Revelan por qué la COVID produjo pérdida de olfato
Según la revista Nature, las nuevas cepas del coronavirus ya no producen alteración del olfato, que antes era un signo revelador del COVID-19.
En una investigación que acaba de publicar la revista científica Nature, el cambio y la evolución de la pandemia ha hecho que reconocer los nuevos síntomas de la COVID-19 sea cada vez más difícil. El síntoma de la pérdida del olfato ya no se produce.
Un estudio publicado en mayo de 2022, que realizo encuestas a 616.318 personas en los Estados Unidos que habían tenido COVID-19, encontró que, en comparación con aquellos que habían sido infectados con el virus original durante los primeros meses de 2020, las personas que habían contraído la variante Alfa, la primera variante de preocupación que surgió, tenían un 50% de probabilidades de sufrir una interrupción quimiosensorial.
Nuevas variantes, nuevos síntomas
De ese 50% de personas infectadas con Alfa, los datos revelaron que la pérdida del olfato se produjo en el 44% de los pacientes que se infectaron con la variante Delta; y el porcentaje siguió bajando con la nueva variante Ómicron, llegando hasta el 17% de personas que reconocían no oler durante el proceso infeccioso.
La pérdida del olfato no es sólo de días o semanas, Un estudio publicado en 2021en la revista Rhinology Journal, analizó a 100 personas que habían padecido infección leve de COVID-19 y 100 personas que dieron negativo.
Después de un año la infección, el 46% de los que habían tenido COVID-19 todavía tenían problemas de olfato; sólo el 10% del grupo de control había desarrollado una pérdida de olfato. El 7% de los que habían sido infectados todavía tenían pérdida total del olfato, o “anosmia”, un año después.
Por qué afecta la COVID-19 al olfato
Se demostró que el virus atacaba las células de la nariz, según publicó Science, llamadas células sustentaculares, que dan nutrientes y apoyo a las neuronas sensibles al olor. Desde entonces, han surgido pistas sobre lo que sucede con las neuronas olfativas después de la infección.
Tras numerosas autopsias, se vio que las personas que habían muerto a causa de la COVID-19, aunque sus neuronas estaban intactas, tenían menos receptores integrados en la membrana para detectar moléculas de olor de lo habitual.
Era así porque los núcleos de las neuronas habían sido revueltos. Los cromosomas en estos núcleos están organizados en una estructura que permite que las neuronas expresen receptores de olores específicos en niveles altos, pero tras la infección todo cambió.
También se analizó, a través de escáneres cerebrales en personas que se infectaron, que los marcadores de daño tisular en áreas vinculadas al centro olfativo del cerebro estaban modificados.