Se gastan más de 200 euros por una comida perfecta, pero el servicio decepciona: “No merece la pena”
Los influencers gastronómicos ‘Cenando con Pablo’ y ‘Cocituber’ alabaron la comida de un restaurante en Vizcaya, pero criticaron un importante detalle.


En la cocina, así como en el amor, son importantes el producto y, todavía más, los tiempos. Sin este último detalle no hay romance posible, relación eterna ni, mucho menos, cliente satisfecho cuando, botón del pantalón desabrochado, mira de reojo la cuenta para confirmar que el precio del menú del día no ha variado. Ahora bien, todo lo que se juzgue, valga la redundancia, debe estar sujeto a una balanza: en ocasiones, y aunque se dice que el comensal tiene siempre la razón, sus declaraciones terminan por volverse en su contra. Y esto es justo lo que les ha pasado a ‘Cenando con Pablo’ y ‘Cocituber’.
Los populares creadores de contenido gastronómico acudieron hace algunos meses al famoso restaurante de las Jornadas del Buey, en Carranza (Vizcaya, País Vasco): Casa Garras. Ambos influencers tomaron asiento y se embarcaron en la aventura de un menú cuyo precio ascendía a 110 euros. “¿Valdrá la pena?“, preguntaba uno, a lo que el otro respondía que era ”sensacional" lo que veía y que, desde luego, “proteína no va a faltar”.
Una bonita y larga odisea
Fueron desfilando los platos. Consomé de buey, que era “una brutalidad” y “como coger carrilleras y exprimirlas”, seguido de unas croquetas de guiso de buey que levantaron un “olé” por parte de Pablo por su “cremosidad” y que, en palabras de Alfonso, tenían “trozos de buey enteros ahí”. Llegaron luego la contra de buey, el taquito de kafta de buey y tartar de buey, serie que no hizo sino provocar una oleada de elogios hacia la cocina del sitio y el producto de la zona. Solo había una pega que decidieron mencionar una vez se posó sobre el mantel el último plato mentado: “Y para este, decir que hemos esperado un poco más de la cuenta”. Así comenzó el desamor.
Tardó algo más en llegar una cadera de buey que, como el resto de elaboraciones, también conquistó sus paladares; lo mismo con la boloñesa de buey. Todo espléndido. Muy bueno. Pero la impaciencia rascaba sus entrañas. “Tío, van muy lentos. Las cuatro de la tarde... Quedan dos platos y la chuleta. Normal que te llenes para la chuleta, si con el tiempo que pasa... No puedes tener el local así de lleno si no vas a saber dar abasto”, protestó Pablo, a lo que su compañero lamentó que esto se produjese “con toda la gente que tienen currando”. Ahí seguían. “Yo cuando llegue la chuleta no voy a tener ganas”, dijo el primero, insistiendo en que llevaban media hora esperando.
Tras el zancarrón con lengua de buey y el buey Strogonoff, ambos también impecables, llegó, después de un nuevo lapso de 20 minutos, la chuleta. “No está mal, pero tampoco está perfecta. Yo lo veo una pieza con buen sabor, no a maduración, pero está rica. Diría de notable”, evaluó Pablo, a lo que ‘Cocituber’ señaló que daba “rabia porque tienen un productazo, y es que ya se me olvida hasta lo que hemos comido”, lo que hace que te vayas “un poco desilusionado”. El postre. Un plato con mango colado y otro con milhojas caramelizadas. Todo exquisito.
Toma, daca y cuenta
Al final, y tras esperar otro poco para pedir la cuenta, llega el camarero. “Qué descontrol, de verdad, qué descontrol. Hay peña comiendo chuleta a las 17:37″, alucina Pablo. Trasladan ambos su queja al hostelero, que, tras analizar el trabajo del día, replica educadamente a los comensales: “Yo que soy consciente de los tiempos en cocina, hoy la cocina estuvo con total perfección”. Y Pablo hierve. “Pues entonces la experiencia para mí no merece la pena. Si me defiendes que media hora entre plato y plato está bien... Apaga y vámonos“, se queja, a lo que Alfonso matiza con una justa verdad: “En tiempos no merece la pena, pero la comida es muy buena”. Una vez se fue el camarero, Pablo cerró la crónica para sus seguidores: “Si te vas de vacaciones y te da exactamente igual estar aquí mirando a la persona que amas durante tres horas seguidas... pues adelante, vente”. Y de tanto tiempo, se rompió el amor.
En la caja de comentarios, la mayoría de usuarios ha tomado bando. Y no el de los creadores de contenido. “Bastante prepotente, el típico cliente que desearías no tener que atender”, dice uno, a lo que otro, cliente habitual del restaurante, añade que ha estado “varias veces” y “nunca tuve que esperar media hora entre plato y plato”, lo que le lleva a pensar que “por llegar con cámaras a un restaurante os creéis superiores y con la potestad de hacer críticas que ni siquiera son constructivas”. Otro toma el relevo de esto último y lanza una proposición: “Un TripAdvisor de clientes hace falta”.
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