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CIENCIA

Avi Loeb, el científico que dice encontrar restos de una nave espacial extraterrestre

En su última investigación, el físico de Harvard aseguró haberse topado en el océano Pacífico con unas pequeñas esferas integradas por una extraña aleación

ÁREA DE RECREACIÓN NACIONAL DE LAKE MEAD, NEVADA - 12 DE AGOSTO: Un meteorito de las Perseidas pasa por encima de un afloramiento de arenisca en Redstone en el área silvestre de Pinto Valley el 12 de agosto de 2021 en el Área de Recreación Nacional de Lake Mead, Nevada.
Ethan MillerAFP

Muchos se piensan que la tarea de buscar vida extraterrestre la desempeñan fundamentalmente personas acientíficas o dadas a creer en la conspiración descabellada. Pero no es así. Algunas cabezas brillantes han dedicado buena parte de su seso al cometido de responder la pregunta de si estamos o no solos en el universo. Las conclusiones, en temas tan abiertos, rara vez son tajantes. Pero la gloria es para los que se atreven a pensar más allá.

Avi Loeb es un físico de la prestigiosa universidad de Harvard que ha reflexionado e investigado extensamente en torno a estas cuestiones. Es, entre otras cosas, asesor de la Casa Blanca en temas relacionados con la ciencia y la tecnología. Respetado y discutido a partes iguales. Sus informes y teorías nunca pasan desapercibidas -y le han acabado granjeando no pocos detractores dentro de la comunidad científica más ortodoxa-.

Es defensor decidido de la existencia -presente o pasada- de civilizaciones extraterrestres. Y no solo eso. Cree que hay restos de estas otras sociedades tanto alrededor de la tierra como en el propio planeta. Ahora, su nombre copa titulares de nuevo. Según señala, ha encontrado restos de un material que podría provenir del espacio exterior. Pero no un material salvaje, sino una aleación que, según cree, podría responder a un proceso artificial de manufactura -lo que confirmaría la mano alienígena en el proceso de creación de la mezcla-.

¿Conclusiones prematuras?

Todo comenzó con la caída del meteorito IM1 en el Pacífico Sur. La trayectoria del astro descendente mostró significantes anomalías que despertaron la inquietud de Loeb. Entre otras cosas, la altísima velocidad de desplazamiento o lo mucho que tardó en comenzar a desintegrarse. Algo no le cuadraba al físico. Así que resolvió partir hacia el lugar para poder examinar el objeto espacial más de cerca.

El talonario lo extendió el multimillonario estadounidense Charles Hoskinson. Casi un millón y medio de euros tuvo de presupuesto la misión. La embarcación remolcaba un artilugio que atraía objetos metálicos. Los expertos encontraron, no obstante, algo que no esperaban en las profundidades del océano. Unas pequeñas esferas de composición extraña. Una aleación de acero y titanio. La conclusión a la que llegó Loeb es que podrían ser objetos de creación artificial y de más allá de este planeta. Algunos colegas, sin embargo, han señalado que esta conclusión es, como mínimo, muy prematura.