euroliga | charleroi 67 - real madrid 49
Un esperpento injustificable
El Real Madrid naufraga con absoluto estrépito ante la 'Cenicienta' de su grupo. Perdió todos los cuartos y no llegó a 50 puntos con unos porcentajes irrisorios. Segunda derrota en Europa.
Incomprensible, indigna e injustificable. Pero, y esto es lo peor del asunto, no inexplicable. Avisó Fischer de que la relajación era letal en partidos así. Hablaba del viaje a la pequeña pero calentita pista del Charleroi (donde ganó el Real Madrid la ULEB en 2007). Hablaba de jugar contra un equipo que marchaba 0-4, confeccionado con viejos conocidos a los que a duras penas enfocamos ya en primer nivel competitivo: Justin Hamilton, Mallet, Gomis, Santiago... El Real Madrid no sólo se relajó: durmió sobre su escudo y su historia y sumó una de esas derrotas que dejan secuelas en forma de quemaduras de primer grado. Una de esas que cuesta muchas (y muy buenas) victorias borrar. Y una que, de paso, le deja casi a merced de Olympiacos en la lucha por el liderato de grupo.
El Real Madrid ha sufrido derrotas más dolorosas en la era Messina. Muchas ante el Barcelona por rendición incondicional y algunas de distinto signo y coordenadas más o menos exóticas, la penúltima en Alicante. Pero muy pocas tan difíciles de justificar como esta ante un rival al que el Real Madrid debería haber controlado casi con una mano, que tiene problemas (suponíamos antes del partido) donde los blancos (otra vez: suponíamos) tiene virtudes. La respuesta del Real Madrid fueron 49 puntos. Un ridículo en el que perdió los cuatro parciales (anotando con una ineficiencia pasmosa y una regularidad penosa: 12-13-12 y 12 puntos). Y eso tirando hasta 55 veces de dos y 15 triples y con un fenomenal 14/14 en tiros libres. Restado ese puñado de puntos desde la línea de personal quedan 35 en 40 minutos conseguidos de esta lastimosa manera: 16/55 en tiros de dos (29%) y 1/15 en triples (6%). Otros datos: 8 asistencias por 11 pérdidas y, eso sí, un saco de rebotes de ataque (21 para ganar la batalla 35-43) que, he ahí la cuestión, sólo servían para acumular más fallos. Y vuelta a empezar en un bucle casi siempre indecoroso...
De la estadística colectiva a la individual, en la que se esconden sensaciones muy peligrosas. Tomic sufrió ante los pívots pequeños pero rápidos del Bamberg y también sufrió con los grandes y lentos del Charleroi: 2 puntos, 2 de valoración. Suárez esta vez no tuvo presencia, ni resonante ni como tantas veces silenciosa. Velickovic, Garbajosa o Vidal pasaron de puntillas por el partido y Mirotic arrimó el hombro como pudo en minutos que le dio Messina quizá buscando soluciones imposibles o quizá castigando a los que realmente deberían haberse tragado el sapo. Los que pusieron intensidad naufragaron en un día negro. Tucker vio el aro con cuentagotas y Llull se desfondó en un esfuerzo errático (1/12 en tiros de campo). Fischer hizo lo que pudo (poco) y Sergio insistió hasta aburrirse y aburrir a Messina. Su dirección fue deficiente y su lectura de partido nula. Sólo Felipe se sostuvo en el segundo tiempo y terminó con 12 puntos y 7 rebotes tras irse al descanso con valoración negativa. Necesitó, eso sí, una montaña de tiros y un esfuerzo impotente ante jugadores de categoría teóricamente muy inferior.
El partido (aunque en el caso del Real Madrid no es del todo exacto definirlo así) fue uno de esos en los que ves al favoritísimo sestear y esperas y esperas su reacción. Esperas y esperas... Qué importa un primer tiempo infumable si te vas con un muy a tiro -8 (33-25) al descanso tras hacer dos puntos en medio primer cuarto (10-2) y tardar casi siete minutos en anotar en juego en el segundo (en el que se pasó por un 28-14). Esperas y esperas y te cansas de esperar. Charleroi se sostuvo de forma impecable ante un rival que nunca tuvo continuidad en la sintonía defensiva y que se dejaba en malos tiros y forzadas acciones individuales cualquier opción de remontar. Al término del tercer cuarto olía mal (52-37) y aún así se esperaba (y se esperaba...) a un Real Madrid que en dos minutos acumuló más pérdidas que puntos y tiró definitivamente el partido (58-38 a 8 minutos del final). Si intentó arreglarlo a base de maquillaje apenas le lució. Fue uno de esos días en los que cuesta separar la dejadez del desacierto, imposible decidir qué llevó a qué.
Cuando ya era tarde el Real Madrid comprendió que había acumulado todos los errores posibles para tirar a la basura el partido y un trozo nada desdeñable de su imagen continental. Comprendió que había dejado vivir y ser feliz a un rival que para entonces ya marchaba en alas del optimismo a la caza de un triunfo histórico. Crecidos y cuesta abajo, Gomis y Mallet manejaban el partido, Greene anotaba desde cualquier posición y Charleroi jugaba con sentido y buen gusto, con el alma puesta en defensa y circulación, intensidad y buen uso del extra pass en ataque. Primero castigando en penetración a un Madrid de papel, después encontrando tiros importantes en cada situación importante. En eso brilló Wright y en todo brilló Riddick, un pívot que devoró las zonas y personificó el abismo que separó a los equipos en intensidad, ritmo y fe. Anotó 10 puntos, cogió 8 rebotes, puso 4 tapones tremendos y se fue a 23 de valoración. La de todo el Real Madrid fue 44 (81-44).
Esto es la primera fase de la Euroliga y estas derrotas tienen una importancia relativa. Pero si no son definitivas sí ayudan a complicar las cosas pensando en el Top 16. Y más allá de eso el Real Madrid dejó una imagen impropia, deleznable. Zarandeado seis días después de haber pasado las de Caín ante el Bamberg. Se pueden buscar tendencias, síntomas o explicaciones. Lo que resulta mucho más difícil es buscar justificaciones. Imposible encontrarlas: No las hay.