Embiid (46+15+7+7) nos deja sin palabras en el partido del futuro
Los Sixers derrotan a los Lakers en un encuentro precioso. Simmons, Kuzma e Ingram brillan, pero la actuación del pívot ya es historia de la NBA.
La NBA tiene el futuro asegurado. Lo sucedido hace unos minutos en el Staples Center de Los Ángeles es la mejor prueba de ello. Tuvimos remontada de los Lakers, victoria final de los Sixers (109-115), grandes actuaciones de Ben Simmons (18+9+10 y 5 robos), Brandon Ingram (26+11) y Kyle Kumza (24+7) pero, sobre todo, presenciamos uno de esos partidos que no se olvidan y del que seguiremos hablando cuando seamos mayores. Muy mayores. La culpa la tiene Joel Embiid, un pívot delicioso que se pasó en blanco sus dos primeros años en la NBA. Solo pudimos disfrutarle a lo largo de 31 partidos durante la pasada temporada, pero en esta parece que ha venido para quedarse. Ojalá así sea y las lesiones le respeten. Porque tener a alguien capaz de hacer 46 puntos, 15 rebotes, 7 asistencias y 7 tapones es una bendición para el baloncesto. Unos números que nunca antes, jamás, se habían visto en la historia de la mejor Liga del planeta. Y ya es decir
"Diría que estoy al 69%", comentaría, socarrón como es él, nada más asombrar al planeta entero el hombre que encarna el Proceso de los Sixers. Genio y figura dentro y fuera de la cancha. Lo admito, sigo sin palabras. Me cuesta encontrarlas para definir la monstruosidad que acabamos de presenciar. Y me siento afortunado por ello. Julius Randle y el resto de interiores de los Lakers no podrán dormir dentro de un rato. Y sí lo consiguen tendrán pesadillas con este camerunés que en una sola noche logró sus récords personales en anotación (33 era su anterior mejor marca), asistencias (7), tapones (5) y se quedó a uno de igualar su plusmarca reboteadora. El primer sixer en llegar a los 40 desde los 45 de Allen Iverson en noviembre de 2006. 11 años de espera... que han merecido mucho la pena.
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Arrancó como un tiro haciéndole un traje a Brook Lopez y acabó desmelanándose en un último cuarto en el que firmó 19 de sus 46 tantos y en el que los Lakers —tras ir 13 abajo (7-20)— llegaron a ponerse por delante gracias al buen hacer de Ingram y Kuzma (además de Jordan Clarkson), quienes también lograron sus career highs anotadores. Aunque claro, poco tengan que ver con el de Embiid. ¡Qué manera de dominar, qué manera de decidir un encuentro! Daba igual que le hicieran un dos o hasta un tres contra uno, siempre sacaba algo provechoso: anotaba (14/20 en tiros de campo con un 2/3 en triples), acudía a la línea (16/19 desde la personal, también sus mejores datos hasta el momento) o encontraba a algún compañero liberado.
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Y precisamente en un túnel parece encontrarse Lonzo Ball, quien presenció los 16 últimos minutos desde el banquillo. Volvió a evidenciar serios problemas en el lanzamiento (1/9 con 0/6 en triples) y apenas aportó 5 rebotes y un par de asistencias en una de las peores noches del último draft. Magic ya ha salido a la palestra para pedir calma y reiterarle su confianza. Saldrá del bache, seguro. Calidad y talento le sobran. Aunque eso sí, quedará como el único joven que no brilló en el partido de presentación del futuro NBA. En la noche de don Joel Embiid.