GIPUZKOA BASKET 77 - IBEROSTAR TENERIFE 76

El Gipuzkoa se aferra con fe a la esperanza de la permanencia

Remontó un -13 en cinco minutos, forzó la prórroga y demostró una emocionante capacidad de sufrimiento. El Tenerife se confió más de la cuenta y se aleja del playoff.

San Sebastián
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La capacidad de sufrimiento del Gipuzkoa es increíble. Un equipo de héroes que estaba perdido, acalorado por las llamas de la LEB y que supo levantarse. Una pena el escaso coro que tiene. Uno se pregunta: ¿qué quiere hacer San Sebastián con el baloncesto si ante un partido vital no se reúnen más que cuatro mil personas (dato real, al margen del engordado por la estadística oficial)? El Iberostar Tenerife parecía tenerlo claro: quiere alistarse en el playoff. Su juego fresco, alegre, con muchas rotaciones es un primor en este final de liga regular. Pero a veces carece de liderazgo y no abrasa a tropas con tanta raza como este GBC. Acabó con la serie de tres victorias seguidas, que parecían catapultarle al sueño: en Donostia se vio ganador antes de tiempo y permitió una prórroga y el marcador final. Para el Gipuzkoa la cosa pintaba distinta: llevaba seis derrotas seguidas, se fue Dean porque las arcas están exhaustas y Abercrombie no se entera todavía de qué va la fiesta. Podría decirse que es el equipo más escuálido de la Liga, con un banquillo de andar por la LEB, pero su orgullo es enorme y tiene clara la jerarquía: Díez y Doblas son Cristiano y Messi para ellos, Jordi Grimau viaja muy cerca de ambos y los demás sirven para acompañar. Su pasión es ya la campeona de la competición.

Arrancó como un toro el plantel de Ponsarnau: 9-0, con tiempo muerto de Alejandro Martínez. Fue un espejismo hasta que los de amarillo calentaron el turbo. Blanco, Beirán, Sikma... llegaba el chaparrón por todas partes. Tomó protagonismo Iarochevitch; primero se comió una puerta atrás de Lampropoulos, al que tiró un perfecto 'alley oop' Uriz para ganar la espalda de su defensor y anotar ayudándose en el cristal: 42-51, a 13:27. Luego el GBC fue más agresivo atacando el aro y completó un seis a cero. Y finalmente el pívot belga recibió un regalo similar al que había hecho, con una entrada a canasta y mal posicionamiento defensivo de Rost, que le regaló el 2+1 para un 51-55 que mantenía cierta esperanza local.

Con el Iberostar Tenerife es relativamente fácil montarse en el carrusel de ida y vuelta, pero en realidad es una tela de araña que te atrapa, te atrofia y no te deja respirar. El GBC creyó estar cerca de su oponente y en el penúltimo demarraje, al inicio del último cuarto, se vio con diez abajo. Hay que ser muy constante ante los insulares y no parecía haber plantilla ni pulmones en el bando azul. A la chita callando, Blanco pudo decidir el partido. Lo fue madurando con dos triples en el tercer cuarto, que pusieron los siete de ventaja, y en el último acto embocó otro para el 55-66 (-7:24), que luego engordó el cuadro insular a 55-68. El Gipuzkoa no podía ni con el alma y su defensa era una caricatura. Había gastado toda su munición. La antideportiva de Uriz a Doblas encendió la mecha: 64-68 a -1:38 y luego un 66-68.

A falta de algo más de cinco minutos, los vascos iban trece abajo. Y llegó el milagro, pero un milagro con pies mundanos: la fe de los azules. Un 14-0 devolvió la ventaja a los donostiarras: 69-68. Sikma falló dos tiros libres y a falta de catorce segundos para cerrar el tiempo reglamentario, tras insistir con un balón a Doblas, éste  pasó a Jordan, que metió su primer triple de la matinal: 69-68. Hubo luego falta a Richotti, que sólo aprovechó un lanzamiento. En los cinco segundos que quedaban, Grimau quiso lanzar pero fue taponado y el balón acabó rematado de espaldas en postura acrobática por Doblas. Prórroga, la tercera del año para GBC, que había ganado una y perdido otra. En el suplemento, los locales fueron como el increíble Hulk. Salida a fuego, como tras el salto inicial, y convencimiento para que aquello no se les escapara. Y eso que Grimau, que estaba iluminado, recibió un golpe duro y tuvo que salir a lanzar sus libres Abercrombie (con el consiguiente mosqueo del catalán, al verse en condiciones para ponerse en la línea fatídica). Eso sí, Rost tuvo un triple a falta de dos segundos para dar vuelta a todo como un calcetín. Los titanes de Illumbe. La permanencia está mucho más cerca.