BARCELONA 63 - OLYMPIACOS 76 (1-1)
El Olympiacos lo cambia todo
El equipo griego gana por primera vez en el Palau y roba el factor cancha. Maniata al Barça en el primer tiempo y acaba a base de triples con el conato de reacción posterior.
El equipo que gana el primer partido de una serie de cuartos, al menos desde que se juega a cinco partidos, tiene un 83% de opciones de estar en el Final Four: 20-4 en 24 eliminatorias. Pero tanto el Barcelona como el Olympiacos, los únicos equipos que llevan diez años seguidos jugando esta eliminatoria, saben lo que es quedarse en el camino después de pegar primero. Al Barça, en una de las heridas que más le han escocido en su historia reciente, le eliminó en 2011 el Panathinaikos, que le dejó sin poder defender su corona de campeón en la Final Four del Sant Jordi. Dos años después repitió ante el Panathinaikos, repitió 1-1 en el Palau… pero escapó vivo en cinco partidos después de ganar el cuarto en Atenas, cuando parecía listo para el descabello. A eso puede aferrarse… Ha ganado, puestos a apelar al optimismo, en sus dos últimas visitas a pista del Olympiacos. Ninguna, eso sí, en situación tan peliaguda.
En los playoffs, y como equipos expertos el Olympiacos y el Barcelona lo saben, cada partido es un mundo y cada victoria vale sólo un punto. Con sensaciones buenas o regulares. Por un punto o por 30. En 48 horas da tiempo de reinventarse y pocos equipos lo hacen tan bien como este Olympiacos que tiene tanto espíritu de supervivencia que lo acaba convirtiendo en espíritu de campeón. Y que ganó por primera vez en su historia en el Palau, qué mejor momento, haciendo lo que ha hecho mil veces en los últimos años (con dos Euroligas en el zurrón como testimonio): adaptarse, encontrar caminos entre la maleza, exprimir sus recursos, blindarse mentalmente… sobrevivir: ganar. Después del simulacro del miércoles, el Olympiacos apareció en toda su esencia en el segundo partido, del que dependía que saliera de Barcelona con respiración asistida o fresco como una lechuga. Con esa defensa que es seguramente la mejor de la Euroliga y con un equipo revitalizado: del 6/22 en triples del primer partido a un decisivo 13/27: 9/18 en el segundo tiempo, cinco casi seguidos en el tercer cuarto y cuando el Barcelona había resucitado: de 15-29 poco antes del descanso a un 31-35 con más de 18 minutos por jugar. Una gota china emocional que superó a este Barcelona que no es precisamente un ejemplo de consistencia.
Printezis tardó 34 minutos en fallar un tiro de dos (8/9) y convirtió sus 4 puntos, 3 rebotes y 2 de valoración del primer partido en 22+9+34. Y Spanoulis, su 1 y -8 en 16 y 11, con cinco asistencias y dos de esos triples lacerantes del tercer cuarto. Printezis y Spanoulis, semiganchos en bombita y triples frontales nítidos. Eso, cuatro triples sin fallo de Mantzaris y un ejercicio defensivo extraordinario, con Dunston y Hunter sacando músculo y un nivel de agresividad que asustó de salida a un Barcelona que se puede ir preparando para lo que le espera en Atenas (otra vez adaptarse y sobrevivir: ganar o perder). Con esas armas ganó el Olympiacos, con las que lleva años ganando y pareciendo uno de los mejores equipos de Europa casi en cualquier circunstancia. No lo pareció en el primer partido pero esto es como el póker: si a los cinco minutos no sabes quién es el primo, es que el primo eres tú.
¿Y el Barcelona? Torturado desde el 3-9 inicial, metió 2 canastas en el primer cuarto y llevaba un 7/28 en un primer tiempo en el que vivía de milagro (25-35) gracias a Navarro, el único que parecía entender la trascendencia del partido. En el tercer cuarto apareció una mejor versión defensiva con un ataque más estable gracias a Tomic: 31-35… y los triples de Olympiacos. No jugó bien porque muy pocas veces se juega bien contra este rival, que comprime el flujo de pases, tapia las continuaciones y obliga al contrario a botar, botar y botar… cuando se necesitaban héroes, fracasaron demasiados: de Hezonja y Abrines a Nachbar, Thomas y un Huertas sobre cuya sombra bailó Spanoulis cada vez que se sentaba Satoransky. El checo y Lampe pusieron espíritu… y el Barcelona perdió sin Oleson, tan necesario en este tipo de partidos, y con una versión mínima de Doellman, que no están ni al 60%.
Bajas y problemas físicos, irregularidad defensiva, desconexiones del tiro exterior… el que haya visto unos cuantos partidos de este Barcelona de esta temporada vio esta vez lo mismo de muchos otros días… pero ante un rival que coge cualquier centímetro de terreno que le concedas y se hace un chalet. Uno en el que luego pone una estantería y la va llenando de trofeos. La inercia ha cambiado y es griega. El factor cancha, también. Le toca dar al Barcelona, un equipo del que todavía no sabemos muy bien qué y cuánto tiene dentro. Es el momento de enseñarlo: ahora o nunca.