La sorpresa del siglo: Huertas acaba con Curry y los Warriors
Los Lakers destrozaron a los actuales campeones. Curry, firmó un 1/10 en triples y se despidió ante Kobe Bryant (12) con una de las derrotas más sonadas de la historia.
Este domingo 6 de marzo de 2016 pasará a la historia de la NBA por haber albergado una de las mayores sorpresas que se recuerdan: los Golden State Warriors cayeron con estrépito ante Los Angeles Lakers. El equipo que se plantó en el Staples con más de un 90% de triunfos (55-5) hincó la rodilla (112-95) ante el segundo peor equipo de la Liga (12-51 era su récord). Y no, Kobe Bryant no fue el protagonista. Sino un Marcelinho Huertas (10 puntos y 9 asistencias, además de gobernar el partido en todo momento) que asombró al mundo secando a Stephen Curry, al MVP, y brillando en ataque como si fuera una superestrella al firmar varias jugadas propias de su mejor época en el Baskonia y el Barcelona. Ya lo decía el antiguo eslogan de la NBA: "Donde sucede lo increíble" (Where amazing happens).
Curry abrió el marcador con un triple. Se habían consumido 1 minuto y 26 segundos. Le sirvió para prolongar a 131 su racha histórica con más partidos consecutivos anotando desde la distancia. Y menos mal. Porque ya no volvió a convertir otro en lo que quedaba de mañana en LA (el duelo arrancó a las 12:30 hora local). Acabó con un 1/10 en triples y un 6/20 en tiros de campo que dejaron su estadística en 18 puntos. Su sexta peor anotación de la temporada. Precisamente el mismo número de derrotas que suman ahora los Warriors (55-6). No obstante, inmersos como están en el objetivo de firmar la mejor temporada regular de todos los tiempos, continúan con mejor balance que los Bulls de la 95/96 a estas alturas: 54-7. Para más casualidad, aquel legandario equipo que encabezaba Michael Jordan y Phil Jackson dirigía desde el banquillo también sufrió una sonrojante derrota en el partido número 61 del curso al caer por 32 tantos ante los Knicks. ¿Guiño del destino?
Pero la de Curry no fue la única gris actuación en los hombres de Steve Kerr. Todos estuvieron muy por debajo de su nivel. Empezando por un Klay Thompson que amasó un horrible 0/8 desde la línea de tres (entre los Splash Brothers convirtieron 1/18 en triples: la peor noche como pareja de su historia) y un Draymond Green que pese a rozar un nuevo triple-doble (9+10+9) se le mostró muy descentrado en varias fases y superado cerca del aro por la envergadura de un notable Roy Hibbert y, sobre todo, por la intensidad extra que aportó Brandon Bass. Partizado para el ex de los Celtics: 13 tantos, 7 capturas y +16 para su equipo con él sobre el parqué. El que más de los Lakers junto a Kobe Bryant. 'La Mamba' forzó pese a sus evidentes molestias en el hombro para medirse a su víctima favorita (1.812 puntos en 67 partidos —27 de media— han recibido los de Oakland a lo largo de estas 20 temporadas) y, como el resto de sus compañeros, lució el modelo de calcetines con su rostro y apodos a modo de homenaje. Sí, trajeron suerte. Los calcetines del milagro que perpetraron el triunfo de David ante Goliat en la cita de la NBA con la mayor diferencia de porcentaje de victorias de la historia sobre la mesa.
Sin embargo, Golden State no fue el único equipo que no compareció de inicio. A los Lakers también parecieron pegárseles las sábanas y como resultado vimos un primer cuarto (22-21) repleto de errores en el lanzamiento. La diferencia no estuvo en lo adormilados que se presentaron ambos contendientes. La clave estuvo en que mientras los angelinos consiguieron despertar (mucho tuvo que ver la entrada en pista de Marcelinho y Bass), los visitantes no consiguieron sacudirse las legueñas en toda la mañana. Por momentos, parecieron un pelele. Las tornas se cambiaron. Así que D'Angelo Russell (espectacular primera mitad del rookie, lo de Byron Scott es para hacérselo mirar) ejerció de Curry y a ritmo de triples otrogaba a los suyos una decena de puntos (41-31 de ventaja). Los locales corrían y su rival no paraba de perder balones (11-1 la diferencia la descanso), así que la diferencia se mantuvo al descanso: 60-49.
Todos, que nadie se haga el listo, esperábamos en algún momento la reacción de los campeones. Sin embargo, Jordan Clarkson (25) le tomó el relevo a Russell, los minutos transcurrían y Curry y Thompson continuaban fallando canastas y bandejas. De repente, su modernísimo en infalible fusil de asalto se había convertido en la escopeta de perdigones de cualquier tómbola que se precie. El partido adquiría un cariz raro. A algunos empezaba a asomársenos por la cabeza el ¿y si...? Y en esas apareció Nick Young para poner patas arriba el partido. Steph seguía siendo una sombra de sí mismo, aunque consiguiese asistir a Brabosa con un triple que no tocaba ni aro para dejar el marcador en 84-73 al término del tercer acto.
Quedaban los últimos 12 minutos. ¿Cuándo acabaría la broma? La respuesta fue nunca. Young continuaba inspirado y, a sus 32 años, Marcelinho decidió presentarse a la NBA a lo grande. Entradas a canasta rompiendo a Curry, asistiendo y dirigiendo el show angelino y la diferencia rozando los 20 tantos (99-81) tras un espectacular alley-oop con Larry Nance Jr. (sí, Jr., no era su padre). Al poco, y tras un nuevo tiempo muerto, Steve Kerr decidió entregar la cuchara a 4:20 para la conclusión sentando a todos sus titulares. La fiesta en el Staples era total, Huertas era aclamado, el público reclamaba a Kobe, el más serio junto a Kerr. "Un accidente", dejaban entrever los risueños rostros de Curry y cía. Que se prepare Orlando. La próxima madrugada, los Magic visitan un Oracle en el que se puede firmar la mayor serie de la historia de victorias consecutivas (45) de un equipo local en Regular Season. Palabras mayores.
"Jugamos nuestro mejor partido ante el mejor equipo". Frase simple de Scott para resumir la hazaña de sus pupilos. Puede parecerlo así, pero no lo es. Aunque eso sí, afortunadamente, de vez en cuando el deporte regresa a su más primitiva esencia para ofrecernos este tipo de sorpresas. Y es que, en la NBA todo es posible. Que le pregunten sino a Marcelinho.