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BILBAO 73 - REAL MADRID 87

Miribilla arropó a sus héroes y clamó "Arrinda vete ya"

El consejero delegado no compareció por temor a una revuelta y el público rindió homenaje al equipo, al que el Madrid hizo el pasillo al final.

Roger Grimau aplaude a la afición bilabaína  emocionado.
EFE

El partido de Miribilla era un envoltorio, dos horas de disfrute para olvidar la dramática situación que vive la franquicia bilbaína, herida de muerte por la mala gestión de Gorka Arrinda. La huelga anunciada para mañana y la posibilidad de encontrar un ambiente muy enrarecido provocaron la ausencia del máximo accionista del club por primera vez este año. Muy significativo. En su palco, a pie de cancha, junto al banquillo local, destacaba un puñado de sillas vacías. Tampoco estaba su hermana, Olatz, empleada en el club. Sí, en cambio, su mano derecha y director deportivo de la entidad, José Cobelo, apostado en la grada, en una esquina desde la que suele ver los partidos. Cerca del palco de Arrinda se acomodaron Del Campo y Elejalde, dos de los empresarios que tratan de tomar las riendas de la nave. Ambos charlaron durante unos instantes, seguro que sobre lo que se les viene encima a partir de ahora y la parálisis creada tras enrocarse Arrinda, al que los jugadores espantaron tras sentirse “manipulados con mentiras”.

El equipo se alineó, abrazado, durante la estruendosa presentación. Renunció a la ceremonia habitual, saliendo de uno en uno al reclamo de la grada y el speaker con todo a oscuras y el marcador emitiendo imágenes con enorme fuerza. El público cerró filas con una ovación que se prolongó cuando las luces prendieron. Cada movimiento, cada gesto era correspondido con muestras de cariño por parte de la platea. Antes de arrancar, más emoción: minuto de silencio sepulcral en memoria de Iñaki Azkuna, el alcalde bilbaíno con más carisma de la historia, cuya muerte ha encogido la ciudad que tanto se afanó por expandir.

Llull tuvo un bonito gesto con Raúl López, lesionado en una mano, y se fue a abrazarle antes de iniciar las hostilidades. Hasta el Madrid parecía contemplativo y solidario con una postal tan cargada de sentimiento. “¿De verdad os creéis que no van a jugar?”, inquirió Pablo Laso en un tiempo muerto. Mejri se saltó la escena solemne con un contraataque solo en el que se adoró llevándose una mano a la parte de atrás de la cabeza. No hizo gracia a los hombres de negro: Mumbrú contestó con un triple y copió el gesto.

El Bilbao jugó con el corazón y la grada le impulsó con su alma quebrada. El "Arrinda vete ya" volvió a erigirse en hilo musical. Al acabar el primer cuarto, surgieron los coros desde la Peña Hirukoa, la más activa e histórica, y después se sumó gran parte de Miribilla. Al final fue un clamor. Volvió a escucharse en el segundo tiempo. Y también: “¿De qué equipo es ése que no está?, señalando al palco vacío del consejero delegado. ‘Para nosotros estar aquí ya es ser campeones’, desplegó una pancarta la Peña Turín. Todos se giraron a esa zona en una cerradísima ovación. Sentimiento a flor de piel. “Estro, esto, esto, es un equipo”, clamaron los diez mil hinchas que llenaron el pabellón mágico. Y el ‘que bote que bote, que bote Miribilla’. Había lágrimas.

El final fue el mayor homenaje a un equipo que se recuerda en Bilbao. Todos echaban de menos a Hervelle, lesionado en la rodilla y acompañado a vestuarios por su amigo Raúl López, aunque sí pudo salir a contemplar los últimos minutos, ya vestido de calle y con muletas. Era el único que faltaba en una jornada de comunión total entre la grada y sus titanes. Bueno, también el consejero delegado; mejor, para no distorsionar la sintonía. Queda por ver si el ausente Arrinda, al que el equipo no puede ni ver, toma nota y deja que sobreviva el club o sigue más pendiente de sus intereses personales. El Madrid, en un gesto espectacular, hizo el pasillo a todo el Bilbao Basket al final. La gente siguió un rato largo en su sitio mostrando su desagrado con la situación. Y obligó al equipo a volver a salir a hacer un paseíllo por el perímetro de la cancha.