Reconocimiento a Pedro Ferrándiz
Ferrándiz: “Ser socio de honor del Madrid es mi mayor hito”
Pedro Ferrándiz (Alicante, 20-11-1928), llenó de títulos las vitrinas del Real Madrid de baloncesto como entrenador y el club blanco se lo agradece: es socio de honor.
Enhorabuena por su nombramiento como socio de honor del Real Madrid. ¿Cómo se siente?
—Me siento muy honrado porque para un madridista, que le otorguen este título es lo máximo a lo que puede aspirar.
—La lista es muy reducida, sólo otras ocho personas han obtenido esta distinción, la mayoría muy importantes y de fama mundial como Plácido Domingo, Julio Iglesias, Rafael Nadal y Fernando Alonso… ¿Qué le dice eso?
—Pues es un añadido más. Formar parte de un grupo tan distinguido y tan reducido como escogido es un privilegio.
—Tiene usted en su casa un mueble grande donde atesora todos sus premios y reconocimientos, a este paso se le va a quedar pequeño…
—Sí, han sido muchos y muy altos gran parte de ellos, pero todos quedan un poco empequeñecidos por esta distinción del Real Madrid.
—¿Por qué le llena más que otras?
—Porque el Madrid lo ha sido todo en mi vida. Tengo títulos muy importantes, como la Gran Cruz al Mérito Deportivo, el Collar de la Orden Olímpica o pertenecer al Hall of Fame de Estados Unidos y al de la FIBA. Todos son hitos importantísimos en mi vida. Pero, íntimamente, el que más aprecio es este.
—¿Qué le ha dado el Madrid a su vida y qué legado le ha dejado usted al club?
—Empezando por lo segundo, yo al Madrid le ha dado 22 años de mi vida como profesional y otros 40 en todos los servicios que le he podido hacer. Fui responsable de la sección de baloncesto, directivo y colaborador de todos los presidentes que ha habido. Fueron trabajos voluntarios. En cuanto a lo que me ha dado, deportivamente ha sido absolutamente todo.
—¿Cómo recuerda su llegada a la entidad blanca?
—Llegué a Madrid sin oficio ni beneficio, me empleé en Educación y Descanso, que había sido mi trabajo en Alicante. Raimundo Saporta me dio un cargo de organizador de torneos sociales y posteriormente me ocupé de los equipos infantil y juvenil, con los que fuimos campeones de Castilla y de España. Pasé al júnior también con éxito y luego al filial, el Hesperia, que fue subcampeón nacional. Todo esto es fácil de contar, pero difícil de recorrer. Y luego, ya se sabe, como entrenador del primer equipo gané 12 Ligas, 11 Copas y 4 Copas de Europa. Poco más puedo decir que no se conozca ya.
—¿Con qué momentos de su carrera como madridista se quedaría?
—Para empezar, la primera Liga Nacional (1960), porque el Madrid la necesitaba. Y, naturalmente, la primera Copa de Europa (1965, contra el CSKA). Quizá sean los dos momentos más trascendentales de mi carrera, al margen de que hubo muchísimos instantes y anécdotas más (como la famosa autocanasta de Alocén ante el Varese en 1962, que obligó a la FIBA a cambiar el reglamento).
—¿Cómo se formó para ser entrenador?
—Fui bastante autodidacta. Al principio tenía unos conocimientos lógicamente limitados pero con una filosofía que yo sabía que tenía que dar sus frutos, pero que en España no se practicaba. Era la defensa fuerte, el contraataque rápido, cambiar de sitio a los jugadores en la pista. Durante algunos años fue una sorpresa que cogió desprevenidos a los demás equipos. Entrenar diariamente tampoco se hacía por aquel entonces. Fueron cosas que introduje por inspiración propia. Después aprendí de maestros como Lou Carneseca en mis viajes a Estados Unidos, otro hecho inusitado hasta entonces en nuestro país.
—En su época no existía la figura del director deportivo y usted hacía los fichajes, ¿de cuál está más orgulloso?
—Sin lugar a dudas, el mayor fichaje de mi historia fue el de Emiliano. Fue el gran revulsivo del Madrid en todos los aspectos, tanto dentro como fuera de la cancha. Es el que más me enorgullece haber realizado en el Madrid.
—¿Cómo se produjo?
—Fue una historia peculiar, como casi todas las de mi vida. Íbamos a un torneo internacional en Francia y debíamos hacer escala en Barcelona para tomar un autobús. Él estaba en el Aismalíbar. Hablamos por teléfono y quedamos a las nueve de la mañana, en una cafetería donde le hice firmar la ficha que le vinculó al Madrid para toda la vida.
—¿Qué otros jugadores, de los que usted trajo, entrarían a su juicio en la categoría de leyendas?
—Tendríamos que hablar en primer lugar de Luyk, al que fiché en Nueva York. De Burgess, Brabender… a todos me los encontré en Estados Unidos. No fui a por ellos, porque no conocía su existencia. A Luyk le vi en un entrenamiento de los Knicks. Luego hubo otras contrataciones muy notables, como la de Hightower. Pero que hayan dejado una huella indeleble en el Madrid, además de Emiliano, sólo fueron Luyk y Brabender.
—¿Echa de menos algunos valores o aspectos del baloncesto de su época?
—No, porque el baloncesto de ahora ha superado totalmente al que practicábamos nosotros. Los jugadores han sufrido una transformación sideral tanto física como técnicamente. El baloncesto ha mejorado en un mil por cien.
—¿Por qué decidió poner fin a su carrera relativamente pronto?
—Decidí dejarlo porque los títulos me salían por las orejas. Anuncié mi marcha con dos años de antelación, jamás fui despedido por ningún equipo.
—¿Cómo sigue ahora el deporte que tanto ama?
—En su día creé la Asociación Mundial de Entrenadores y la Fundación Pedro Ferrándiz. Ahora soy presidente de honor de la Fundación de la FIBA y veo los partidos por televisión o, cuando puedo, en el Palacio de Deportes. También voy a veces al Bernabéu.
—¿Y qué le parece la situación del equipo de fútbol?
—Forma parte de los misterios de un deporte del que no entiendo, totalmente inexplicables. No puedo comprender que un equipo sufra esa metamorfosis en negativo de una semana para otra. Pero confío mucho en la recuperación, porque tanto los jugadores como el entrenador son muy buenos.
—Volviendo al mundo de la canasta, ¿Qué opina del proyecto que está llevando a cabo el Real Madrid?
—El baloncesto en el club últimamente ha tomado una consistencia y un enraizamiento que antes no tenía, y esto se debe en gran parte al presidente, Florentino Pérez. Todos los mandatarios del Real Madrid han apoyado históricamente a la sección, pero Florentino se ha volcado y ha aumentado el margen de ambiciones del equipo, cosa que los jugadores agradecen. Es evidente que la altura que ha alcanzado el equipo es envidiable y es aspirante permanente a campeón en todos los torneos.
—¿Creé usted que este equipo puede marcar una época?
—Creo que sí, porque tiene jugadores magníficos y entregados a la causa. Tanto el presente como el futuro lo veo muy prometedor si continúa la política de traer jugadores que encajan perfectamente en la filosofía y la historia del club.
—¿Hasta qué punto es importante la continuidad de un entrenador como Pablo Laso en el proyecto?
—Es fundamental, porque los continuos cambios en el banquillo han sido una lacra para el Madrid. Cuando surgieron rumores sobre su salida del equipo, yo me opuse abiertamente, porque creo que a los entrenadores hay que darles continuidad, pero más aún si han llevado al equipo a las cotas más altas. Que hayan tenido un mal día en dos finales europeas no es motivo suficiente para un relevo. Otra cosa es que las exigencias permanentes del Madrid obliguen a ganar títulos a toda costa. Es una cruz que tiene que llevar Pablo Laso, pero también un premio. El equipo ha mejorado en todos los sentidos.
—¿Cree que es mejor que el Madrid vaya de menos a más y no tan disparado desde el principio como el año pasado?
—En diciembre del año pasado hice un comentario acerca de la sorpresa que me producía la fantástica forma que tenía el equipo, porque mi experiencia me dice que debe alcanzar la plenitud entre enero y febrero. Creo que ha sido un acierto, si es que se está haciendo a propósito, dosificar a los jugadores para empezar a forzar la máquina ahora.
—¿Qué baloncesto le gusta más a usted, el de la FIBA o el de la NBA?
—En cuanto a organización es imposible equiparar la de la NBA con la de Europa. Pero en cuanto a competiciones, prefiero las de aquí. Sobre el juego, siempre me ha gustado más el universitario de Estados Unidos que el de la NBA. Me aburren mucho los partidos en los que no hay nada en juego o no son decisivos para un título.