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HISTORIAS DE LOS JUEGOS OLÍMPICOS DE INVIERNO (III)

Steven Bradbury; el que ríe al último, ríe mejor

El australiano consiguió la primera medalla de oro para Australia en los Juegos Olímpicos de Invierno de manera inusitada: fue el último lugar casi toda su prueba.

Estados Unidos
Steven Bradbury; el que ríe al último, ríe mejor

La historias de 'underdog' son esenciales en los Juegos Olímpicos de Invierno. Conectan con pulsiones más básicas de la vida humana: la sorpresa, el sacrificio, el denuedo, el asombro, la destrucción de la narrativa y los paradigmas, la identificación: los postulados de la democracia directa encarnan en una quimera aspiracional, cualquiera puede triunfar. La de Steven Bradbury es, acaso, la más surrealista, transgrede la lógica, los estándares de la justicia y el sentido común. Al 'underdog' siempre se le aguarda. Pero las cuotas de demencia, no siempre incluidas, hacen a la historia única.

Steve Bradbury descubrió el hielo (referencia 'garcíamarquesiana', realismo mágico) a mediados de la década de los 80. En los 90, ya integraba el equipo australiano de patinaje de velocidad de pista corta, una prueba torrencial, que castiga el error mínimo, sin lugar para tomar aliento, ni pestañeos, ni resoplos. La velocidad se lleva por delante a los patinadores, que se deslizan hacia la barrera del sonido. En 1994, Bradbury subió al podio junto a sus compañero para recoger el bronce por el relevo de 5,000 metros. Cronos se había dejado alcanzar y Bradbury ya estaba satisfecho por ello. Los Juegos Olímpicos de Salt Lake City le parecían el colofón perfecto para su carrera. 

La final de los 1,000 metros de patinaje en pista corta, celebrada en el Salt Lake Ice Center, tenía como favorito al estadounidense Apollo Ohno y al chino Lia Jiajun. Desde el pistoletazo de salida, Bradbury siempre mordió la estela de hielo que dejaba el contingente que lideraban Ohno y Jiajun. Mathieu Turcotte, de Canadá, y el mutlimedallista Ahn Hyun-soo, que entonces representaba a Corea, eran los dos restantes integrantes del grupo. El guión estipulaba que los cuatro pujarían por las tres preseas y Bradbury vería todo desde la retaguardia, como mero guardaespaldas. Y todo seguía conforme al libreto hasta que en la última curva de la última vuelta, a 20 metros del oro, Ahn embistió a Jiajun al deslizarse al doblar la esquina. Con el chino fuera, la carambola prosiguió para destruir el camino de Ohno y Turcotte. Ohno se estrelló con la barda, a la que llegó sentado desde el sitio de la colisión. El mar se abrió de par en para Bradbury, quien cruzó la meta cuando todos sus rivales yacían sobre el hielo. Solo había sido líder de la competencia durante 10 metros y un segundo. Suficiente para ganar oro. 

Hace dos semanas, Bradbury admitió a Players Tribune haber sentido pena por ganar de aquella forma. "No sentía que fuera correcto aceptar la medalla", escribió. Sin embargo, el conflicto moral se apagó cuando escuchó el himno australiano durante la premiación. Fue la primera presea invernal para un país del hemisferio sur y el primer oro para Australia en la cita, país en el que se volvió argot popular "hacer un Bradbury": cuando ganas sin que nadie lo sospeche. Cronos también tiene corazón. Bradbury se retiró después de haberle vencido; con alguna ayuda divina, claro.