MACCABI 57 - REAL MADRID 69
Un Madrid dominante se gana el pase a su quinta Final Four
El Maccabi no tuvo opción en el último cuarto. Jaycee Carroll fue el motor del equipo de Laso y Rudy Fernández apareció al final para certificar la clasificación para Londres.
A este Madrid, al de Pablo Laso, se le ponía en cuarentena porque las notas siempre llegan en junio —o en mayo— y porque sus vaivenes le hacían sensible al naufragio a ojos de muchos en los llamados duelos grandes, en partidos trabados sin jogo bonito. Pero con ese estilo particular aspiraba a devolver al club blanco a la élite del baloncesto, y en esas anda, de regreso. Disputará en Londres su segunda Final Four en 17 años, la quinta de su historia desde que se instaurase el sistema de manera permanente en 1988 (doce lleva el Barça). Y lo logró pasando por encima del Maccabi, que hasta este playoff era junto al CSKA y al Barça el equipo más en forma. Dejó en cueros al cuarto máximo anotador del torneo con una exhibición defensiva de gran calado: 53, 63 y 57 puntos recibidos para un 3-0 enorme.
Mientras que la plantilla del Madrid ofrece dos quintetos diferentes, que aportan matices dentro de un estilo común, el Maccabi no posee piezas para tanto. Lo fía todo a Hickman y a James, con Logan y Smith echando una mano. Caner-Medley carece del peso en la pista que tuvo en España y a Eliyahu no hay quien lo reconozca. Ambos equipos muestran analogías en su propuesta de juego, pero la del campeón israelí se queda a mitad de camino, lejos, por ejemplo, del bloque acorazado que destrozó al Madrid en la semifinal de 2011.
Viendo el partido por Teledeporte algún compañero comentaba que este Maccabi parece una banda; no lo es. Su problema es que no hay peor cuña que la de la misma madera. Y ahí, en el cuerpo a cuerpo, sufre las de Caín, porque pelea con armas parecidas pero de un alcance muy inferior, y carece del rebote ofensivo del Real. Casi un tercio de los puntos blancos llegaron por esa vía en la primera parte y sólo su discreta puntería en el lanzamiento le impidió derribar por completo el muro amarillo (30-33, con Llull a un nivel alto). Rudy era la viva imagen del desacierto: falló sus primeros cuatro triples y la confianza se le escapó por la gatera. Le relevó Carroll, sobremarcado y peleado con Hickman.
Laso tiró de manual en la reanudación y volvió a su quinteto grande (Llull, Rudy, Suárez, Mirotic y Begic), con el que daba capones con la barbilla al enemigo en cada puesto. Defensa y rechaces asegurados. David Blatt tenía dos opciones: resignarse o arriesgar. Y optó por lo segundo, sacó a cuatro bajitos con Smith (1,96 m) sujetando a Mirotic (2,08). Y el Madrid no sólo no obtuvo ventaja, sino que perdió la que tenía. El partido se alocó, cuando Laso pretendía lo contrario: 42-38. Tel Aviv soñaba y... sonó el despertador. Ni golpe de timón ni cambio de rumbo, apenas un simple oleaje en un mar tranquilo dominado por la barcaza blanca.
Carroll robó algún balón, anotó, forzó faltas. Nueve puntos suyos para cerrar el tercer cuarto (44-52), para celebrar su 30 cumpleaños. Tremendo arreón, confianza plena siempre en el de Wyoming, siempre. El otro gran resurgir fue el de Rudy. Llevaba una caraja de 0 de 7 en tiros de campo y clavó su triple más difícil. Manos al cielo. “¡Por fin!”, se gritó a sí mismo. Momento estelar. Le siguieron dos más: 48-61. Bandera blanca, la de la rendición. El Madrid vuelve a la élite con un 3-0 al Maccabi, goleada en el duelo eterno. Billete a Londres.