REAL MADRID 93 - BARCELONA 98
El Barça da primero en la final
Aupado por las actuaciones de Tomic y de Nachbar, y por la dirección de Huertas, el Barcelona logró la primera victoria en la final. El Madrid fue a remolque.
Si hiciéramos caso a los precedentes, a 31 años de historia de los playoffs, la final estaría ya decidida: el Barça, campeón. Porque siempre que hubo un Clásico en la final, y con esta van doce veces, el título se lo llevó quien golpeó primero. Más aún, en 28 de las 30 ediciones anteriores (93% de las ocasiones) triunfó el que arrancó 1-0. Así, sin más. Queda la excepción que confirma la regla o aquello de que las rachas están para romperse. Cualquier tópico que se les ocurra. A eso, a que esto es deporte, se agarra ahora el Madrid como a un salvavidas en un naufragio.
Ocho meses peleando por disponer de una ventaja de cancha que ha perdido en 40 minutos. Y que ha perdido, en parte, por la victoria por 38 puntos ante los azulgrana en la Final Four. Ese 100-62 ha empujado a Pascual a variar algo su planteamiento, a jugar más alegre, a ser más atrevido y menos rígido, a correr más. Pero no sólo resultó una huida hacía delante barcelonista, sino que el rival le abrió la puerta durante muchos minutos. Los suficientes para aprovechar la oportunidad. La falta de chispa madridista no hay que buscarla en ataque, que también; se aprecia tanto o más en defensa. Justo donde más progresos había hecho en los dos últimos años. No estuvo lucido ante el Unicaja y volvió a fallar ayer. En lo colectivo y en lo individual. Con Mirotic desconocido ante los culés, superado una y otra vez por Nachbar (17 puntos). Laso apenas le tuvo en pista 14 minutos.
Y junto al esloveno, un enorme Tomic (17 tantos y 11 capturas). Ahí, en los rebotes, el Madrid descubrió otra vía de agua, una que arrastraba desde la semifinal. Segundas opciones visitantes y menos galopadas. Pese a todo, al final del tercer cuarto parecía que el Barça iba directo a chocar otra vez contra el muro blanco. Buenos minutos de Rudy, de Llull, de Bourousis; luego de Mejri y de Darden; antes de Sergio Rodríguez y de un Carroll que batía a Oleson: 57 tantos entre el segundo y el tercer parcial (73-68).
Para los de Pascual, sin embargo, funcionó la terapia. El pasado había dejado de existir. Miraron al frente y se dieron impulso. Trece de catorce en tiros libres en el tramo vital. ¡Albricias! Otro apartado en el que sumar en vez de restar. Otro trauma olvidado. La diferencia entre perder o ganar. El marcador más elevado en una final desde 1996: 93-98.
Con 82-79, a falta de 5:48, el Madrid desapareció en ataque sin saber contrarrestar a su enemigo íntimo. Tomic sacó la cabeza y Huertas siguió mandando tras un buen y largo relevo de Sada. El Barcelona era más homogéneo, más compacto, frente a un Madrid deslavazado al que se le apagó la luz. Otra vez la chispa. El sábado, llega el segundo. Respirar o morir para el Real. Jaque a tiro para el Barça.