba calentando motores y siente especial devoción por jugarse las últimas jugadas (“especialmente cuando entran”), anotó el 62-60. Turquía tiró por la borda un ataque y España empezó a jugar a las cuatro esquinas. Pero Alba se equivocó y perdió un balón de oro que las turcas no perdonaron. Sanders anotó cómodamente el empate a cuatro segundos del final (62-62).
El partido estaba condenado a la prórroga. Anna Cruz miró el cronómetro cuando Alba Torrens le dio el balón. Quedaban cuatro segundos. No pensó nada. Sólo en correr y hacer un cálculo mental. Cuando pudo domar el balón y ver un hueco, lanzó. Sospechó que estaba en tiempo pero no tenía constancia. Crunchelito definió la acción como “un churro”. Pero, con el debido respeto, habría que corregirla. Lo que se inventó sobre el parqué del Carioca Arena, entregado por cierto al corazón de una selección que no se rindió jamás, no es un churro sino una de las canastas más importantes de la historia del baloncesto español.