europeo sub-20 | italia 70 - españa 82
El círculo perfecto de España
España levantó ante Italia el último oro que se le resistía en Europa. Tuvo más talento y alternativas pese a un mal inicio y una pájara en el último cuarto. Mirotic, otra vez diferencial.
Hay que hablar de España, de la consecución del último oro que se resistía en Europa, de 20 medallas de nuestro baloncesto desde 1992. Y hay que hablar de Mirotic, el jugador diferencial del torneo, tirano de puño de hierro y muñeca de seda. Mucho más que un MVP. España ha ganado el Europeo sub-20 por primera vez en la historia. Sigue el sueño de la edad de oro de nuestro baloncesto.
Y ha ganado porque ha sido el mejor equipo del campeonato. No se ha medido con Francia, que sonaba a amenaza y se quedó en el bronce. Pero ha sido el equipo con más talento, variantes, bloque y estilo. Ha tenido rachas de baloncesto arrebatador y ha tenido pájaras monumentales que han animado partidos de resolución apretada. Con todo en la balanza ha sido el mejor equipo. De largo. Y tuvo que demostrarlo finalmente en una final fea, áspera, sudada. Un partido en el que Italia no regaló nada, dejó destellos de malos modos y se descosió según pasaban los minutos y según Gentile se consumía en una carrera hacia ninguna parte. Tiene clase pero es individualista hasta la náusea. Para hacer 14 puntos necesitó un pésimo 5/15 en tiros de campo con 7 pérdidas de balón. Talento mal gestionado y mal utilizado que lastró a un equipo que fue mejor cuando fue, pasa casi siempre, colectivo y lógico.
La cada vez más nefasta toma de decisivos de Gentile fue metáfora ideal de la desazón de Italia, que pasó de dominar a hacer la goma y de ahí a desfondarse. El arranque del tercer cuarto con el partido todavía vivo (35-42) fue la muestra. Por cada canasta que metía, Gentile hipotecaba otro par de ataques. España, mientras, se recomponía y se ponía el traje de faena. Ya hecha a los focos y a la importancia del partido, naturalizaba las sensaciones. Logrado eso, fue coser y cantar. O más bien coser, remar y sudar. Sudar mucho. Para demostrar, insisto, que ha sido el mejor equipo, España superó pruebas, la principal tres bajas. Un codazo de Gentile sacó del partido a Sastre, fuego nuclear todo el campeonato, tras 72 segundos de juego. Después cayó Simeón, clave en la electrificación de una defensa española que empezó con tiritonas. Finalmente se fue Llovet. Y sin todo eso -el talento de uno, el tesón de otro, el cemento del último- España ganó. Con justicia.
Un partido feo... y Mirotic
El partido no fue hermoso. Rara vez lo son las finales con Italia, un gigante en vías de despertar. España necesitó que Melli (mucho talento, mucha inocencia) se fuera al banco con dos faltas para dar un paso adelante. Hasta entonces (13-8) vivía de un Mirotic muy vigilado por una gran defensa italiana, que rotaba y acumulaba ayudas. España jugó un pésimo primer cuarto con muchas pérdidas y sin ningún triple y sin embargo ganaba (16-17). Era un síntoma. El partido estuvo en el alambre hasta el ecuador del segundo cuarto. Tiró Mirotic (19 puntos al descanso) y se sumaron Franch, Barrera, Jodar... El segundo tiempo, con España defendiendo y metiendo triples, fue un inevitable goteo en el que la ventaja se disparaba y las opciones de Italia se reducían: 40-47, 48-62 y 55-72 con poco más de ocho minutos por jugar. Ahí llegó la laguna, casi seis minutos sin anotar y un incómodo 64-72 con medio cuarto por delante y dos tiros de Melli que se salieron. El último espejismo de Italia, la puerta al último tirón de Mirotic y Franch.
El base, que sale muy reforzado de Miribilla, terminó con 19 puntos, 5 rebotes y 7 asistencias. Mirotic hizo 29 (8/8 en tiros libres, 10/20 en tiros de campo), cogió 11 rebotes y recibió 7 faltas. Nadie ha metido tantos puntos como él en un campeonato sub-20. Más allá de eso, hay que volver la vista muy atrás para recordar un dominio semejante, una superioridad tan brutal, una diferencia así entre un jugador y los demás. Imparable cerca de aro, en la media y la larga distancia, parece a punto para el paso definitivo. Su campeonato, seguido con lupa en los dos lados del Atlántico, será recordado para siempre. El futuro es suyo y es de este equipo del mismo modo que el presente es del baloncesto español. Baloncesto de oro.