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eurobasket 2011 | lituania 79 - españa 91

La sinfonía del campeón

Antológico primer tiempo de España (36-62) que sentenció un partido vital ante un anfitrión sin respuestas. Volvieron la defensa, el rebote y el tiro exterior: volvió la mejor versión de España.

<strong>CALDERÓN LIDERA A ESPAÑA.</strong>
CALDERÓN LIDERA A ESPAÑA.

Ahora parece que todo era mentira, que España fingía cada síntoma de artritis y guiñaba el ojo tras cada triple fallado. Que las sensaciones eran un juego de espejos, el gran farol de la partida de poker que animó los días de fogueo. Hoy empezaba el Eurobasket y hoy empezaba realmente, que la burocracia diga lo que quiera, la segunda fase. Y más tras la derrota de Turquía ante Polonia y más con un futuro ya dibujado: Serbia, Francia, Alemania. La escenografía incluía además el hirviente Panevezys y la temible Lituania, anfitrión y orgullo del país en el que el baloncesto es mucho más que simple baloncesto. Y en ese día, en la primera gran X en el calendario, apareció la campeona de Europa, la España de oro, la mejor versión de un equipo memorable cuyo ciclo actual estará (está ya) en los libros de historia de este deporte.

Con Europa mirando, España sacó la partitura e interpretó una sinfonía deliciosa, una oda heroica con recuerdos a Japón, a la final de Atenas... la mejor España de la era Scariolo por encima de aquella que aplanó a Francia en cuartos del anterior Eurobasket. Dijo Tolstoi que la música es la taquigrafía de la emoción y el primer tiempo de España (el que concentró y resolvió el partido) fue pura emoción, una coreografía maravillosa e inefable ante la que sólo queda sentarse y disfrutar. O ponerse el frac, levantarse y romper a aplaudir. Elijan pero, hagan lo que hagan, disfruten. Disfruten hasta el exceso, disfruten con lujuria porque este equipo es único e histórico. Este equipo no volverá pero por suerte todavía no se ha ido.

Una coreografía celestial

Los números no bastan, pero ayudan, para interpretar y comprender ese primer tiempo de España, tal monumento al juego. Números: notas de una partitura dulce y colosal, de una combinación exquisita de músculo y seda. Esta Lituania, por roster mucho menos que España, es temible en su cubil por intensidad y ADN. Turquía, un ogro ahora contra las cuerdas, le metió 68 puntos. España, en dos cuartos, 62 (36-62). El partido duró hasta un mentiroso 7-6 al que siguió un 0-16 que rompió el partido y permitió el despegue del gigante, poesía y dinamita, al que los demás aspirantes verán en sus pesadillas esta noche.

La España a la que se intuían pocas piernas en la defensa exterior congestionó la circulación de Lituania (2 triples en todo el primer tiempo, 9-2 en pérdidas, 0-5 en robos...) con un despliegue descomunal. La España de los bochornosos11/50 en triples hizo 10/16 a lo largo y ancho de dos cuartos de baloncesto absoluto. Ganó el rebote, repartió 17 asistencias y anotó desde absolutamente todas las posiciones. Los Gasol, decisivos por jerarquía y trabajo, se limitaron a hacer de teloneros de un sublime Navarro (15 puntos en el primer cuarto) y de un Calderón resucitado. Con la energía de antaño en las piernas, hambre en defensa, criterio en la dirección y acierto en el tiro. El base absoluto que España llevaba tanto tiempo echando de menos.

El martilleo español desnudó a una Lituania que malvivió de los destellos de Valanciunas, un gigante en ciernes hasta ahora infrautilizado por un hoy desquiciado Kemzura, y de su orgullo en el segundo tiempo, cuando eligió perder de la mejor forma posible (parcial de 43-29) y aprovechó la bajada de tensión de una España que aprovechó ese segundo tiempo para meter en harina (por fin) a Ibaka: 15+9. Una España en la que la rotación de Scariolo está definida para lo bueno y lo malo (Sada, Claver, San Emeterio bajo mínimos). Antes del maquillaje local, el marcador llegó a un estremecedor 46-74 cerca del ecuador del tercer cuarto. El poder, todo el poder de España, concentrado en casi 25 minutos de baloncesto sublime.

Queda un triunfo que allana el camino a cuartos porque cuenta para la primera fase y aligera el duelo de mañana ante Turquía. Queda el golpe en la mesa, el órdago del campeón. Y quedan las sensaciones, la certeza de que el techo de este equipo sigue siendo infinito. Las cosas no siempre saldrán como hoy. Los triples no lloverán con tanta dulzura y el rival encontrará caminos, abrirá vías de agua. Lo que queda es mucho y es difícil aunque hoy creamos a España imbatible, infinita, sobrehumana. Pero conviene recordar que hace unos días veíamos rachas de cielos nublados y amenazas a la vuelta de cada esquina. Esas amenazas siguen ahí y siguen siendo muy peligrosas: Serbia, Francia, Alemania, ¿Rusia?, Lituania si nos volvemos a encontrar...

Pero hoy, y es mucho, hemos refrescado la certeza de que la mejor versión de España sigue impresa en la genética inolvidable de un grupo de jugadores que dejó otra sinfonía para el recuerdo. Siéntense y sonrían, nada más. Porque la música es bueno o mala y, como dijo Louis Armstrong, de la buena simplemente se disfruta. Sin darle más vuelta.