Hallazgo en el Amazonas: espectacular valle de ciudades perdidas
Un mapeo mediante tecnología láser ha permitido arrojar algo de luz a la misteriosa existencia de grandes civilizaciones antiguas en plena selva amazónica.
El Amazonas, el río más largo y caudaloso del mundo, alimenta con sus aguas a la selva amazónica, que ocupa una superficie 6,7 millones de kilómetros cuadrados (ningún país europeo llega al millón) y produce el 20% del oxígeno de la Tierra. Si el ser humano puede presumir de haber explorado el 97% de la superficie terrestre, ese 3% restante lo encontramos, en su mayoría, entre la frondosa vegetación sudamericana. La existencia de estos terrenos ignotos supone un reclamo cada vez mayor para los arqueólogos y exploradores que poco a poco descubren que entre los árboles de caucho y los nenúfares no solo florecieron todo tipo de plantas, sino grandes civilizaciones.
Exploración centenaria
La exploración del Amazonas empezó en 1541 cuando Gonzalo Pizarro, el hermano menor del famoso conquistador de Perú, se lanzó en busca de “El Dorado”, aquella legendaria ciudad de fantasía donde el oro era algo tan común como el agua o el cacao. Siguiendo las indicaciones de algunos indios peruanos que le habían indicado donde quedaba el utópico enclave, Pizarro contrató un ejército de 200 españoles y 4.000 indios porteadores que pretendía adentrarse en la misteriosa selva amazónica hasta llegar a la ciudad dorada. La tarea se planteaba como un imposible, pero aquella era una época de exploradores y Pizarro decidió iniciar una búsqueda que 500 años más tarde sigue sin haber dado resultado.
La odisea de Orellana
Francisco de Orellana, uno de los aventureros más reconocidos de la época, se había unido a la expedición y cuando le enviaron a por provisiones para la cada vez más mermada expedición, viendo que si partía río abajo la vuelta luego sería imposible, decidió explorar por sí mismo. Esta odisea a través de la selva amazónica ha quedado documentada y en ella se narran encuentros con grandes tribus de indios, algunas de ellas se mostraron amistosas, otras tenían un particular gusto por recibir a los visitantes a flechazos. Sin embargo, en expediciones futuras, aquellos lugares que Orellana describía como grandes ciudades de miles de personas, algunas muy cercanas entre sí, habían desaparecido. La complicada travesía de Orellana fue llevada magistralmente al cine por Werner Herzog en una película cuyo rodaje sigue siendo hoy en día uno de los más famosos de la historia por sus numerosas complicaciones: “Aguirre, la cólera de Dios”.
Orellana tenía razón
Lo que en un principio se pensó que habían sido las alucinaciones de un extraviado explorador español, siglos más tarde ha acabado siendo la prueba de la existencia de una civilización floreciente en plena selva amazónica, similar en cuanto a niveles de población a las grandes ciudades europeas de la época. Un mapeo reciente en la zona de Ecuador mediante sensores láser ha revelado la presencia de una compleja red de caminos que conectaba diferentes asentamientos a lo largo de toda la selva. El arqueólogo Stéphen Rostain, que descubrió hace dos décadas los primeros montículos de tierra en la zona que indicaban presencia humana, ha descrito el lugar como “un valle perdido de ciudades”.
Según diversos estudios científicos, en la Amazonia previa a la llegada de los españoles vivían entre 8 y 10 millones de personas. Las epidemias traídas por el “hombre blanco” además de las campañas de conquista diezmaron esta población de la que hoy en día apenas quedan pruebas. Se cree que este grupo de ciudades descubiertas fueron ocupadas por el pueblo Upano entre el 500 a.C y el 300 a.C y llegaron a albergar hasta 30.000 personas en su apogeo. No solo se han encontrado evidencias de la existencia de edificios, sino de grandes carreteras de más de 10 metros de ancho y 12 kilómetros de longitud, además de campos agrícolas con sistemas de drenaje.