FINAL FOUR 2015
CSKA: Cuando cada temporada ser segundo es un fracaso
Tras los patinazos del proyecto Messina, el CSKA ha deslumbrado con Itoudis a los mandos. El objetivo, una vez más, no tropezar cuando llega la hora de la verdad.
Casi 88 puntos y casi 107 de valoración por partido. Un 41% colectivo en triples con diez jugadores por encima del 36%. Casi 21 asistencias y 7 robos de media… y se podría seguir. El CSKA ha sido el mejor equipo de la temporada en la Euroliga pero ahora le toca enfrentarse a lo que más le cuesta: rematar el trabajo. Ha estado en doce de las últimas trece Final Four pero sólo ha ganado dos títulos: 2006 y 2008. La sensación es que ya le toca, que esta vez sí le toca. Pero ahí es donde demasiadas veces ha visto como el suelo desaparecía debajo de sus pies…
Esa fragilidad mental o ese mal fario que casi parece cosa de cabalística son a priori uno de los grandes peligros para el CSKA, que verá en semifinales precisamente al Olympiacos, el equipo que le remontó 19 puntos en 12 minutos en la final de Estambul en 2012 y le sacó de la pista en las semifinales de 2013, con el proyecto Messina en colapso. El peligro para el rival en una hipotética final es que supere el trauma griego y se plante en la final sintiéndose imbatible. Porque puede serlo: Itoudis ha dado vitalidad y flexibilidad a una plantilla sencillamente alucinante que ha sumado en el tramo final de la competición al (otra vez) hijo pródigo Kirilenko y al lesionado Khryapa. Más lujo para un equipo que ya tenía en la segunda unidad a jugadores como Fridzon, Aaaron Jackson, Markoishvili o Demetris Nichols.
El CSKA no es peor que nadie físicamente y de hecho puede sacar ventajas decisivas tanto de su rotación inagotable como de su posibilidad de poner en pista quintetos gigantescos (Weems de escolta, Kirilenko de alero…). Pero el verdadero poder de este equipo descomunal está en el talento, en su ritmo de juego, su potencia de tiro, las rachas imparables y a la americana de Weems y el liderazgo de Teodosic y De Colo. Uno en su momento de mayor madurez, otro de nuevo feliz tras un opaco paso por la NBA. Entre los dos, 19,2 puntos, 10,4 asistencias y 33,4 de valoración por partido. Con libertad para crear y dirigir, conducen una de las naves más poderosas que recuerda el baloncesto europeo. Una que quiere evitar convertirse de nuevo en el Titanic. Y lo tiene todo para lograrlo. Literalmente: todo.