REAL SOCIEDAD - ATHLETIC
Diluvio de pitos en Anoeta
La afición txuri-urdin no tuvo piedad con su exjugador Iñigo Martínez, que tuvo que aguantar todo lo que le cayó desde su llegada al estadio.
Los casos de futbolistas que decidieron poner rumbo a las filas del eterno rival han existido siempre. Es el caso de Laudrup o Ronaldo cambiando los colores azulgranas por el merengue, o el de Andrea Pirlo con el Milán, el Inter y la Juve. Decisiones sorprendentes que en ocasiones se ven venir, que a veces resultan inimaginables, pero que nunca sientan bien. También es el caso de Iñigo Martínez con la Real Sociedad. Su marcha a San Mamés el último día de mercado sentó como una puñalada a una afición txuri-urdin dolida y que ni olvida ni perdona. "Vengo a un grande; aquí no vale quedar en mitad de la tabla" declaraba el jugador en su presentación con el equipo de Ibaigane.
Estas declaraciones, sumadas a otras como "estoy orgulloso de ser el fichaje más caro de la historia del Athletic" terminaron de encender la mecha de una afición que no podía creer lo que estaba pasando. El debate había estado servido durante toda la semana: la grada reclamaba pitos; los jugadores por su parte, pedían que toda la energía se destinara a animar al equipo. De nada sirvió. Iñigo Martínez se ha convertido ya en persona non grata en San Sebastián. Y así se lo hicieron ver al defensor del Athletic.
Miles de billetes impresos con la cara del jugador fueron lanzados cuando el conjunto rojiblanco bajó de su autobús horas antes del encuentro. Recibido entre pitos y al grito de: ¡Mercenario!, Martínez tuvo la oportunidad de probar un poco de lo que le esperaría durante el partido.
Como si de un enemigo de guerra se tratase, cada contacto con el balón se convirtió en una lluvia de silbidos, abucheos y algún insulto que otro por parte de todo el estadio. Un acoso y derribo continuo para un jugador que ha pasado de ser querido por todos, a convertirse en prácticamente un leproso para los seguidores de la Real.
De nada sirvió la victoria local, de nada haber sometido durante casi 90 minutos a su rival histórico. Ni siquiera el pitido final del árbitro pudo calmar a la afición realista, que hasta que no perdió de vista a su ex jugador no bajó la intensidad. Tampoco ayudó en absoluto la expulsión de Rubén Pardo en el 86, que solo sirvió para echar más gasolina a un torbellino de fuego que se volvió incontrolable. Sin duda alguna, el derbi del sábado será uno de los partidos que nunca se borrará de la memoria de Iñigo Martínez. Un jugador que tras 11 años en Donostia, vio como la afición a la que se lo había dado todo lo recibía como enemigo público número 1.