EUROCOPA | BILBAO 91-SASSARI 93
El Bilbao se complica la vida
Raúl López forzó la prórroga con un triplazo desde campo propio, pero el Sassari tuvo serenidad para llevarse el partido. El Bilbao debe ganar los tres partidos que le quedan.
Un triplazo de Raúl López desde campo propio con 77-80 promovió el milagro en Miribilla. Pero la ilusión dura poco en la casa del pobre. La derrota era un mazazo y el genio de Vic jugó a la lotería. Salió cara: la prórroga. El Sassari, incrédulo junto con los cincuenta seguidores sardos desplazados, vio cómo estaba a punto de volar un partido que tenía empaquetado. Sólo fue un aplazamiento de la sentencia. Su fe le llevó a lograr el premio sólo cinco minutos de juego más tarde. Al Bilbao (va 0-3 en sus últimos compromisos europeos) la clasificación para la siguiente fase se le complica (deberá ganar los tres partidos que le quedan). Y si la jugada de chiripa le dotaba de algo de moral a su escuálida figura, el desenlace le devuelve al punto cero. Y eso que con dos abajo los árbitros se comieron una clara falta a Gabriel (muy blando de manos) instantes antes del bocinazo final.
La nueva era con Markota y post-Carmichael (aunque a éste se aún le busca acomodo en su país y estuvo animando cerca del banquillo) nació con Gabriel de cinco titular, con Pilepic en un papel más protagonista y una rebaja sustancial de los minutos de Grimau. El Sassari, ya lo demostró en la ida, es un equipo de fogonazos continuos desde la línea de 6,75. Desde el infinito y más allá. Es la propuesta en la que cree el histórico Sacchetti y la defiende hasta la extenuación. Y salir de ese ritmo abrasador de pistoleros no es fácil, hay que ser muy fuerte mentalmente. Lo más normal es dejarse contagiar por ese sistema con cuatro o incluso los cinco abiertos, para buscar el uno contra uno exterior y un pase al exterior, aunque ese balón luego puede girar un par de veces.
El Bilbao tenía rabia dentro y la sacó tras el salto inicial. Un 9-0 de arranque en 2:50 obligó a Sacchetti a pedir tiempo muerto. En su ímpetu, los bilbaínos realizaron muchas faltas y faltas claves. Se encontraron muy rápido con dos de Raúl y eso es un problema, porque es el más clarividente de una plantilla que necesita guías en la penumbra. La primera parte fue una montaña rusa, con parciales a favor y en contra de los bilbaínos, que, de puros inseguros, hicieron la goma ante un equipo tan irregular como ellos, pero en este punto mucho más descarado.
La salida tras el descanso fue penosa. Los jugadores del Sassari reboteaban sus propios tiros, movían la bola a placer, bloqueaban y continuaban como Pedro por su casa, y el cuatro Caleb Green se infló a anotar desde el extrarradio. Aquello se fue al 43-53 a 15:07. Miribilla (que contó con la presencia de Ivanovic como espectador) se hartó y pegó una buena pitada.
Pueyo frenó la sangría, sacó a Kavaliauskas (cambio coreado por parte de la grada) y subió un punto la intensidad defensiva para plasmar un 11-0. El Bilbao empezó a entender que sólo con paciencia, moviendo la bola si era preciso hasta el segundo 23, sacaría el partido. Desde la agonía, un triple de Gabriel y un palmeo de Markota dieron oxígeno en el apretado final. La lotería de los tiros libres decantó mucho la balanza. Con dos arriba, Caleb Green tenía dos tiros libres para sentenciar pero sólo convirtió uno. Parecía darle igua. Total, quedaban solo dos segundos, con saque de fondo. Nadie, humano, podría hacer nada en ese tiempo. Menos Raúl López. El genio. Aunque no hubo premio