BARCELONA 87- IBEROSTAR 79
La resaca paraliza al Barcelona
Volvieron Navarro y Oleson pero el Barça sólo pudo salvar los muebles ante el único rival que no le ha ganado nunca (18-0 en duelos directos). Discreto esta vez Mario Hezonja.
El Barcelona ganó. Porque en el Palau suele ganar del mismo modo que fuera de su pista se está acostumbrando a perder. Es un resumen tan aséptico y gélido como el clima en plena sacudida invernal. Y como el propio partido. El Barcelona ganó, afectado por esa evidente debilidad en el sistema nervioso que le ha atacado desde diciembre y que le dejó inerte en el Palacio. En plena resaca, al menos ganó y evitó que la crisis se le cayera de los bolsillos. Ganó y ya puede empezar a pensar en el Galatasaray, que visita Barcelona el jueves. Ese partido sí que lo tiene que ganar, y por la mayor diferencia de puntos que pueda amasar. Lo contrario le pondrá difícil de verdad el billete para cuartos de final de la Euroliga.
La única buena noticia fue el regreso, no previsto para hoy, de Navarro y Oleson. Los dos pasaron por la pista para enviar un mensaje de optimismo a una afición aterida. Cada uno a su manera: Navarro convirtió en un triple la primera bola que le cayó en las manos y Oleson logró la canasta más importante del partido, con 75-71 y el Barcelona enredado con los palos que se sigue poniendo a sí mismo en las ruedas. Ninguno de los dos hizo nada más, volver ya es mucho, y el Barcelona tampoco envió muchas más constantes vitales. Lampe no jugó por lesión, nuevo inquilino en la enfermería, y Hezonja no fue Super Mario. Jugó algo pasado de revoluciones, forzando demasiado. Parte del aprendizaje.
Un susto imprevisto
El Iberostar Tenerife nunca ha ganado al Barcelona. Con este, ha perdido las 18 veces que ha jugado contra los blaugrana (16 en Liga). Y llegaba sin Sekulic. Así que, con su estilo valiente y frontal de siempre, jugó un brillante primer cuarto (21-21 después de mandar hasta el 15-19). Pero a partir del segundo cuarto hizo todo lo posible para salir del partido por la gatera. Falló muchos tiros y dejó fluir a un Barcelona que entró en calor lo justo para amagar con el K.O. técnico: parcial de 13-0 para el 36-27 y 52-37 ya con el tercer cuarto avanzado. Entonces, a los de Alejandro Martínez les bastó aprovechar la invitación del Barça para volver (54-58 en un visto y no visto) y seguir con vida hasta el último minuto (81-76). Al Barcelona al menos no le falló el pulso en el carrusel final de tiros libres.
Y no tiene mucho más que celebrar el equipo de Xavi Pascual, que encajó 28 puntos en el último cuarto con su habitual manual sobre cómo complicarse la vida todo lo posible: lagunas de concentración, defectos de forma y fondo en la defensa y 15 pérdidas de balón. Huertas sólo jugó 16 minutos tras su patinazo de Madrid y Tomic no tuvo influencia hasta casi el final. Tampoco hicieron nada por redimirse de lo del Clásico ni Abrines (sólo jugó 15 minutos; preocupante), ni Jackson ni un Thomas que al menos puso empeño. Así que ante ese panorama tuvo que aparecer Nachbar, tan frío que también parece menos propenso a la depresión. El esloveno, en un año en el que estaba pareciendo demasiado de vuelta, empezó a enlazar triples (6/8 final) para terminar con 24 puntos y un aire de salvador imprevisto, que pasaba por allí. Se le unieron Satoransky, que fue de menos a más y que puso coraje en el segundo tiempo, y un Pleiss que aprovechó la baja de Lampe para llegar al aprobado raspado. Que tal y como está la cosa, no es poco.
Desde luego, el partido tenía su peligro y su riesgo de glaciación y al menos el Barcelona ganó. Perdió muchos balones, djeó muchas dudas y jugó sólo a ratos. Permitió otra vez que un pívot le friera (Lampropoulos: 23 puntos, 6 rebotes) y respiró cuando la quinta falta sacó del partido a Sikma (13+8 y 4 asistencias). Incapaz de cerrar un partido en el que tiró a la basura tres o cuatro match point ante un rival que firmó un 0/12 en triples entre el segundo y el tercer cuarto… pero un 4/6 en el último. Y que finalmente volvió a perder ante el único equipo al que no ha ganado nunca, uno que esta vez se empeñó en dispararse en el pie hasta obligarse a sufrir. Así están las cosas. Con el vaso un poquito menos que medio vacío… ¿o será que medio lleno?