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acb | barcelona 69 - caja laboral 70

Caja Laboral revienta la final

Un excelente último cuarto con Marcelinho Huertas como ejecutor sirvió otra vez a Caja Laboral para ganar en el Palau y poner la final en un absolutamente inesperado 0-2. El Barcelona jugó atenazado, encogido en ataque, y se quedó otra vez sin respuestas en los minutos decisivos después de mandar durante prácticamente todo el partido. La final viaja ahora a Vitoria con el campeón de Europa y defensor del título contra las cuerdas y pendiente de un milagro.

<strong>VICTORIA DEL CAJA LABORAL.</strong>
VICTORIA DEL CAJA LABORAL.

La soga de Dusko Ivanovic, otra dosis de sal en la herida, se cierra y se cierra sobre el cuello del Barcelona. El defensor del título y campeón de Europa, tras una temporada casi perfecta y un 5-0 en las dos primeras series de playoff, vive una pesadilla claustrofóbica en una final que parecía suya y que ahora ve perderse en el infinito, cada vez más lejos. Caja Laboral reventó el Palau por segunda vez en 48 horas, una gesta improbable que quedará en la historia del baloncesto español. Como quedaría una hipotética revolución azulgrana. Ahora mismo parece ciencia ficción pero la moraleja es clara para los de Xavi Pascual: Caja Laboral ha logrado un imposible, ahora le toca a él construir otro. Todo lo que no sea eso supondrá entregar su cetro ACB y perder la ocasión de poner un cierre dorado a una temporada estruendosa pese a este borrón final completamente imprevisto.

Las coordinadas del sufrimiento azulgrana están escritas a fuego en la estrategia de un Ivanovic que gestiona al límite una rotación exprimida de forma salvaje. El Barcelona no le ha metido 70 puntos en ninguno de los dos partidos. El Barcelona, en este viaje, ha perdido la autoestima, la confianza, se ha encogido y sufre con los ojos como platos, aterrado. Si en el primer partido encajó un 10-18 en el último cuarto, esta vez se desangró con un 16-23 en los últimos diez minutos. Caja Laboral no mandó hasta el 61-62 ya en la recta final, en medio de un 0-7 decisivo comandado por San Emeterio (19 puntos, 3/4 en triples) y un Marcelinho Huertas que está actuando como ejecutor en estos playoffs. En un último cuarto de ensueño dejó 9 puntos y un triple estratosférico que fue un puñal en el corazón de un Barcelona que remó y remó en vano.

Para vivir más allá del tercer partido, el Barcelona necesita pasar por el diván del psiquiatra. Ganó el rebote y dejó a Caja Laboral en una única captura en ataque. Tuvo a Splitter (4 puntos, 6 de valoración) sin anotar hasta el último cuarto con una tremenda defensa de ayudas. Llevó a su rival a 14 pérdidas. Defendió bien y tiró del partido durante 34 minutos. Pero se hizo el harakiri con unos porcentajes flojos en tiros de dos y muy malos en triples (5/21), el recurso que nunca existió más allá de dos consecutivos de Lakovic que le lanzaron a un 53-45 con el que parecía dejar por fin atrás a un Caja Laboral que hacía la goma desde el 6-0 inicial. Pero el equipo vitoriano volvió y volvió al partido tantas veces como hizo falta. Buscó una ocasión y tuvo una, sólo una. Suficiente para herir de muerte la final.

Si Splitter se pasó tres cuartos congelado, Navarro tardó 27 minutos en anotar. Nervioso, se cargó de faltas y apenas tiró. Ricky, otro que está sufriendo un terrible castigo mental, dejó destellos pero nunca llevó el timón y regaló la bola definitiva en un final surrealista. Con 65-70, Morris palmeó a falta de dos segundos y Caja Laboral perdió el balón en el saque y cometió después una falta antideportiva. Dos tiros de Basile y, en medio de ataque de histeria generalizado, 69-70 y un segundo y medio con balón de banda para el Barcelona. El balón que Ricky regaló. La última esperanza, el milagro abortado.

Las únicas buenas sensaciones que tuvo el equipo de Xavi Pascual se las puede agradecer a su defensa, salvaje y notable hasta que terminó enroscada en la trampa de un rival que agotó posesiones encontrando siempre soluciones de emergencia. Triples, canastas efímeras de Eliyahu, nueve puntos casi seguidos de Oleson... siempre por detrás, esperando la emboscada con el cuchillo entre los dientes y viajando a hombros de Marcelinho en el asalto final ante un Barcelona que se sintió perdedor en cada fallo, en cada posesión que perdió (incontables) para llevar su ventaja más allá de los cinco o seis puntos, para buscar el límite de la decena, que nunca llegó.

Morris firmó un inicio de partido memorable: 12 puntos y 6 rebotes en el descanso (38-33), 12+8 al final, cuando desapareció arrastrado por un torbellino de negatividad del que apenas escapaba Mickeal (18 puntos), un jugador con sangre fría por pura genética. El resto, mucho trabajo de los hombres interiores y muchos fallos por fuera, sangre por cada rebote de ataque y un puñal en la espalda tras cada error. Todos y cada uno de ellos fueron castigados por un Caja Laboral encantado por el partido apresado bajo llave, sometido a una pelea física y mental agotadora, faltas constantes, errores y jugadores por el suelo. Y 0-2, punto de partido y viaje a Vitoria.

Ahora a Caja Laboral le queda cerrar la batalla, abrochar definitivamente el título. Tan fácil y tan difícil. Porque ahora será el Barcelona el que juegue sin nada que perder y tratando de burlar a la muerte en cada posesión, en cada defensa. El Buesa Arena será una caldera, el plan de Ivanovic funciona y el equipo parece en absoluto control mental de la final. Un horizonte de ensueño que sólo tiene un nubarrón que lo pone en cuarentena: si hay un equipo en toda Europa que puede revertir una situación como esta ese es el Regal Barcelona. Siempre y cuando entre en la final de una vez por todas. El tiempo se agota...