Torrelodones, el pueblo de Madrid gobernado por los vecinos
Desde 2011, la alcaldía de este municipio está ocupada por Vecinos por Torrelodones, partido que nació como una asociación para luchar por los intereses de la localidad
Torrelodones es la definición exacta de lugar tranquilo. Después de comer, los días calurosos, se escuchan las chicharras por los amarillos campos que rodean al municipio. Su nombre no es aleatorio. Hay, en efecto, una torre. O una atalaya, más bien. Se erige en lo alto de una colina, como vigilando al pueblo y a sus vecinos. Unos vecinos que, desde el año 2007, llevan a cabo una modesta revolución municipal. En este apacible enclave de poco más de 23.000 habitantes, los partidos políticos tradicionales tienen cada vez menos recorrido.
Esta singular historia se originó gracias a -o, mejor dicho, por culpa de- la especulación. Impotentes, los torrelodonenses veían como año tras año se sucedían las tramas oscuras y los pelotazos urbanísticos en la puerta de sus casas. Fuerzas poderosas empujaban irresponsablemente hacia un modelo de gentrificación que amenazaba con traer el ruido y el alboroto a un lugar cuyo bien más preciado es la calma y la armonía.
Cuando son las castañas propias las que están en el fuego, actuar deja de ser una opción y se convierte, más bien, en un imperativo. Así nació Vecinos por Torrelodones. Un partido que, sin embargo, tiene poco de partido. Concurrieron por primera vez en las elecciones municipales de 2007. No ganaron, pero ya entonces se hicieron notar. Obtuvieron un 23% del voto, superando al PSOE. Cuatro concejales que, durante toda la legislatura, pudieron ser la voz de sus vecinos en el pleno municipal.
Fue una tarea que no quedó sin recompensa. La escalada en los siguientes comicios fue digna de estudio. Los cuatro se convirtieron en nueve. A pesar de que continuaban por detrás del PP, que había obtenido una decena de ediles, esta vez sí que consiguieron hacerse con la alcaldía gracias al apoyo externo de los socialistas. Elena Birrun se hizo con los mandos del consistorio. Lo demás, como se dice, es historia. Trece años de gobierno que avalan esta singular experiencia política.
Todos los cargos públicos de Vecinos por Torrelodones tienen un límite de dos mandatos. Una medida para airear. Porque las cosas, cuando están mucho tiempo estáticas, acaban por estancarse, y es entonces cuando comienzan los olores. Cumpliendo su promesa, Birrun y su equipo se hicieron a un lado en 2019, con un capital casi intacto y la popularidad razonablemente alta. Había llegado el turno para la segunda generación. Lo que empezó de forma espontánea tenía ya todas las características de un aparato político funcional.
David contra Goliath
El que recogió el testigo de la alcaldía fue Alfredo García-Plata. Viene, como la mayoría de los integrantes de la formación, del sector privado. “Somos un partido, pero no al uso. Creemos que otra forma de hacer política es posible”, asegura. Y no hay nada en su voz que indique falta de sinceridad. Aunque, admite, a veces las frustraciones le envían a casa con mal cuerpo. “En ocasiones te preguntas si merece la pena. Te encuentras luchando contra una maquinaria, como David contra Goliat”.
Pero, al final, siempre encuentran algo que hace renacer las esperanzas. Sobre todo, hacer cosas que tengan incidencia real en la vida de la gente. “Sabemos que no se nos vota a nosotros. Se vota al proyecto. Las familias de Torrelodones creen en esto. Por eso, aunque tengamos que hacer sacrificios, estamos orgullosos de lo que hacemos”, añade. Aunque al principio pareciera misión imposible, resultó que desde dentro sí se podían cambiar las cosas. Según las palabras del propio Alfredo, “Cuando gestionas con responsabilidad siempre puedes hacer cosas”.
Van a por una cuarta legislatura, y las perspectivas oscilan entre muy buenas y buenísimas. Sin embargo, mantienen los pies bien firmes y clavados al suelo. Se saben de paso. “En política hay que ser profesional, pero no hay que hacer una profesión de la política”, apunta. De momento, parece evidente que el proyecto sigue teniendo la confianza de los que importan, los del pueblo. Los que viven en las casas, pasean por lo parques y se sientan en las terrazas de los bares. No hay amo ni señor más allá de ellos.
De la buena praxis, nace el milagro. Así define Alfredo lo que está pasando. “Somos un milagro porque las mayorías en estos tiempos escasean. Aquí votamos en local, somo un activo para el municipio. Los partidos son a veces como empresas, y no son libres. En los ayuntamientos no se deben seguir intereses ideológicos. Cada paciente tiene un diagnóstico distinto”. El diagnóstico de Torrelodones, al menos en el futuro inmediato, parece ser de viento a favor para esta singular agrupación.