Si tienes esto en casa quizás tienes un tesoro y no lo sabes: tienen más de 20 años y suelen ir directos a la basura
El auge de producciones ambientadas en los años ochenta y del empleo de una estética propia de aquel tiempo ha descongelado un objeto por todos conocido.
La revalorización es quizá la prueba más sólida de que la nostalgia tiene precio. Cuando una sociedad pone su memoria colectiva y los recuerdos individuales al servicio de la economía, en tanto que, por ejemplo, alguien aceptaría comprar una película antigua por el cariño que le produce volver a sostener con sus manos una cinta VHS que antiguamente poseía de joven, entonces se crea lo que viene a conocerse como el mercado vintage. Y aquí se abre la puerta de una curiosa esquina del mundo de los negocios.
Resulta que la suma de la rareza de un producto y del valor sentimental, si es que acaso puede cuantificarse, determina una cifra que, en ocasiones, alcanza valores completamente exorbitados. Esto mismo ha ocurrido con las cintas de casete: el auge de producciones ambientadas en los años ochenta y del empleo de una estética propia de aquel tiempo ha descongelado la cinta magnética, con su clásico aspecto analógico y el pequeño ritual que precedía su escucha. En el seno de esta fiebre se encuentran algunos ejemplares que se han revalorizado hasta costar en el mercado actual una auténtica fortuna.
Las claves para determinar su valor
Las claves que determinan el precio del casete son la especificidad de la edición —algunas, por ejemplo, contienen material inédito—, su rareza y la demanda del mismo. Debe encontrarse, además, en buen estado; se valorará la presencia del estuche original y, por motivos evidentes, su funcionalidad: si la cinta presenta defectos de audio y está enmarcada en una carátula estándar, entonces, su precio decaerá.
Desde la cabecera italiana Mister Gadget apuntan, entre otros ejemplos, los casos del casete The Madonna Collection, de 1987, o Xero, del grupo homónimo, una década posterior: el primero rara vez se encuentra disponible en un mercado, lo que incrementa su valor, mientras que el segundo cuenta con canciones que no llegaron a salir en el disco original. Ya no se tratan de cintas de casete, sino de auténticas reliquias por las que un coleccionista musical estaría dispuesto a desembolsar una sustancial cifra que, en estos dos ejemplos citados, según la mentada revista, ascendería a miles de euros.
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La evolución de los aparatos analógicos y el nacimiento de Internet terminaron enterradas las cintas de casetes: muchas acabaron en la basura o soterradas bajo el polvo de un trastero. Sin embargo, lector, si alguna vez halla una en un mercadillo o, directamente, en una caja olvidada de su hogar, preste atención porque, quizá, se encuentre ante un tesoro. Y de no ser así, puede que se reencuentre con el bonito recuerdo de aquella canción, lo que, de por sí, ya presenta un valor cercano a lo incalculable.
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