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Asume que debe tirar del carro

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Michael Owen solía decir que el día más feliz de su estancia en Madrid fue cuando descubrió que en el kiosco de cerca de casa vendían el Racing Post, el rotativo inglés especializado en carreras de caballos. Bale no vive en una burbuja, pero casi. No muy diferente, por cierto, a la que tenía en Londres. Y, cuando decidió abrir las ventanas para ver qué se cocía más allá de las murallas que le protegen, descubrió que le acusaban de chupón, de no defender suficiente. De tener estadísticas de estrella, o al menos la facilidad para aparecer en los grandes momentos (y eso es lo más difícil de todo), pero de no parecer una estrella. Y alzó diez metros más la barrera que le aleja del ruido.

La relación con Cristiano Ronaldo es simple: él es la estrella hasta que quiera. Es decir, mientras quiera ocupar ese espacio, será todo suyo. Bale no lo discutirá. Igual que Neymar con Messi en el Barcelona. Pero ahora que Cristiano desaparece dos partidos, no hace falta que le diga nadie que es su momento. Querrá el balón, buscará acabar las jugadas, correrá como siempre y ofrecerá al público su versión de delantero (no se ve de otra cosa; el propio Ancelotti le reiteró el pasado verano que lo que quería de él eran goles). No lo hará para probar nada a nadie, no es esa la motivación que le empuja a mejorar. Lo hará porque eso es lo que tiene que hacer, lo que le han pedido, lo que sabe hacer.