Una española va al McDonald’s más al norte del mundo y se queda a cuadros con lo que ve allí
La creadora de contenido @elmundo.en.mispies comparte en TikTok sin particular experiencia este mítico local ubicado en Noruega.
En Tromsø, la ciudad noruega conocida por sus auroras boreales, sus inviernos interminables y su vida cultural vibrante en mitad del frío polar, hay un establecimiento que sorprende incluso a los viajeros más experimentados: el McDonald’s más al norte del mundo. Un local que, más allá de servir hamburguesas, se ha convertido en un pequeño fenómeno turístico y en un símbolo inesperado de la globalización en el Ártico.
Quien entra, descubre un McDonald’s como cualquier otro: mostradores digitales, ambiente familiar, olor a patatas fritas. La diferencia no está dentro, sino fuera. Mientras los comensales esperan su pedido, a veces pueden verse, a través de las ventanas, copos de nieve arremolinándose o el cielo tiñéndose de verde con una aurora boreal temprana.
@elmundo.en.mispies Es una auténtica chorrada pero… venden hasta postales en el mc con esto 😂😂 nos costó como 40€ todo. Y de ahí derechos a ver las auroras!!! #tromso #mcdonald #traveltiktok
♬ CAN'T STOP THE FEELING! (from DreamWorks Animation's "TROLLS") - Justin Timberlake
Lejos de ser una simple anécdota, el McDonald’s de Tromsø se ha convertido en una parada habitual para quienes recorren la ciudad. Algunos lo visitan para refugiarse del frío; otros, para hacerse una foto bajo el cartel que certifica su récord latitudinal. Y están quienes lo usan como punto de partida para explorar los alrededores: excursiones para avistar ballenas, rutas en trineo o caminatas por montañas nevadas.
Más que un lugar para comer
El McDonald’s más al norte del mundo no destaca por su menú, ni por una arquitectura especialmente llamativa. Su relevancia está en lo que representa: cómo una cadena nacida a miles de kilómetros de distancia logra instalarse en un territorio donde las condiciones son extremas y donde la identidad cultural es fuerte.
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Lo cierto es que este local se ha convertido en parte del mapa emocional del Ártico moderno: un recordatorio de que incluso en los confines del planeta todavía hay espacio para una hamburguesa y unas patatas fritas.
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