Un extrabajador de McDonald’s y nutricionista valora las hamburguesas de la cadena
Albert Álvarez describe en el podcast ‘Tengo un plan’ a la franquicia como “universidad de la vida” y establece la rapidez de cocinado y el sabor como los sustentos de la carne.
San Bernardino, California. Corría el año 1940. La Segunda Guerra Mundial había comenzado el año anterior, y el verano se encaminaba a ser uno más sumido en la tristeza que la sociedad norteamericana abandonó cuando los años 20 dejaron de ser felices. Era otro 15 de mayo. Hasta que dos hermanos que habían cruzado de costa a costa el país, desde Nueva Inglaterra hasta Santa Mónica, abrieron una hamburguesería de carretera. 83 décadas después, la persiana de McDonald’s se ha subido en 120 países.
Es todo un símbolo de la globalización. Incluso una de las marcas insignia de la primera potencia mundial. Su fama gastronómica ha dado pie a una nueva máxima: toda comida bajo el sello -feliz y siniestro- de Ronald McDonald se convierte en un producto que arrasa allá donde va. Imparable. A su auge le ha acompañado un catálogo de críticas en torno a la precariedad laboral, el impacto medioambiental o a los hábitos poco saludables. Motas de grasa en una parrilla que no deja de cosechar ganancias. El Olimpo de la comida rápida. Sin rayo, pero con una M amarilla.
El imperio de la carne como “universidad de la vida”
Y es una de las pegas más grandes la que apunta a la calidad de sus productos. A esta cuestión, que lleva acompañando a la sociedad pop desde sus principios, casi como un ‘¿de dónde venimos, adónde vamos?’, se ha referido el experto en nutrición y escritor Albert Álvarez. Lo ha hecho a través del podcast Tengo un plan.
“¿Es tan malo como parece desde fuera?”, le han preguntado. “A nivel de nutrición y de que no tengan cuidado con la higiene”, se refería el interlocutor. El influencer, que gastó algunos años de su vida laboral entre patatas fritas -finas y saladas- y bolitas de pollo, no ha meditado ni un segundo su respuesta: “McDonalds es una universidad de emprendimiento y una universidad de la vida bastante buena”.
Semejante cumplido pocas veces aparece exento de un ‘pero’. Así ha sido. “No es la mejor carne del mundo en cuanto a contenido nutricional”, explica. “Es bastante grasa”, aclara. No obstante, detalla que este matiz poco saludable es necesario por dos motivos: el sabor y la rapidez de su cocinado.
“Viene congelada a una temperatura muy baja para que mantenga los nutrientes y no haya riesgo de contaminación, lo metes en un grill, a muy alta temperatura, y en 45 segundos lo tienes hecho”, relata. Un proceso fugaz que justifica un sabor tan adictivo como cuestionable. Y sentencia: “No es carne falsa”. Las palabras del autor de Un mago en la Cocina se cuelan lentamente entre las neveras y parrillas que la franquicia ha extendido a lo largo del planeta. Un imperio de carne que hace mucho dejó de ser una hamburguesería de carretera.