Spurs 104 - Heat 87 (4-1)
San Antonio Spurs, un campeón para la eternidad
Quinto anillo para Tim Duncan y Gregg Popovich tras aplastar a Miami Heat (104-87) y acabar 4-1 a serie. Kawhi Leonard fue el MVP de las Finales.
Se puede ganar de muchas maneras, casi todas dignas, pero cuesta imaginar una más hermosa que la que dio a San Antonio Spurs el título de la NBA 2014, el quinto desde que Tim Duncan llegó a Texas en 1997. Fue el anillo del pase como forma de vida, del Equipo, del Big Three (Duncan, Parker y Ginobili) sin egos ni glamour, de la estrella muda (el MVP Kawhi Leonard), del entrenador (Popovich) capaz de reinventarse de psicópata del orden en gurú del arte, de la franquicia que buceó en el draft (Sólo Duncan es una elección Top-14) y en el mundo (nueve campeones nacieron fuera de EEUU) para construir una de las grandes máquinas ofensivas de la historia. Fue el anillo de los viejos a los que se dio por derrotados, de los que no se rindieron tras el durísimo golpe del año pasado, de quienes convirtieron en vulgares al mejor jugador del mundo y a un rival histórico. Fue el anillo del baloncesto puro. Fue una exhibición.
Y eso que Miami, orgullo de bicampeón, llegó a San Antonio dispuesto a hacer historia y levantar un 3-1 en contra. Spoelstra al fin se rindió a la evidencia y dejó a Chalmers fuera del quinteto para meter a Ray Allen y que LeBron, para no variar, se encargase de todo: dirigir, anotar y defender a Parker. Animados por empezar al fin un partido con cinco jugadores vivos (mejor dicho, cuatro y medio con el actual Wade), los Heat comenzaron como un cohete, Bueno, en realidad fue LeBron que lideró a los suyos hasta una ventaja de 6-22 a los siete minutos. Parecía que Terminator (17 puntos en el cuarto) iba a exterminar a los Spurs, más humanos que nunca con un impropio 28% de acierto hasta que aparecieron los tres héroes de la noche para clavar un triple por barba y despertar a los locales: Ginobili, Kawhi y Mills pusieron el 18-22 y, aunque Miami aún se resistió hasta mediado el segundo periodo, ahí supimos que su lucha no tendría un final feliz.
Duncan, el eterno, el mejor ala-pívot de la historia que se convierte en el segundo jugador de la historia en lograr el anillo en tres décadas diferentes, puso a los suyos a tiro de una canasta antes de que Kawhi, con un triple en contraataque, y Ginobili, con un matazo en la cara de Bosh impropio de un tipo de 36 años, culminaran la remontada. Con el 47-40 al descanso, con Tony Parker aún sin anotar, los Heat empezaron a desprender olor a cadáver, y fue el talento imprevisible de Patty Mills quien puso los últimos clavos en el ataúd con unos minutos de descontrolada inspiración, triple tras triple hasta sumar 14 puntos casi seguidos y poner a los Spurs con 21 de ventaja (65-44) a falta todavía de un cuarto de hora. El resto fue homenaje.
Al entregarles el trofeo, Adam Silver, lo explicó a la perfección: “Gracias por demostrarle al mundo lo hermoso que puede ser este deporte”. La celebración fue emoción pura, con el abrazo entre Duncan y Popovich, 17 años juntos, como el final romántico de una gran película. Kawhi Leonard (22 años), segundo MVP más joven de unas Finales sólo por detrás de Magic (que lo logró con 20 y 22), incluso fue capaz de hablar más de un minuto y LeBron (31 puntos sin gloria) demostró saber perder en un largo encuentro con Duncan que emanaba grandeza. Ambos equipos afrontan ahora un verano de incógnitas. Duncan debe confirmar que no se retira y el Big Three de Miami puede hacer las maletas si quiere. Pero de eso hablaremos mañana, hoy sólo importa que San Antonio es campeón de un modo que nunca olvidaremos. Ganó la belleza.