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eurobasket | españa 85 - serbia 63

España es oro puro

La selección ha roto por fin la maldición y se ha proclamado campeona de Europa después de seis finales perdidas. En la séptima, en Katowice y ante la joven y talentosa Serbia, realizó una demostración descomunal en la línea de sus aplastantes triunfos en cuartos y semifinales. Al descanso ya no había partido y el oro estaba decantado para una España que unió a sus virtudes de los anteriores encuentros un dominio aplastante del rebote. Gasol, que dominó las zonas a su antojo, volvió a ser el puntal de una actuación colectiva sublime.

<strong>REYES DE EUROPA.</strong> España es campeona de Europa de baloncesto tras perder seis finales. A la séptima fue la vencida.
REYES DE EUROPA. España es campeona de Europa de baloncesto tras perder seis finales. A la séptima fue la vencida.

Esta es la historia de un oro lleno de historias. Este ya es el Eurobasket de España. Estaba condenado a serlo pero casi se escapó cuando la propia selección parecía empañada en tirarlo por la borda, convirtiendo el reto en un lastre improbable que nunca debió obstaculizar a esta extraordinaria generación de jugadores. Así que además es un oro con moraleja: desde la nada, desde la deconstrucción, España creció hasta esta eclosión regeneradora y quizá por eso ya valoramos tanto este éxito, al que al menos hoy no hacen sombra aquellos que fueron inmensos, ganar un Mundial en la otra punta del mundo o arrinconar no muy lejos de allí y dos años después a un deslumbrante escuadrón norteamericano.

Así que parece una cuestión de justicia poética que la cuita final implicara a Serbia, una guardería de talento que sale, pese al zarandeo final, doctorada de Polonia y contra la que comenzaron las desgracias desde las que se fundó esta nueva versión de gloria, el oro 2.0 con redención incorporada: del cielo al infierno y de ahí otra vez al firmamento previo paso con peaje, toda una mili concentrada en un puñado de días y momentos, por el firme, llano y mundano suelo. La selección, durante tanto tiempo tan celestial, nos pareció esta vez tan mundana, tan humana y por tanto tan llena de defectos, que este triunfo sabe a gloria y esta gloria sabe a gesta, para otros los paseos triunfales porque esta vez ha tocado aprender a encajar golpes y cuerpear antes de lanzar ganchos de granito a la mandíbula de los escogidos: a la lona Francia y Grecia, a la lona el genio emboscado de Ivkovic, que ya sabe lo que es perder en un Europeo.

Hay una línea cronológica en todo esto, aunque es realidad menos cronología y más teoría aplicada del baloncesto y sobre todo de la gestión del éxito y la cohesión del grupo, un doctorado en volver a empezar. Y por eso hay algo cautivador en esta medalla, en el juego de trileros que consiste en despojarse de todo y partir desde la nada. Reconozcámoslo: estuvimos a punto de renegar, en mayor o menor medida, de Scariolo pero también de los jugadores: nos parecía que Ricky estaba verde a pesar del ruido que le rodea, que Claver no había empezado a ir y que Garbajosa ya terminaba de volver; desconfiamos del momento físico y mental de Gasol, de la ternura emocionante de Llull y hasta de la varita mágica de Navarro. Compusimos sonetos al otoño porque el otoño tenía el rostro de Calderón y Jiménez, y asistimos con el estómago retorcido a una sinfonía por suerte inacabada de lenguaje gestual agrio, de ausencia y amargura, apreturas contra equipos menores y epopeyas contradictorias contra simples meritorios. Fue tanta la angustia y la duda como absoluta ha sido la rendición al trance final, a la arrancada del purasangre hacia la medalla de oro, un hito para los almanaques pero mucho más que eso: aquí está la selección española de baloncesto. Una vez más o como siempre, aquí está. Campeona del mundo, subcampeona olímpica, desde hoy campeona de Europa tras seis intentos en falso. Vaya el triunfo también para todos aquellos que lo buscaron y muchas veces lo rozaron antes de la eclosión de este equipo maravilloso en torno a la generación de oro de 1980.

Y vaya para el descubrimiento de que esta selección que tantas páginas de éxito ha escrito ya, tenía todavía otra historia, al menos una más, que contarnos. Una historia circular que comenzó y terminó con Serbia, y con una cronología de desastre primero y esplendor después. Penurias en las catacumbas de la primera fase, crecimiento en la segunda, perfección en los cruces. Para el rival queda el reconocimiento y la celebración: Serbia ha vuelto y como noticia es extraordinaria porque es el regreso de una madre extraviada, el golpe de timón de un transatlántico en cuya cubierta navega buena parte de la historia del baloncesto continental. A las órdenes de Ivkovic se agrupa una generación que había mandado persistentes mensajes en categorías inferiores y que avanza hacia su culminación con un grupo de jóvenes talentos listos para la eclosión en sus viajes de fortuna, tanto los que pedirán protagonismo donde hasta ahora se le negaba (Teodosic en Olympiacos) como los que inician aventura: Velickovic (Real Madrid), Tripkovic (DKV Joventut), Tepic (Panathinaikos).

España alcanza la perfección

El partido no tuvo más historia que asistir al ejercicio de teoría aplicada de todo lo que España había expuesto en cuartos y semifinales, esta vez llevado a un extremo todavía más intenso y exquisito. También dio para una comparación nada odiosa: Serbia es ahora mejor equipo, con más confianza y el mentón más duro, que en la primera fase. Pues a esta Serbia le había metido España 52 puntos al descanso cuando en la derrota inicial le hizo 57 en todo el partido. Que cada uno haga sus cuentas pero la ecuación ilustra el crecimiento exponencial de España.

Por entonces, tras medio tiempo y con un rotundo 52-29, se había acabado la final de este Eurobasket 2009 después de dos cuartos que fueron una exhibición casi poética de la selección. Serbia salió a jugar con sus armas: baloncesto clásico y bien ejecutado, Krstic dentro y tiradores fuera. Eso le valió apenas para un 5-5 tras tres minutos de juego, los que tardaron los de Scariolo en entrar en calor. Después vino la progresión demoledora del marcador: 15-7, 24-9, 40-20, 50-26... Tripkovic y Velickovic (15 puntos cada uno ) firmaban el lento goteo de puntos serbios, con Teodosic, un trueno de base que ha explotado definitivamente en este campeonato, angustiado (5 puntos, 3 pérdidas) por la defensa colectiva de España y la persecución de los brazos kilométricos de Ricky Rubio. Como antes con Parker y Spanoulis, la selección apagó la bombilla principal del rival y marcó el ritmo del partido desde la defensa.

Porque la transformación defensiva fue la catapulta que lanzó a España a su mejor nivel ofensivo. Extraordinaria en el exterior por presión, rapidez de piernas y brazos y anticipación en las líneas de pase, se agrupó en la zona en torno a Gasol y, con una actitud explosiva, fue el motor que propulsó la calculada demolición del partido en ataque. Ya sabíamos, pero lo corrobamos pronto, que había vuelto el tiro exterior, la seguridad en el pase, el juego en equipo, el control de las pérdidas y el juego con sentido basado en cargar sobre Gasol y aprovechar los agujeros que su presencia genera en la defensa rival, esta vez en las esquinas, donde España logró tres triples casi seguidos (Navarro, Ricky, Garbajosa) en el despegue inicial. Después del descanso bajó la intensidad de una selección española de sonrisa luminosa y apareció el carácter serbio para modelar un tercer cuarto sin ningún drama y un pequeño acelerón balcánico (58-44) que coincidió con los minutos de descanso para Gasol. España lo zanjó divirtiéndose, porque en este equipo cada uno se divierte a su manera: Marc y Felipe trabajando duro, Rudy logrando canastas eléctricas.

El último cuarto zanjó la tortura de Serbia y la gloria de España, que completa el círculo virtuoso que comenzó en Japón. Las ventajas se dispararon hasta el escándalo (79-50) con minutos para los reservas y sonrisas en todas las caras. Ahora, todavía al calor de esta lección de baloncesto, queda el homenaje para el bloque y algunos datos tan concluyentes como definitorios: España gobernó el rebote de forma dictatorial (42-24) e impidió que jugara con comodidad la batería de tiradores de Serbia (6/19 en triples). Como ante Francia y Grecia, todos aportaron, todos comprendieron y ejecutaron su rol de forma impecable. Pau Gasol (18 puntos,11 rebotes, 3 tapones en 21 minutos) demostró que no hay antídoto contra él en el baloncesto FIBA, Navarro (12 puntos) y Rudy (13) dinamitaron la defensa exterior de Serbia, Felipe (8 rebotes), Llull o Marc trabajaron a destajo, Cabezas demostró que termina el torneo de dulce y Ricky volvió a ser una metáfora del recorrido de la selección: de las dudas y las lagunas a una actuación impecable en defensa y ataque.

Un último dato: España es vigente campeona del mundo y subcampeona olímpica, desde ya también campeona de Europa tras vengar la derrota en la última final. Este ciclo de cuatro finales consecutivas en los tres grandes campeonatos es algo que sólo han conseguido, y casi hay que ponerse de pie para citar estos nombres, Yugoslavia y la Unión Soviética. La nueva dinastía es España. Salve al rey y que nadie se frote los ojos porque es real lo que hemos visto en cuartos, en semifinales y en esta final que quedará para siempre en nuestras retinas. Que nadie se los frote porque no está soñando: hemos vuelto a ver como se escribe la historia y como quien la escribe, y con letras de oro, es la selección española de baloncesto.