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Se come tres kilos de caramelos Haribo en tres días y acaba en el hospital por un pico de gelatina: “No soy muy goloso”

Nathan Remmington, británico de 33 años, quiso darse un capricho que terminó en un ingreso hospitalario de seis días.

Se come tres kilos de caramelos Haribo en tres días y acaba en el hospital por un pico de gelatina: “No soy muy goloso”
Sergio Murillo
Nació en Santa Marta de Tormes en 2001 y creció entre Guadalajara y Badajoz. Amante de la literatura, estudió Periodismo en la URJC. Se estrenó como jefe de Cultura en El Generacional. Ha sido corresponsal para El Estilo Libre y conductor de informativos en Cadena COPE. Entró en Diario AS en 2023 como redactor en Actualidad.
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Se dice que con azúcar y miel, hasta los caracoles saben bien. Y algo de razón hay: los tonos dulces, si comedidos, teletransportan a quien los prueba a una pradera de nubes de golosina donde los árboles son Chupa Chups y los océano de Peta zetas. Sin embargo, debe saber el lector que la virtud, en palabras de Aristóteles, se halla en el justo medio entre dos extremos viciosos; y que esta suerte de campo de manjares puede tornarse altamente peligrosa si de ella se abusa.

No hallará quien esto lee mejor y más curioso ejemplo que la historia que Nathan Remmington protagoniza. El británico, de 33 años, quiso sanar su capricho ingiriendo tres kilos de pequeñas botellas azucaradas de Haribo Cola. La crónica de esta desgracia alimenticia la ha recogido el Mirror, cabecera que el joven Remmington ha escogido para abrirse en canal.

“Un error estúpido”

“Tenía un antojo enorme de botellas de cola. Entré en Amazon porque no quería ir a la tienda, y vi un paquete enorme de Haribo. Costaba 18 libras por 3 kilos y pensé: ‘No hay problema’”, dijo, haciendo breve la explicación: “Así que me lo compré”. Lo cierto es que no fue por vicio ni por gula, sino por puro y simple capricho: “Me alegré mucho. No soy muy goloso, solo quería botellas de Haribo Cola”. Y de la bebida pasó a los ositos.

El instante debió ser magnífico. No así el siguiente día. “Al día siguiente, me dolía muchísimo el estómago. Llegó el miércoles y ni siquiera podía levantarme de la cama y sudaba. Era horrible”, reveló, acusando “insoportables dolores de estómago”. El cálculo es sencillo: se comió en tres días un paquete entero de 10.461 calorías. Tardó poco en darse cuenta de que aquello no había sido la mejor idea: “Fue un error estúpido de mi parte, no he vuelto a tomar una botella de cola desde entonces”.

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Fue trasladado rápido y de urgencia al Hospital de Róterdam, en South Yorkshire, donde le realizaron unas pruebas que terminaron por mostrar que el empeoramiento de su salud se había debido a un aumento galopante de los niveles de gelatina en su organismo. Pasó allí seis días en los que las praderas de nubes de golosina fueron, a su juicio, algo peores que el Tártaro.

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