FINAL FOUR 2015
Olympiacos o el arte de la guerra aplicado al baloncesto
Es difícil seguir considerando un tapado a un equipo que va a jugar su quinta Final Four en siete años, que fue campeón en 2012 y 2013... y que acaba de eliminar al Barcelona.
Decía Tzun Tzu en El Arte de la Guerra que el verdadero poder era utilizar al enemigo para derrotar al enemigo. Y que quien se conoce a sí mismo y conoce a los demás, no corre peligro ni en cien batallas. El Arte de la Guerra aplicado al baloncesto y al siglo XXI es el Olympiacos, un equipo que ya es el tapado más destapado de la historia. Va a jugar su quinta Final Four en siete años, es el campeón de 2012 y 2013, ha eliminado al Barcelona… y vuelve a llegar, esta vez a Madrid, como el eslabón aparentemente más débil de los cuatro semifinalistas. Seguramente un lugar en el que le encanta estar. Desde luego, uno que le hace especialmente peligroso. Porque si alguna enseñanza ha dejado esta competición en los últimos años es que quien menosprecia en lo más mínimo al Olympiacos está muerto. Sin solución: KO.
Además de ese espíritu de supervivencia que acaba mutando en espíritu de campeón, el Olympiacos ha perfeccionado el arte de cambiar todo para que nada cambie. Así será, o eso parece, mientras Spanoulis esté al frente de la nave. El equipo de El Pireo parece la misma máquina perfectamente sincronizada e híper física de los últimos años. Y sin embargo es un equipo distinto. Ganó en 2012 con Ivkovic y en 2013 con Bartzokas. Y ahora tiene al frente a Giannis Sfairopoulos, sacado como su predecesor del Panionios. De los equipos que ganaron en Estambul y Madrid faltan Hines, Antic, Dorsey, Law, Keselj, Gecevicius, Papanikolaou, Perperoglou o Shermadini. Y apenas siguen cuatro jugadores. Otra vez: uno de ellos es Spanoulis así que todo cambia para que nada cambie.
El Olympiacos es, en definitiva, un competidor inagotable con experiencia, un nivel físico de absoluta élite y una rotación corta que sin embargo ya no es un gran problema cuando se está a dos partidos, 80 minutos de baloncesto, del título. Su defensa es abrasadora con Bryant Dunston y Othello Hunter compensando con músculo su deficiencia de centímetros ante pívots más grandes. Printezis y Petway abren la pista desde el cuatro y Lojeski, Sloukas y Mantzaris trabajan a destajo y castigan desde el perímetro cada desajuste de la defensa rival. Siempre con la colectividad como norma y sin más alegrías que las que se permite Spanoulis, el gran ejecutor en el baloncesto europeo actual. ¿A qué suena todo eso? Exacto: a Estambul y a Londres. Así que cuidado, Madrid, llega el Olympiacos con el Arte de la Guerra siempre debajo del brazo. Y entre ceja y ceja.