VALENCIA BASKET 58- BARCELONA 77 (0-1)
La semifinal se tiñe de azulgrana
El Valencia, muy mermado por las lesiones y el agotamiento, se desfonda en el segundo tiempo ante un Barcelona que lució jerárquica y que recupera la ventaja de campo.
El Valencia trabajó a destajo durante más de siete meses para convertirse en el mejor segundo clasificado de la historia de la ACB (30-4). Sólo perdió en su pista ante el Real Madrid y se agarró a ella para soñar de forma legítima, con la Eurocopa en el zurrón, con ganarse un puesto en la final. Ese factor cancha que le bendecía se le ha escurrido entre los dedos a la primera de cambio y con un martillazo resonante del Barcelona, cuyo mérito es volver al lugar del crimen con la tozudez del asesino en serie: busca su octava final liguera consecutiva, la decimosexta entre todas las competiciones domésticas. Y la séptima con Xavi Pascual, que nunca ha perdido en esta ronda y que pone su balance en semifinales en diecisiete triunfos y dos derrotas.
Contra todo eso juega un Valencia al límite, con las cicatrices orgullosas pero tremendas de una temporada histórica pero extenuante. Con Dubljevic fuera de juega y una galería de tocados tan larga como ilustre (Doellman, Sato, Triguero, Aguilar, Lishchuk…), al equipo de Perasovic le quedan las fuerzas justas para someter al Cajasol y muy pocas para recibir a un Barcelona acostumbrado a jugar una tonelada de partidos entre octubre y mayo y seguir a pleno rendimiento en junio. Pesa la historia y pesa lo indecible, claro, la profundidad de plantilla que da la superioridad económica. El primer partido de una serie a cinco siempre es instrumental: otorga muchas posibilidades estadísticas de clasificación y el gobierno psicológico de la serie. Eso y, esta vez, un factor cancha que vuelve al Palau. Si el Valencia Basket no saca fuerzas de donde parece no tenerlas de cara al segundo, puede viajar a Barcelona con una herida mortal en el costado. Pero conviene no descartarle todavía. Al menos eso se lo ha ganado a lo largo de toda la temporada. Seguro.
A Perasovic le queda recoger las esquirlas de metralla azulgrana que quedaron esparcidas por la Fonteta y convencer a su equipo de que sólo ha perdido un punto de cinco totales y que sólo ha encajado una derrota. Dura y fatigante pero sólo una derrota en un guión que deja la puerta abierta a una reescritura. Es difícil jugar peor de lo que lo hizo el equipo valenciano: 14 pérdidas, 16 rebotes entregados bajo su aro y unos impropios 33% en tiros de dos y 26% en triples. La cuestión es separar cuánto respondió a un día horrible y cuánto a síntomas inequívocos de agotamiento. Y lo malo es que las sensaciones apuntaron en la segunda dirección: después de resistir (33-35) en un primer tiempo que fue una áspera pelea de perros, cayó desmayado tras el paso por vestuarios. En el segundo tiempo: 25-42 en puntos, 21-54 en valoración. Y de un 35-35 en el minuto 21 a un 43-58 en el 33. En todo eso tiempo, casi trece minutos de partido, el Valencia anotó tres canastas en juego. La secuencia infinita de fallos le dejó sin paciencia, la de pérdidas sin inspiración. Y finalmente las piernas hicieron crack ante un rival que olió sangre y metió la directa. Tomic jugó cada vez más cómodo, Papanikolaou enseñó una potencia física que contrastó con el estado de excepción valenciano y el último conato de batalla se lo cargó la aparición tardía pero suficiente de las muñecas de Navarro (sus 13 puntos tras el descanso) y Nachbar (15, todos en el último cuarto).
El Barcelona, que encajó 95 puntos en esta misma pista en la Fase Regular, puso oficio, inteligencia y la misma intensidad que su rival. Fue muy superior en un partido llevado en su nudo al fango, a las trincheras. Su gran mérito es haber puesto la paliza de Milán en cuarentena y haber recuperado el tono competitivo por la vía rápida. Mandó en el primer tiempo gracias a su defensa y a los esfuerzos de Sada y Lampe (el plan C) mientras el Valencia tuvo piernas y corazón para oprimir a Navarro, Oleson y Abrines. Como un jardinero experto y confiado, fue podando el partido hasta convertir la selva del primer cuarto en el jardín privado del último. Ganó, convenció y acabó dejando un mensaje con sabor a plomo para su rival, que acabó sintiéndose muy inferior. Pero sólo ha ganado un partido. Lo suficiente para recuperar el factor cancha y abrir brecha en la carrocería del rival, pero sólo uno. Le faltan dos en ruta hacia otra final. Ahora mismo pinta a favorito pero mal haría en descartar al Valencia Basket, que soltará dentelladas hasta que le abandone el último hálito de fuerza y caiga definitivamente en un abismo hacia el que ya le ha dado el primer empujón el Barcelona.