Eurobasket Lituania | El cuaderno de Antoni Daimiel
La injusticia de dudar de Marc por su apellido
Más pistas. Otra vuelta de tuerca hacia la madurez y la prestancia. Desde la racionalidad, Sergio Scariolo dejó una pista de cambio de rotación contra Gran Bretaña, recurriendo a una propuesta más sencilla. La comodidad del resultado sólo dejó entrever una idea que habrá que confirmar en próximos partidos, la de aumentar el tiempo en pista de los imprescindibles y reducir la importancia de la segunda unidad. Una postura incluso arriesgada e impopular por el ascendente que tiene Víctor Sada entre los aficionados, pero un rumbo al fin y al cabo lógico, pragmático. Una rotación básica de entre nueve y diez jugadores que pudiera llevar a Navarro, Rudy Fernández, Pau y Marc Gasol a los treinta minutos de juego en partidos culminantes, si el físico lo permite. Y un detalle definitivo: Cada suplente siempre coincide en pista con, al menos dos titulares.
Marc Gasol. De Marc Gasol se ha dudado siempre más de lo necesario. La amenaza de la prebenda por apellido le ha rodeado de juicios injustos, especialmente en los dos Mundiales, antes del de Japón 2006 y después del de Turquía 2010. Marc es, como su hermano, otro privilegiado. Grande, inteligente, con mano virtuosa y con esa facilidad innata para entender y prever el baloncesto por instinto. Tuvo, además, la capacidad para un gran sacrificio en el momento culminante de su carrera. Es incontestable. Y que la fórmula de los dos hermanos juntos en pista funcione no es ninguna hazaña ni ninguna gran obra arquitectónica, es lo natural. Por eso no es exagerado decir que junto a Felipe Reyes e Ibaka forman el mejor juego interior de la historia del equipo nacional. Por eso no tiene que ser malo ni raro que los pívots metan dos tercios de los puntos del equipo.
Después de la alergia. Rudy Fernández vuelve a salir exultante y jubiloso de una alergia. Atento, con la pupila dilatada. Agresivo, decidido e incontrolable. Tras la tormenta de la irritación y el edema llega la calma y tras la calma se destapa la trasmisión neuronal perfecta, el acierto y el esplendor de la aptitud. La tensión de la importancia, la habilidad para contribuir con lo poco que falte, con el detalle imprescindible o definitivo.