final four | maccabi 82 - real madrid 63
El sueño acaba en pesadilla
Maccabi, en un segundo tiempo estruendoso, impuso sus armas ante un Real Madrid muy corto de efectivos, de sistemas y de fuerzas. Blatt ganó a Molin y Eidson dio un recital de juego.
Conviene ser constructivos. Merecía la pena venir y salir en la foto, olfatear la grandeza porque tres lustros son una vida. Conviene salir cuanto antes del agujero negro en el que Maccabi ha metido el estado de optimismo del Real Madrid y conviene recordar que hay jugadores jóvenes y una base muy interesante. Hay que redefinir y apuntalar, no aplicar la ley de tierra quemada. El Real Madrid ha perdido, por K.O. rotundo y aireando los defectos que le conocemos de memoria. Pero ha estado: no es consuelo, es el frío dato. No hay que ir hacia atrás, hay que buscar el siguiente paso, el que separa al invitado que tiene miedo de tocar la vajilla por no romperla del que llega, se mete en la cocina y se come el postre.
Ese futuro quizá no pase por Molin, cuya psicología (la que, se supone, le faltaba a Messina) no alcanzó. El italiano fue lo que esperábamos, un superviviente que apenas se mantiene a flote en un océano rugiente y habitado por tiburones blancos: Pianigiani, Obradovic... y David Blatt. Que al Real Madrid le faltaron más cosas es un hecho pero también lo es que tuvo pocas respuestas desde el banquillo, pocos sistemas y ninguna alternativa. Sufrió e hizo la goma en el estilo de casi todas sus victorias y la mayoría de sus derrotas, pero lo que vale en casa o en cuartos no vale ante la realeza europea. Los datos demuestran que Maccabi jugó a lo que suele y que el Real Madrid no fue capaz de evitarlo. Y lo hacen con una exactitud casi matemática: promedia 82 en Euroliga y anotó 82, 36'5 rebotes y cogió 34; 16'5 asistencias y repartió 15, 9'3 robos y sumó 8, y 11'4 pérdidas y se quedó en 10. Un partido estándar de Maccabi le sirvió para sacar de rueda al Real Madrid en una segunda parte estruendosa: 50-34.
El Real Madrid vivió de la épica y el rebote (39, 15 de ataque), como casi siempre y en busca, también como casi siempre, de llevar el partido a la moneda al aire. No pudo porque Maccabi arrancó el último cuarto con un 14-4 en cuatro minutos en el que anotó cuatro triples mientras su rival se desangraba demasiado pronto en acciones desesperadas, casi de última posesión: tiros imposibles, resoluciones individuales. El juego son números y son sensaciones y las dos cosas encumbraron a Chuck Eidson, de profesión jugador de baloncesto: alero, ala-pívot, escolta y base para tapar la baja de Perkins: 19 puntos, 6/9 en tiros de campo, 8 rebotes, 6 robos, 2 asistencias, 6 faltas provocadas y 33 de valoración. Entre ráfagas de Pargo y espasmos de Schortsanitis, el verdadero MVP del partido encumbrado además en dos momentos letales, luminosos puntos de inflexión: Primero 5 puntos seguidos con dos tiros libres, robo del saque de fondo y 2+1 ante un congelado Fischer; Después un triple tras tres rebotes de ataque consecutivos de su equipo, que avanzaba ya (60-47) en un nivel de energía y hambre que el Real Madrid fue incapaz de igualar.
Maccabi fue Maccabi y ganó como Maccabi, sin bajar nunca el ritmo ni especular con el marcador, al galope a partir de la tela de araña de David Blatt, un infierno de variantes defensivas desde la zona con ajustes a la presión a toda cancha. Lo demás es un Schortsanitis (16+5) bien alimentado bajo el aro por un Pargo que hizo 13 puntos, dio 7 asistencias, cargó de faltas a todo el que le defendió (o lo intentó) y dejó sus ya clásicas jugadas de playground y el póster del partido con un mate gigantesco. Si se une una batería exterior sublime esta vez (12/23 en triples) gracias a Pnini y Blu, el resultado es un equipo temible que no es demasiado profundo pero conoce y maneja a las mil maravillas sus recursos. Un equipo al que, con el Madrid ya aplanado, le sobró medio cuarto en el que se permitió dar minutos al legendario Derrick Sharp (39 años, octava Final Four).
El Real Madrid se queda muy corto
¿Y el Real Madrid? Hasta que pudo compensó como suele su bajo nivel colectivo a golpe de rebote, defensa, pelea y apariciones individuales en un goteo que se quedó cortísimo. Se puede culpar a la juventud y a la inexperiencia y quizá eso explique que entre Suárez, Sergio Rodríguez, Llull y Mirotic sumaran 4 de valoración. Molin no utilizó a Begic, Velickovic y Vidal y el equipo acabó con los referentes cargados de faltas y fundidos. Prigioni y un Felipe versión coloso (15 puntos, 14 rebotes), pesaron menos en el segundo tiempo y Tomic sumó (17+6) pero no fue diferencial, bien frenado por las ayudas de los exteriores de Maccabi en el segundo tiempo: Blatt sí aplicó ajustes determinantes. Sergio Rodríguez fue un drama en sus escasos 13 minutos y Tucker tuvo uno de sus días negros por su 1/8 y porque ejecutó terriblemente mal en momentos determinantes del partido.
Molin movió y movió el equipo buscando, como tantas veces y con cierta sensación de azar, un quinteto que mezclara y funcionara. No lo encontró. Fischer intimidó a ratos, Prigioni hizo algunos tiros importantes y Reyes peleó bajo los tableros hasta quedarse sin aliento. Muy poco, insuficiente: nada. Llull no entró en ritmo, siempre demasiado rápido o demasiado despacio, Suárez no alternó el juego exterior con las apariciones interiores, Schortsanitis, tardó mucho en cargarse de faltas... nada salió como estaba previsto y el Real Madrid vivió del aire y de su instinto de supervivencia (40-32 en el segundo cuarto, 53-43 en el tercero...) hasta que no pudo más. Pareció rendirse demasiado pronto pero en realidad llegó hasta donde alcanzó ante un rival de tanta exigencia y jugando rematadamente mal: 13/41 en tiros de dos y 7/23 en triples, víctima de una perpetua congestión ofensiva.
El Real Madrid perdió y perdió con rotundidad. La sensación es amarga pero conviene volver al principio y recordar que ha vuelto a la fotografía, a la elite. El camino es ese y ahora toca aprender de los errores. Eso hace grande a los equipos, la capacidad de aprender de las derrotas, de tener imaginación y recursos para reducir una ventaja que esta vez pareció enorme. El Real Madrid volvió y su nueva tarea tiene que ser pelear por repetir y pelear en igualdad de condiciones para que el sueño sea pleno. Si aprende eso, y ese debería ser el mensaje entre cepas de pesimismo, no habrá perdido en vano.