WARRIORS 111 - LAKERS 77

Warriors de leyenda: primer 16-0 en toda la historia de la NBA

El equipo de Curry (24 puntos, 9 asistencias) zarandea a los Lakers y sella el mejor arranque de temporada de la historia. Triste Kobe: 1/14 en tiros.

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Oakland. La Bahía. The City. Durante demasiados años sinónimo de industrias en retirada, barrios depauperados y cultura de bandas. Droga y marginación, una suerte de grano que siempre intentaba taparse la perfecta San Francisco. Alguien dijo que en Oakland era mayor el número de jóvenes de raza negra que morían tiroteados que el de los que iban a la universidad. Pero ahora renace una ciudad que presume (the sunny side: el lado más soleado de la Bahía) de que apenas le alcanzan las corrientes de frío que tantas veces destemplan a San Francisco, cuya disparatada burbuja inmobiliaria está enviando a una nueva generación de jóvenes al otro lado de Bay Bridge. Y que presume, por encima de todo, de sus Warriors. Justo cuando la mudanza a San Francisco da lentos pero firmes pasos institucionales.

Porque estos Warriors son uno de los mejores equipos de la historia. Uno que vive en perpetuo estado de gracia y que está redefiniendo las lógicas y las normas de la NBA. De esta era, la suya, quedará un equipo del que hablaremos siempre y quedará una NBA nueva. Por estilo y por referentes. Lo mejor que se puede decir de este equipo es que hay que ver sus partidos. Siempre que se pueda, todas las noches. También cuando quedan un puñado de minutos y todo está sentenciado: hasta el final. Cada minuto cuenta porque este es uno de esos equipos que vivirán siempre en los libros de historia, en las recopilaciones estadísticas y, sobre todo, en un rincón intocable de nuestros recuerdos. El año pasado, en el casi perfecto pasaje hacia su primer anillo en cuarenta años, su lema fue strenght in numbers: la fuerza de los números. Ahora, en este año II, su grandeza ha trascendido. Casi inefable, los números (monstruosos: legendarios) sólo la explican en parte. Hay que verles jugar. Y contagiarse. Verles jugar es, hoy por hoy, una experiencia feliz. Y no sé si existe algo mejor que se pueda decir de un equipo. No debería.

16-0, 33 victorias, 72-10

Los Warriors han sellado, en un partido que fue (111-77) el trámite esperado, el mejor inicio de la historia de cualquier equipo y cualquier temporada: 16-0, detrás ya para siempre los quince triunfos sin fallo de los Rockets en 1993 y Washington Capitols en 1948. Diez de esos triunfos han sido ante equipos que jugaron playoffs y doce contra rivales del Oeste. Ni un pero, ni una nota a pie de página. Sumados los últimos cuatro partidos de la última Regular Season, son veinte consecutivos desde el 7 de abril. En su cubil del Oracle no son derrotados desde que les ganó Chicago el 27 de enero: 26 victorias desde entonces. Y en total, su última derrota oficial se remonta al tercer partido de la Final ante los Cavs, el 9 de junio. El anillo no sació el hambre de los Warriors y conviene acordarse de los que dijo Stephen Curry días después de coronarse campeón: “Es una sensación adictiva, ahora entiendo porque los grandes jugadores de la historia han sacrificado tanto por volver a sentirla”. De los Warriors se pueden decir muchas cosas pero una por encima de todas: quieren más.

El segundo título consecutivo, el inicio de una dinastía, se barajará a partir de abril. Por ahora aparecen a la vista otros dos récords casi intocables que dejarían en aperitivo este ya inolvidable 16-0. Por un lado, las 33 victorias seguidas de los Lakers en la temporada 71-72. En la escalada tendrían que superar también las 27 de Miami Heat hace tres temporadas, las 22 de los Rockets hace ocho… y las 18 seguidas que enlazaron los Bulls de la temporada 1995-96. Los del mítico 72-10. Los de Jordan, Pippen, Rodman y Phil Jackson. La marca que creíamos inalcanzable y que habíamos convertido en los últimos veinte años en una metáfora de la perfección, el baremo de todos los buenos equipos que en todo caso no iban a ser tan buenos. Estos Warriors, pase lo que pase, son seguramente los que más nos han hecho dudar desde entonces. Y echar cuentas. Y mirar el calendario. En sus primeros 16 partidos, aquellos Bulls estaban 14-2. Su diferencia de puntos era de +132 por el +250 de los actuales Warriors. Su media de anotación, 103,3 contra el 114,2 del actual campeón. No hay mucho más que decir. Desde luego, este año sí, hay un debate razonable. Veremos hasta cuándo: los Bulls llegaron a Fin de Año en 25-3. Y ahora los Warriors, otro dato increíble, son favoritos según la probabilística casi científica de ESPN en los 66 partidos que les quedan por jugar excepto en dos: sus dos visitas a San Antonio. La primera, además, el 19 de marzo.

Los Lakers como juguete y como símbolo

Después de ganar a Clippers y Bulls y evitar sorpresas en el habitualmente complicado paso por Denver, el partido del récord sonaba a trámite: los depauperados Lakers (2-12 ya) en el Oracle. Lo fue porque lo tenía que ser. No había forma de imaginar otro escenario ni condimentándolo con toda la historia de milagros épicos y decepciones imposibles de la historia del deporte. Los Warriors iban a ganar este partido y los Lakers lo iban a perder y no iba ni a sobrevolar otro escenario posible. Y así fue. Y desde luego había algo simbólico en que precisamente los Lakers fueran zarandeados por estos Warriors en una noche así. Como un testigo entregado. Sois hoy lo que nosotros fuimos ayer, enhorabuena. El partido en sí duró, y visto con voluntarismo, unos cuatro minutos. A partir de ahí un 8-7 se convirtió, visto y no visto, en un 25-7. Al final del cuarto, 30-11 con diez asistencias (para once canastas totales) de los Warriors por ninguna de los Lakers. Los locales llevaban seis triples, los visitantes cinco canastas. Con Draymond Green como absoluto maestro de ceremonias, la barrida incluía un tiro liberado en cada ataque, un gritito colectivo de admiración desde la grada en cada circulación de balón.

Los Lakers sólo se dieron una capa de maquillaje entre el segundo cuarto y el arranque del tercero, con los Warriors en ritmo de entrenamiento y Curry casi aburrido, con la mente en otra parte. De repente, al base le apeteció jugar y un 58-44 se convirtió en un 97-59 ya en el inicio del último parcial y con la bandera blanca desplegada. Tregua definitiva. En ese tercer cuarto (35-17) Curry anotó 14 de sus 24 puntos y repartió 4 de sus 9 asistencias. Apenas jugó 30 minutos. Como Green, que dio otro de sus ya habituales recitales a menos de tres meses de jugar su primer All Star. 18 puntos, 7 rebotes, 5 asistencias. Vuelvo a Curry: ha igualado la segunda mejor marca de partidos consecutivos anotando al menos un triple (los 89 de Dana Barros). Al fondo, los 127 de Kyle Korver. Ha metido ya 78, récord absoluto en los primeros 16 partidos de una temporada (lo tenía Baron Davis desde 2003 con… 61). El ya destacadísimo aspirante a repetir MVP, y sin tanto debate ni con Harden ni con nadie, promedia 4,8 triples por noche. Por lo que está en ritmo de acercarse a los 400 en la temporada. La pasada, recuerdo, dejó su propio récord en 286. Es sencillo: todo en estos Warriors da vértigo, así que conviene verles jugar y no pensar demasiado. Sólo verles. Y sonreir.

¿Y los Lakers? Este es día de hablar de los Warriors, no de su telonero. Fueron, con Byron Scott ensayando sus inocuas poses de tipo duro, lo mismo de toda la temporada sólo que esta vez ante un equipo superior a todos los que les han ganado hasta ahora. Sin dureza ni cohesión defensiva, sin continuidad ofensiva. Con, eso sí, buenas sensaciones de Randle y un progresivo pero prometedor crecimiento de Russell, que jugó, entre restos de naufragio, un buen primer tiempo. Ellos son el futuro de la franquicia. Kobe Bryant es ya pasado. Glorioso, inolvidable y eterno. Pero pasado. Esta vez 1/14 en tiros con un 1/7 en triples para 4 puntos. En una temporada en la que no apetece verle jugar, no así, y en la que está tirando peor, por volumen y porcentajes, que cualquier jugador en más de 60 años. Con él se está yendo, se ha ido ya, una época. Y, siempre es así, ha empezado otra: la de los Warriors de Stephen Curry, del primer 16-0 de la historia y de muchas más cosas maravillosas que están por venir. Seguro: hay que verles jugar. Cada noche.