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Kobe Bryant, la cría de Mamba que emergió en el Forum

Se había hablado mucho del chaval de Filadelfia aquel verano de 1996, el mismo en el que Jerry West cerraba en la concentración olímpica de Atlanta el fichaje de Shaquille O'Neal por los Lakers. Y el chaval, la maravilla de Lower Merion, el hijo de Joe 'Jellybean' Bryant, se fue también a Los Ángeles en un 'trade' con los Hornets en el que Vlade Divac abandonaba L.A. Uno llegaba a esa temporada 96-97 directo desde Carl Lewis y los Juegos de Atlanta, y después de cubrir la cabalgata de los Bulls de Jordan y del 72-10 hasta las finales en las que domaron a los Sonics de Payton y Kemp. Y...

Y el domingo 3-11-1996, cuando el 'runaway reporter', reportero de NBA y de EE UU estaba recién instalado en la Calle Segunda de Hermosa Beach, allí apareció el chaval en el Great Western Forum, el ancestral Forum de Inglewood y del 'showtime'. Y antes de continuar, conviene dejar claro que esos Lakers del 'showtime', los de Magic Johnson, Kareem Abdul-Jabbar, James Worthy y Pat Riley siempre serán el mejor equipo que uno haya visto jamás; aunque solo fuera por títulos más encanto y carisma... y no cabe margen a la discusión, sorry.

Pero, como decía, allí, aquel 3-11-96, estaban cara a cara el Great Western Forum, el 'runaway reporter', los Lakers de Shaquille, Van Exel, Horry, Del Harris, los Timberwolves de un Kevin Garnett casi imberbe (con Tom Gugliotta, Vrankovic...) y aquel chaval, Kobe Bryant, número ocho, al que saludó una ovación mareante en la presentación... y un murmullo inesperado de expectación cuando el canoso Delmer Harris le sacó a la pista para que jugara los primeros seis minutos de su carrera en la NBA. Aquel Kobe Bryant de noviembre de 1996, con 18 años recién cumplidos, no era mucho más que una sanguijuela escurridiza, elástica: una cría de 'mamba', si quieren. Una cría flexible, elástica y despierta que se veía capaz de dirigirse con descaro al mastodonte O'Neal (entonces residente en Manhattan Beach) y que cosechaba aplausos del Forum ante cada rebote o tapón o que firmaba; aquel día, Kobe solo tiró una vez ante los Wolves. No anotó. Pero había 'ese' murmullo en todo lo que hacía...

Viviendo a solo 15 minutos del Forum por la Pacific Coast Highway desde la playa de Hermosa, uno vio mucho de aquellos Lakers, aquel año. Y vivió la primera vez que Bryant y Michael Jordan midieron caras y colmillos: el 17 de diciembre de 1996, 129-123 para los Bulls en el United Center, tras prórroga, con cinco puntos de Kobe... y 30 para Michael. El 5 de febrero de 1997, en el Forum, los Lakers se tomaron una aparatosa revancha al fin de una gira por el Oeste de unos cansados Bulls: 106-90, de nuevo con cinco puntos de Kobe (pero ya con un triple...) y 27 de Air Jordan. En aquellos días, el puesto de escolta titular en los Lakers estaba en manos de Eddie Jones, con Robert Horry en el alero alto. Al siguiente fin de semana de febrero de 1997, muchos cambiamos las palmeras de L. A. por la nieve de Cleveland, Ohio, en cuyo aeropuerto yo perdí un billete de avión de papel, de los de antes, y en cuyo 'Gund Arena' (así se llamaba el 'Quicken Loans' de hoy), Kobe Bryant se proclamó campeón de 'matadores', inspirándose en los vuelos y fantasías del delincuente aéreo que fue Isaiah (J.R.) Rider. Por cierto, que me dejé el portátil una noche entera en el Arena... y a la mañana siguiente nadie lo había movido del sitio.

En los playoffs 96-97, Utah eliminó a los Lakers, mientras Kobe 'airballeaba' un triple largo tras otro en el humeante Delta Center (que pocas semanas después sería reducido a un valle de lágrimas por los rayos del dios Jordan)... y Shaquille, precisamente Shaquille, era quien consolaba al chaval de Filadelfia, la cría de 'mamba' que había tenido las santas pelotas de lanzar mordiscos y triples (aunque desviados) en aquel Center de Salt Lake City que tanto acollono imponía a Jones, Horry, Van Exel...

Y pasaron los meses, los años. Y el 'runaway reporter' regresó de las arenas de Hermosa y las cercanías de Manchester Boulevard, Inglewood. Creció la cría de mamba, con tanto instinto depredador como Michael Jordan, el espejo en el que Kobe siempre se ha mirado. Colmillos afilados, 'killer instinct', instinto asesino. Se fue Del Harris (nada menos que a entrenar a la selección de China) y llegó Phil Jackson, con todo su credo 'zen' y algunos Bulls de reparto que dieron escolta a la mamba crecida y al mastodonte Shaquille en la caza de los tres primeros títulos de Kobe y Shaq: 2000, 01, 02. Lo dejó Jerry West (que pondría proa a Memphis) y todo saltó por los aires tras la final de 2004, perdida ante los Pistons. Jerry Buss escogió a Kobe antes que a Shaquille, porque el 'boss' Buss veía en KB una garantía de más títulos. Y los hubo, en 2009 y 10: de alguna manera, Phil Jackson, que había emigrado cuando se hizo añicos el cuadro de Shaq y Kobe, reapareció (junto a Jeanie, la hija del 'boss') para reinventar un equipo campeón, ya con Kobe (con el número 24, KB24) como líder supremo y Pau Gasol como escudero del 'Jedi' Bryant.

El resto va haciéndose cada vez más reciente. O decadente. Es como la caída controlada de un semidiós, pie a pie, paso a paso. El semidiós que mejor ha dominado el aire sobre el aro mediante el tren superior y a base de escorzos de cintura. Hubo aquellos apuros con la Justicia en Colorado, el Estado donde 'No' quiere decir 'No'. También, aquellos 81 puntos a los Raptors de Calderón, en 2006. O aquellos oros olímpicos del 'Redeem Team' en Pekín y Londres. Vinieron el ocaso de los Lakers, las despedidas de Jackson, Gasol... y Odom. Las terribles lesiones, que empezaron aquella noche de los Warriors, en la primavera de 2013, cuando el tendón crujió, hecho fosfatina. En diciembre de ese mismo 2013, Kobe se fracturó la rótula izquierda, en Memphis y ante la defensa sofocante de Tony Allen... y aun fue capaz de estampar en ese mismo partido un triple de larga distancia, con la articulación quebrada. Lo tiró igual de determinado que había tirado aquellos triples de Utah en el Delta Center mayo de 1997. Después vino el hombro, ya cuando los Lakers se desmembraban, volaba el tiempo (meses, años...) que no espera un solo minuto por nadie, como no esperó ni se detuvo por Kareem, Larry o Michael...

Ahora, la cría de mamba dice que nos deja: que deja el 'basketball'. Pau Gasol se inclina ante él con emoción y le llama 'hermano'. Los colmillos están ahí. La velocidad y los muelles... mucho menos. Pero cuando el 'runaway reporter' de Hermosa Beach escribe estas líneas, más de 19 años después de aquella misteriosa y primordial noche de los Wolves de Garnett en el Forum, aún lo hace con una camiseta negra y púrpura que en el pecho tiene impreso el número 24 más un rótulo y una leyenda: 'Never Fold'. Nunca te retires, nunca abandones. Nunca, Kobe.